Dos cuerpos —el enfoque en sus pelvis, en sus sexos— descansan en un campo de rosas coloridas. En el encuentro de ambos se completa un tatuaje de dos delfines persiguiéndose mutuamente. Al lado de esta pintura, fotografías: unas piernas cubiertas por medias de rejillas, el encuentro de dos pezones en un fondo cálidamente coloreado (“Suavidad”, la ha llamado la artista). “El erotismo es el enfoque estético que se le da al sexo, más precisamente al deseo y a todos los sentimientos que anticipan la actividad sexual. Se refiere principalmente al estado de excitación que surge de la incitación y de la insinuación”, explica Stuart Oblitas, presidente de la Comisión de Sexualidad, Pareja y Familia del Colegio de Psicólogos del Perú, quien el jueves pasado participó de la charla “Arte, comunicación y sexo”, en el marco de la muestra de arte erótico “De Eros a porno”.
Cuando le preguntamos sobre los límites entre el erotismo y la pornografía, responde: “La pornografía se define como todo tipo de material sexualmente explícito que se ofrece al espectador, lector u oyente, y que trata de provocar excitación. El arte erótico no apela exclusivamente a nuestros instintos y gónadas para impactar o emocionar; se dirige a nuestra vista, a nuestro sentido del equilibrio y el orden, a nuestra concepción del mundo y a la percepción que tengamos respecto a la armonía y al buen funcionamiento de las relaciones personales”.
“Hasta que la muerte nos separe”, de Miguel Valverde
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Contemplando “Suavidad”, de Paola Rossi Lévano, o la pintura que mencionamos al inicio (“Hasta que la muerte nos separe”, de Miguel Valverde), debemos darle la razón. El cuerpo, en su desnudez, aparece como expresión de una concepción de mundo antes que como objeto de nuestro deseo. Como hubiera querido Kant, la experiencia estética no llama al apetito ni al deseo de poseer, sino a la suspensión de toda acción: a la pura contemplación. Viendo estos cuerpos, uno no puede sino estar de acuerdo con Georges Bataille, quien explicaba la anticipación y la excitación que sentimos ante la representación de desnudos como algo culturalmente producido. La sociedad erige prohibiciones sobre el acto sexual, y nosotros gozamos transgrediéndolas. Eso explica, entre otras cosas, lo que sucedía en la Inglaterra victoriana: de una época famosa por su mojigatería y la represión de los impulsos sexuales, hemos heredado una cantidad sorprendente de pornografía impresa (grabados, narraciones, etc.).
Eso explica, en general, el porno: es el encuentro directo, inmediato, con lo socialmente restringido; el libre placer de transgredir. El filósofo surcoreano Byung-Chul Han dirá que “la desritualización del amor se consuma en el porno”. Si el “amor” como concepto ha aparecido en la historia del hombre, con diferentes formas determinadas de acuerdo a la época, para mediar en el encuentro sexual y llenarlo de significado, el porno es una forma de vaciar ese significado: la sexualidad se nos presenta como puro objeto de consumo. “El capitalismo intensifica el progreso de lo pornográfico, en tanto lo expone como mercancía y lo exhibe. No conoce ningún otro uso de la sexualidad. Profana el Eros para convertirlo en porno”, sigue Byung-Chul Han. En la misma línea, el filósofo peruano Victor J. Krebs se refiere constantemente en su obra a la “imaginación pornográfica” como una pulsión de fijación y control sobre el cuerpo del otro. En suma: nos prohibieron algo y ahora queremos ya no vivirlo, sino poseerlo.
“Suavidad”, de Paola Rossi.
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Muchas críticas se han alzado contra la industria pornográfica, sobre todo de ciertos colectivos feministas, que denuncian la cosificación de los cuerpos y la representación de formas de sexualidad que perpetúan el actual esquema de dominación. En este contexto, han surgido personajes como Annie Sprinkle (trabajadora sexual y pornstar con un PhD en Sexualidad Humana) que proponen lo que llaman “posporno”: porno que representa activamente formas de sexualidad alternativa, que acaban con la normalización del sexo heterosexual.
Y hay en “De Eros a porno” piezas artísticas que parecerían plegarse a estos principios, imágenes que descorren ese “velo de incitación e insinuación” típico del arte erótico para mostrar otras formas de sexualidad, o para denunciar las prohibiciones que moldean nuestra manera de vivir el sexo. Un cómic en tres partes, por ejemplo, muestra cómo la conversación coloquial de un grupo de amigos están contiene deseos sexuales nunca resueltos. Otras piezas retan nuestras concepciones del sexo y el deseo mostrando encuentros con robots o demonios, o alterando grotescamente los cuerpos humanos, que muestran en ese feísmo erótico otras formas de entender el cuerpo y la manera en que gozamos con él.
“Under the Milky Way”, de Zoila Toro Hidalgo
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“Son importantes estas presentaciones artísticas y estos espacios de diálogo para expresar nuestras opiniones e intercambiar experiencias con distintas personas a las que les interesa el área de la sexualidad, el erotismo y el arte como forma de expresión de la sensualidad, el placer y la esencia misma del ser humano como ser sexuado y complejo”, comenta Oblitas. Nos invita también a la clausura este viernes 23 de setiembre (jr. Pumacahua 396, Jesús María), que será un encuentro de performances, literatura y música (“Viernes de perfo-ración”), en el que experimentaremos aún más formas de pensar y experimentar nuestra sexualidad, más allá del deseo y del placer.