Después de la incertidumbre que le generó la pandemia, el ensayista, crítico literario y profesor de la Universidad de San Marcos Marcel Velázquez Castro respondió a esta situación de crisis trabajando con urgencia un libro que buscara explicar, desde el contexto histórico y social, lo que venía ocurriendo. Así surgió “Hijos de la peste. Una historia de las epidemias en el Perú” (Taurus, 2020), conversamos con él sobre este proyecto y sobre cómo estos hechos trágicos alientan también la creación y la resiliencia.
En tiempos de crisis la creación no se agota, por el contrario, muchos artistas, escritores se ven impulsados a hacerlo, ¿por qué crees que esto sucede?
La crisis de una epidemia genera una urgencia, una aceleración del tiempo, pues tienes a la muerte soplándote en la nuca; por ello, se crean condiciones para trabajos artísticos y ensayísticos más arriesgados Hay una ansiedad por representar y comprender, y hablo también desde mi experiencia personal. Una vez que comencé a escribir el libro, trabajaba cuatro o cinco horas diarias continuas, algo que nunca me había pasado. Por un lado, me incitaba el presente acuciante del crecimiento de la pandemia y sus estragos, y por el otro, mis exploraciones en epidemias pasadas y la búsqueda de continuidades y rupturas. Esta urgencia y ansiedad artísticas parece común en diferentes épocas de crisis sanitaria o política.
En el primer capítulo del libro “Hijos de la peste” te refieres a la peste bubónica en Lima y ahí aparece esa imagen de José Pardo como un insecto, eso grafica muy bien el momento que se vivía, de una epidemia y de tensiones políticas, ¿Por qué fue importante la epidemia de peste bubónica?
La peste bubónica de 1903 quebró la ilusión de modernidad y las fantasías de una ciudad limpia y desinfectada. En esos primeros años del siglo XX, predominan los discursos higienistas y racialistas, se inicia un programa de expansión de nuevas avenidas y mejoras urbanísticas, llega el tranvía eléctrico, el cine, el teléfono, pero bajo el asedio de la peste que se volvió endémica y de otras epidemias recurrentes. Hay ciertas semejanzas con la COVID-19, cuando el Perú estaba en su mejor momento económico, aparece esta pandemia que nos muestra obscenamente la desigualdad, las carencias institucionales, el fracaso de los servicios públicos de salud. En ambos casos, la fantasía de la modernidad plena y el desarrollo económico se quiebran por las epidemias.
Las epidemias nos abren los ojos sobre las realidades soterradas: los problemas sanitarios, la desigualdad social, el hacinamiento, el autoempleo, el racismo y el clasismo.
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Esa viñeta de José Pardo me parece espectacular porque aparece como una especie de alimaña o insecto que representa a todas las epidemias que afectaban el país, porque no solo era la peste, también teníamos la viruela y la tuberculosis. Nuestra capital era conocida como Tuberculima. Esa caricatura se publicó en una revista popular y anticlerical, “Fray K.Bezón”, furibunda adversaria de los civilistas. En otra caricatura, aparecen Piérola y Durand, del Partido Demócrata y del Partido liberal, respectivamente, persiguiendo a unas ratas con cajetillas de fumigación para salvar a la república. Ahí ellos aparecen como los salvadores que se están enfrentando a la epidemia y al mal político, pues las ratas tienen cabezas humanas de los políticos civilistas.
Toda crisis sanitaria crea las condiciones para que surjan críticas abiertas y radicales al Estado y a los gobiernos. De alguna manera, eso es lo que ha pasado ahora, no es solo la lucha contra la corrupción y por la democracia, sino también la lucha contra el fracaso de un Estado que no ha podido hacer frente a la epidemia con eficiencia.
El problema sanitario
En ese momento, las condiciones de salubridad eran terribles, existían acequias por donde corrían las aguas servidas, la epidemia trajo también un cambio en la higiene en Lima y en otras ciudades del país
Generó una serie de respuestas sanitarias, una mayor preocupación por el agua limpia, las cañerías subterráneas, por empedrar las calles, por el manejo de la basura, regulaciones en los mercados. Así como ahora, los mercados fueron vistos como foco de infección y de contagio; por ello, se intentó reubicarlos. Así también, los puertos eran las entradas para las epidemias. El Callao aparece como un espacio por el cual llegan las epidemias, vinculado con las rutas de Panamá y Guayaquil. Era una antigua ruta de comercio de esclavos y mercaderías; en los puertos, obviamente, era muy intensa la circulación de gente y se asentaban los extranjeros; algunos eran portadores de enfermedades infectocontagiosas; por eso, siempre los primeros contagiados de epidemias en el XIX e inicios del XX aparecían en el Callao que, en ese momento, estaba separado de Lima.
¿Quiénes son los artistas que estaban trabajando en la prensa de inicios del siglo XX, quizás Julio Málaga y Grenet aparece como la figura más importante?
Sí, es el dibujante más importante, el más creativo ya que desarrolló un estilo de trazos sugerentes y muy personal. Málaga y Grenet dirigió la revista “Monos y Monadas”, y desde ahí hizo varias caricaturas vinculadas con el tema de las epidemias, fue el único que se atrevió a reivindicar a los marginales, como los inmigrantes chinos. Mientras todos les echaban la culpa a los chinos de la peste bubónica, él dibujó una caricatura, en la que uno de ellos se enfrentaba y desafiaba al poder de la policía. Málaga tenía, a veces, una mirada contrahegemónica. En cambio, los caricaturistas de “Fray K. Bezón”, Chambón, Polar, poseen una mirada racialista que acusaba a los chinos de ser los causantes de la corrupción moral, la suciedad de la ciudad y de propagar enfermedades. Esta correlación es un estereotipo muy arraigado, que se inicia con la fiebre amarilla de 1868 y se reactivan ante cada nueva crisis sanitaria. En la respuesta cultural ante las epidemias siempre se busca atribuir la responsabilidad al otro, al más vulnerable, al pobre que se imagina siempre como trasgresor y antihigiénico.
Por otra parte, la comida china era un espacio de encuentro entre lo criollo popular y los sabores asiáticos, a pesar de las burlas y condenas que siempre hubo por su insalubridad o por el tipo de animales que supuestamente se usaba en su preparación.
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Como la viñeta de Polar, de 1907, en la que aparece un chino cocinando en una gran olla todo tipo de animales y alimañas. Estas fondas desde un inicio se ubicaron alrededor del Mercado Central
Muchos de los inmigrantes chinos empiezan a residir en las zonas aledañas al Mercado Central. Allí instalan sus pequeños negocios, ofrecen comida, los servicios de medicina tradicional. En la Lima de entresiglos, los tres espacios culturales de negociación y de encuentro entre lo popular criollo y lo chino fueron la comida, la medicina herbolaria, y los fumaderos de opio, dirigidos más a los bohemios. Ahora, es curioso, cómo esas imágenes negativas de la comida china que por su insalubridad podía propagar epidemias ha reaparecido en el siglo XXI, cuando se le vincula con el pangolín, los murciélagos y esos mercados donde se venden animales salvajes vivos, como muy probable fuente de zoonosis, de transmisión de virus animales a seres humanos.
El humor como resistencia
Otro cariz que tiene como creación en estos tiempos de crisis es el humor, ¿cómo definirías esa relación?
El humor fue siempre una estrategia de resistencia y de distanciamiento cómico o irónico ante las desventuras de las epidemias. Hay decenas de caricaturas europeas del siglo XIX en las cuales se representa a los enfermos de cólera, la amenaza de las epidemias, el no-saber de los médicos, los intereses comerciales sobre la salud de los enfermos. En el Perú, a inicios del siglo XX en “Fray K.Bezón”, “Monos y Monadas” y “Variedades” esto reaparece, por ejemplo la fantasía de la desinfección o la mortandad de la gripe española. En el caso de la COVID-19, la primera pandemia mediada fundamentalmente por redes sociales, esto se manifiesta a través de los memes. Es una estrategia cultural, humana, tomar distancia, protegerse a través de la sonrisa o la carcajada. Este es un aspecto inexplorado, y creo que una novedad de mi libro es la apuesta por analizar también las epidemias a través del humor discursivo y gráfico. La risa contra la muerte crea un frágil reino de esperanza.
Otra dimensión de las epidemias, está relacionado también con el uso de esas lejías, aguas medicinales que se ofertaban en los diarios de la época, y que ahora hemos visto a través de redes sociales o de líderes que promocionaban el dióxido de cloro.
Ahí, nuevamente, se ve una continuidad en el uso y abuso de “remedios mágicos”. Las personas desesperadas al no encontrar una respuesta clara ni en los políticos ni en la ciencia, buscan soluciones. Al inicio de esta pandemia, recuerdas la cantidad de “recetas” que circularon con base en el ajo y el eucalipto, así, los remedios tradicionales contra enfermedades bronquiales eran vistos como una respuesta contra la COVID-19, cuando no tenían ninguna posibilidad de combatir el virus. Lo más terrible ha sido el uso del dióxido de cloro, asociado a teorías conspiracionistas, que ha terminado incluso produciendo muertos. Otro ejemplo de errores en el tratamiento, ha sido el empleo masivo de la ivermectina, que después se ha descubierto que no sirve para nada. Pero esta desesperación por encontrar una salida rápida y barata ha existido siempre y muchos hacen dinero vendiendo estos productos y brebajes inútiles.
El dato
El libro “Hijos de la peste”, se presenta de manera virtual en la Feria del Libro Ricardo Palma, el próximo jueves 3 de diciembre, a las 7:00 p.m.
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