Supongamos que se llama Jeanina. Prefiere no dar su nombre real. Acepta conversar conmigo y me autoriza a contar su caso porque, dice ella, no quiere que nadie que pase por algo similar se sienta sola. Fue hace muchos años, pero la huella no se ha borrado: en noviembre de 2003, tras muchos meses de maltrato psicológico, Jeanina logró terminar con su abusador novio de la universidad. Una semana después, cuando ella y todos sus compañeros y compañeras se preparaban para los exámenes finales, sucedió algo horrible: el ex novio difundió por correo electrónico fotografías íntimas de Jeanina. El mensaje llegó a casi toda su promoción de la universidad.
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Visto en retrospectiva: en esa época no existían las redes sociales, tampoco los smartphones, lo que limitó de alguna forma el alcance de lo enviado. Sin embargo, hubo un daño que no fue reparado. Jeanina estuvo a punto de jalar el semestre y el agresor no recibió sino una sanción social mínima de la cual se libró rápidamente. Ella, por el contrario, aún llora recordando ese momento, 18 años después.
Los números de la violencia
Las estadísticas de acoso virtual que maneja el Ministerio de la Mujer, muestran que, entre enero y agosto de 2021, se reportaron 958 denuncias por acoso virtual, 799 de ellas denunciaron de manera específica hostigamiento. El 89% de denunciantes fueron mujeres, y, con excepción de Moquegua, se registraron denuncias en todas las regiones del Perú. El medio que más usaron los acosadores denunciados fue Facebook (64%). ¿Cuántas mujeres más habrán sido violentadas y habrán guardado silencio?
En el libro Violencia de género online: Reflexiones interdisciplinarias (2021), publicado por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, se muestran cifras globales. Por ejemplo, citando un estudio realizado en 2017 por Amnistía Internacional, da cuenta que, de 4000 mujeres entrevistadas, el 23% aceptó haber sufrido al menos una vez acoso o abuso en línea. De este porcentaje, el 41% sostuvo que estas experiencias habían provocado un sentimiento de amenaza para su integridad física; 26% manifestó que se habían divulgado sus datos personales en línea sin su consentimiento, y 59% afirmó que estas situaciones fueron perpetradas por personas desconocidas.
Fiorella Ferrari, coordinadora de activismos de la Asociación Civil Hiperderecho, comparte algunos de los hallazgos de las investigaciones que realiza la organización a la que pertenece: “Hemos identificado que lo transversal a todas las violencias de género es la mirada machista, conservadora y estereotipada. En el caso de la violencia en espacios digitales, se añade la ausencia del conocimiento o entendimiento de la tecnología, pero no solo de las vícitmas, sino también de los operadores de justicia. Si estos últimos no entienden cómo funciona la tecnología y cuál es la dinámica de la violencia en dichas plataformas, es menos probable que las personas que decidimos denunciar obtengamos de la justicia una reparación por haber sido vulneradas a través de la tecnología”.
¿Cómo identificamos la violencia en los espacios digitales?
El Ministerio de la Mujer define la violencia en línea como “toda acción o conducta que causa muerte, daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico a una mujer y que se comete o se agrava, en parte o totalmente, por el uso de las tecnologías de información y comunicación, como Internet, redes sociales, correo electrónico, mensajería instantánea, etc.”. Dicho esto, solo queda agregar que la violencia de género en espacios digitales suele replicar en la vida virtual los patrones machistas, homofóbicos y transfóbicos que marcan la vida offline.
La investigadora chilena Francisca Oyarzún, en un artículo incluido en el libro Violencia de género online, recurre a estudios previos para agrupar los tipos de violencia en línea. Así, define el acoso o cyberharassment, como la acción intencional de provocar un daño emocional importante a la víctima a través de interacciones en línea persistentes, formando un curso de acción y no un hecho aislado. Por otro lado, el hostigamiento en línea o cyberstalking se puede definir como la extensión del hostigamiento físico por medios digitales, siguiendo insistentemente a la víctima a través de Internet u otros medios electrónicos.
También está el doxing, que consiste en la difusión pública intencional de información personal de un individuo en plataformas digitales por parte de un tercero a fin de dar a conocer, por ejemplo, detalles de la identidad de una persona o su ubicación física. En una línea similar, se encuentra la difusión de imágenes íntimas sin consentimiento o involuntary porn o non consensual pornagraphy, antes denominada “porno venganza”, donde hay creación, distribución y/o amenaza de distribución de material privado sexualmente explicito, sin autorización de la víctima. Como le sucediera a Jeanina.
¿Eres víctima de violencia? Entérate qué puedes hacer en el Perú
Jeanina no tuvo a quién recurrir el año 2003, en parte porque la situación era tan nueva que le costaba ponerle nombre. “¿Cómo le iba a llamar? ¿Acoso? ¿Invasión a la privacidad? ¿Eso era un delito?”, se pregunta aún ahora.
La respuesta a las preguntas de Jeanina y de miles de otras mujeres víctimas de situaciones similares llegó en septiembre del 2018, a partir de la promulgación del Decreto Legislativo 1410, el cual establece cuáles son las conductas de violencia de género en línea, como el acoso, acoso en línea, chantaje sexual en línea y la difusión de imágenes íntimas sin consentimiento, son delitos.
Si quien cometió el delito tiene entre 14 y 18 años, la denuncia por discriminación, acoso, acoso sexual o chantaje sexual como delitos de acción pública, pueden realizarse en la Fiscalía de Familia (Ministerio Público), la Policía Nacional del Perú o el Juzgado Especializado de Familia (Poder Judicial). Si quien comete el delito es mayor de 18 años, la denuncia se puede realizar en el Ministerio Público o en la Policía.
Sin embargo, las víctimas de violencia virtual, tal como las víctimas de violencia en la vida offline, no siempre denuncian a sus agresores. En algunos casos, por vergüenza. En otros, por temor al trato de las autoridades.
En ese sentido Fiorella Ferrari da cuenta de que las personas no denuncian la violencia de género en línea con frecuencia porque existe la impresión de que en internet se replica una cultura de impunidad y porque no existen rutas o mecanismos de denuncia claras, ni operadores de justicia que constantemente vigilan o eviten la violencia. “Esto también significa que las personas no se sienten amparadas por el Estado y perciben que internet es un espacio donde las acciones quedan impunes, donde el Estado no tiene mayor agencia”, señala.
A pesar de la gravedad del asunto, y de que nos hemos visto obligados a virtualizar nuestra vida, pareciera que no hay un interés del Estado en atacar frontalmente el problema de la violencia de género en línea. Concuerda con esta idea Fiorella Ferrari, quien explica “Uno de los sesgos para asumir el problema es que la brecha digital en el Perú es bastante amplia. Apenas llegamos al 60% de cobertura de Internet a nivel nacional. Entonces, si no es un problema que abarque al 100% o a la mayoría de la población, el desinterés es mayor. Está también la la ausencia de una alfabetización digital de los operadores de justicia y de la misma sociedad civil, a la que a veces le cuesta reconocer las situaciones de violencia en línea porque muchas veces aparecen disfrazadas. Pero es como en la vida real: cuando denuncias violencia, si no tienes moretones, no te creen”.
En un informe sobre violencia de género en línea, elaborado por Hiperderecho el año 2019, se entrevistó a casi 200 personas. Una de las preguntas realizadas fue: ¿Qué tipo de daño te ocasiona la violencia en línea? Entre los sentimientos identificados encontramos que el 73% siente frustración e impotencia, el 61% sensación de inseguridad, el 45% estrés o ansiedad, el 38% miedo y el 25% inestabilidad emocional. Otros sentimientos reportados fueron bajo autoestima, vergüenza, depresión y culpa. Finalmente, los caminos de la violencia de género, dentro o fuera de la pantalla, llegan al mismo punto.
KIT DE EMERGENCIA ANTE SITUACIONES DE VIOLENCIA
Otra de las consecuencias de los actos de violencia en línea puede ser que las mujeres se alejan del uso de esta plataforma, haciendo más grande la brecha de género digital. ¿Cómo evitar que esto suceda? El Ministerio de la Mujer, en el manual No te enredes, elaborado para evitar el acoso y la violencia en espacios digitales, da varias recomendaciones. Entre ellas:
- Es necesario tomar conciencia sobre lo que es la huella digital y cómo debemos proteger la nuestra.
- Establecer contraseñas seguras en nuestras redes y dispositivos.
- Configurar la privacidad de las redes sociales. Limitar el contacto con personas desconocidas y evitar mensajes no deseados.
- Borrar información sensible de los dispositivos móviles.
- No dejar abiertas las sesiones personales en dispositivos ajenos. En caso de encontrar abierta una sesión ajena en nuestro dispositivo, es preciso tratarla con respeto, avisarle a la persona y cerrarla inmediatamente.