La discusión en torno a una potencial recesión en el Perú ha desviado la atención sobre los problemas de fondo que enfrenta la economía peruana para recuperar el alto crecimiento registrado en décadas previas. Entre ellos, destacan las secuelas estructurales que la pandemia causó sobre la productividad de los trabajadores peruanos. Si bien este fenómeno se ha repetido en más países, recientes estimaciones apuntan a que el impacto en el Perú sería de los más altos entre las economías emergentes.
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La recuperación del terreno perdido exige la priorización de políticas orientadas a cerrar las brechas que limitan el aprovechamiento del potencial productivo sectorial y territorial del país.
Menos productivos
El potencial productivo perdido en los últimos años se puede aproximar al evaluar los niveles de productividad que hubiese alcanzado el país si la producción y el empleo hubieran crecido al ritmo de los años previos a la pandemia.
De acuerdo con JP Morgan, la productividad laboral en el Perú al primer trimestre del 2023 está 9,5% por debajo del nivel al que hubiese llegado sin la crisis del 2020 y los choques adversos posteriores. Con ello, un trabajador peruano promedio estaría produciendo alrededor de S/3.000 menos por año. Lo que puede explicar buena parte de la lenta recuperación de los niveles de bienestar de los hogares.
El rezago productivo que muestra el Perú es más del doble del promedio entre las economías emergentes –excluyendo a China– y mayor que las brechas de otros países de la región como México, Colombia, Chile y Brasil.
Una posible explicación a este estancamiento en el Perú está en los cambios en el mercado laboral a raíz de la pandemia. Hay una mayor concentración de la fuerza laboral en los segmentos menos productivos del tejido empresarial.
Según la Encuesta Nacional de Hogares (Enaho), la población ocupada en empresas de uno a diez trabajadores pasó de 72% en el 2019 a 75% en el 2022. No obstante, de acuerdo con el Produce, la productividad laboral en las microempresas y pequeñas empresas representa, en promedio, menos del 10% del nivel de productividad en las grandes empresas.
Brechas regionales
Ante los desafíos que enfrenta la economía del país, lograr mayores tasas de crecimiento económico en el mediano y largo plazo requiere abordar las brechas de productividad. Desde inicios de los 2000, la productividad ha tenido un crecimiento notable tras las reformas de mercado de fines de los 90 y la estabilización de la economía.
“Solo un quinto del PBI del país es producido de manera informal, a pesar de que el 76% de los trabajadores eran informales en el 2022”.
Sin embargo, las diferencias en productividad entre las regiones son altas. En el 2022, la productividad laboral, medida como PBI por trabajador, en Moquegua (S/114 mil) era ocho veces el de las regiones menos productivas como San Martín o Amazonas. En tanto, Lima Metropolitana y Callao, que representan el 40% de la economía, esconden el menor desempeño de la mayoría de las regiones del país. Sin considerar a la capital, la productividad promedio del país (S/34 mil) se reduce en 16%, y 17 regiones están por debajo de este promedio.
Las regiones con mayor productividad laboral suelen recibir mayores flujos de inversión en las últimas décadas. Sin contar Lima, las regiones con mayor productividad laboral –Moquegua, Arequipa, Tacna e Ica– han tenido en promedio una inversión minera por habitante de US$18 mil entre el 2000 y el 2022.
Soluciones
Para los economistas Kim y Loayza del Banco Mundial, las brechas de productividad se explican por variaciones en factores como innovación, capital humano, eficiencia del mercado, infraestructura e instituciones. Tomando en cuenta estos componentes, el IPE estima que, para las regiones del Perú, el capital humano fue el factor más relevante, al explicar el 35% de las diferencias en productividad.
Asimismo, la eficiencia del mercado (que refleja la eficiencia en la distribución de los recursos hacia sectores donde pueden generar mayor valor) e infraestructura explican el 28% y 25%, respectivamente.
Las diferencias en capital humano entre las regiones, en tanto, corresponden a las brechas en el acceso a servicios de salud y educación adecuados. Mientras que la asignación ineficiente de recursos se relaciona, entre otros aspectos, con la alta zinformalidad que existe en el país. Según el INEI, solo un quinto del PBI del país es producido de manera informal, a pesar de que el 76% de los trabajadores eran informales en el 2022.
Al igual que en el pasado, lograr una estrategia de crecimiento basada en una mayor productividad permitiría reducir la pobreza, crear mejores oportunidades y mayor bienestar. Para ello, es necesario que el Ejecutivo y el Congreso prioricen la implementación de estrategias que eleven la productividad con un enfoque territorial.
Es el valor del producto por cada unidad utilizada de insumo. En el caso de la productividad laboral, esta se calcula a partir de la producción por cada trabajador. Para Paul Krugman, premio Nobel en Economía del 2008, “la habilidad de un país para mejorar sus estándares de vida depende casi enteramente de su habilidad de aumentar su producción por trabajador”.
Según Norman Loayza, director del Grupo de Indicadores Mundiales del Banco Mundial, la productividad comprende una serie de determinantes como la innovación, la educación, la eficiencia en el uso de recursos productivos y la infraestructura física e institucional de cada economía.