En 1942 el poder nazi estaba en su apogeo y la posibilidad de que el III Reich anexe a los países europeos a razón de uno por mes era terrorífica, pero real. Tampoco resultaba alentador que algunas naciones invadidas mostraran cierta comodidad con el agresor, pues tanto la colaboración como la sumisión ponían en peligro la contraofensiva aliada. Es por ello que Edvard Beneš —el presidente checo en el exilio —y Winston Churchill planificaron una operación de castigo con el fin de reavivar el fuego de la resistencia checa.
HHhH es la abreviación en alemán de “Himmlers Hirn heisst Heydrich”, lo que en castellano significa “el cerebro de Himmler se llama Heydrich”. También es el título que el escritor Laurent Binet (París, 1972) escogió para su primera novela, en la que narra cómo se organizó la Operación Antropoide, la misión concebida desde Londres para atentar contra el jerarca nazi Reinhard Heydrich, jefe de la Oficina Central de Seguridad del Reich, Protector de Bohemia y Moravia, y uno de los artífices de la Solución Final.
El complot se le encargó a dos comandos checoslovacos: los sargentos Jan Kubiš y Jozef Gabčík. La épica de estos hombres es narrada por Binet como si se tratase de un thriller de no ficción, a la vez que contrasta sus hallazgos documentales con reflexiones sobre su investigación y los reparos que le despiertan las convenciones usuales —a las que se resiste— de la novela histórica. El lector, de esta forma, tiene, en palabras del propio autor, “tanto la película como el making of” en un solo libro.
Lo que no deja de sorprender es el celo de Laurent Binet. En una entrevista en “The Guardian” se encargó de tildar a la mayoría de escritores franceses de flojos, mientras que, en unos extractos publicados por “The Millions”, se aprecia la irritación que siente con la aparición de “Las benévolas” de Jonathan Littell, donde se narra una ficción incómoda: la vida de un exoficial de las SS que participó en el Holocausto en formato de memoria. Lo que le perturba a Binet son tanto las licencias que se toma el norteamericano (¿cómo es posible ‘inventar’ el monólogo interior de un SS?) como los pactos de verosimilitud que propone (por ejemplo, que la novela esté escrita en francés pero los cargos militares y políticos se mantengan en alemán en los diálogos).
HHhH, por supuesto, es su personal respuesta a estas preguntas y obsesiones: qué vale la pena ficcionalizar y qué investigar; ¿hay una literatura que no sea ética?; cómo debe lidiar el escritor ante la verdad histórica y qué tan válidos son los recursos narrativos tradicionales. No se puede decir que le haya ido mal: HHhH ganó el Premio Goncourt a primera novela y ha acaparado elogios de lectores tan calificados y diversos como Mario Vargas Llosa, quien ha dicho que posee “gran maestría literaria” y que se trata de un libro que “perdura en la conciencia”; Bret Easton Ellis, a quien la novela le “rompió el cerebro”; mientras que el propio Claude Lanzmann, director de la monumental Shoa, la ha llamado una “obra de una absoluta originalidad”.
A propósito de su visita a Lima por la Feria Internacional del Libro, donde Francia es el país invitado, fue posible enviarle unas preguntas acerca de sus obsesiones literarias. Estas son sus respuestas.
¿El color del Mercedes Benz en el que iba Heydrich era verde o negro?La verdad, no está claro en este momento. En la República Checa, todos mis amigos creían que el Mercedes era negro, pero hace unos años descubrieron un carro en el viejo galpón de una granja y todos pensaron que ese podría haber sido el de Heydrich… Y era verde.
¿Qué se puede contar desde la ficción y qué no? Es decir, ¿hay algún tipo de experiencia que, por sus implicancias con la realidad, no pueda ser literarizada porque corre el riesgo de trivializarse?Son dos preguntas diferentes en una, porque la literatura no tiene por qué ser ficción siempre. Tanto literatura como ficción pueden contarlo todo, pero la pregunta es: ¿necesitamos la ficción? ¿Y qué tipo de ficción? Yo creo que, por ejemplo, hoy en día no necesitamos el realismo, porque tenemos herramientas suficientes, como la sociología, para capturar y entender grandes partes de la realidad.
¿Qué convenciones de la novela histórica más le perturban?Digamos que lo innecesaria que es la ficción cuando la historia verdadera es suficientemente asombrosa. Y también la idea de que la Historia debe servir a la historia (narrativa), y que puede ser transformada de cualquier forma en nombre de la literatura.
¿Diría que esta novela es veraz además de verosímil?Sí, esa es la magia de la verdad: no hace falta que sea verosímil.
En una reseña de su novela publicada en The New Yorker el crítico James Wood propone Austerlitz, de Sebald, como el ejemplo de una literatura que no teme ficcionalizar el horror para alcanzar un estatus moral “superior”, como pareciera proponer su personaje. ¿Está de acuerdo? Yo nunca he sostenido que no se pueda ficcionalizar el horror; por ejemplo, en “Vida y destino” de Vasili Grossman hay una impresionante escena en una cámara de gas. Pero yo no quería escribir ese tipo de escena; primero, porque no sabría cómo hacerlo; segundo, porque en mi caso no había necesidad. Además, “Austerlitz” de Sebald es lo que yo llamaría un tipo de novela onírica. Es un honor ser comparado con tan gran escritor por James Wood, pero no estoy seguro de que esa comparación sea relevante.
¿Se ha reconciliado con Las benévolas o Litell sigue siendo su objetivo?Muchas cosas me fastidian de “Las benévolas” de Litell, pero en primer lugar debo decir que me devoré el libro en diez días. No está mal para un libro de 900 páginas, ¿no? De hecho, me molestaron más las reseñas que el libro en sí. Aun así, tengo algunos fuertes reparos con la forma y el marco ideológico, pero de eso podría discutir durante horas.
El crítico argentino Damián Tabarovsky sostiene que, desde el juicio a “Madame Bovary”, la literatura se encapsuló en una zona artificial y aséptica para proteger jurídicamente al autor. Ha ganado inmunidad para los escritores, sí, pero ha perdido la capacidad de afectar el mundo. ¿Diría que su libro se rebela contra ese estado?No suscribo ese punto de vista, no hay inmunidad para los autores. La trágica muerte de los humoristas gráficos franceses, el pasado enero en París, muestra cómo el arte, en un sentido mayor, aún está bastante conectado con el mundo real.
Novela: “HHhH”Autor: Laurent BinetEditorial: BooketPáginas: 400Precio: S/.45.00