Este 8 de octubre de 2021 ha tenido una significación muy especial. No solo hemos recordado con honda gratitud y admiración al Almirante Miguel Grau y la Epopeya de Angamos, sino también conmemoramos ese día el bicentenario de la creación de nuestra Marina de Guerra. El Perú y el mar han tenido una relación ancestral. “No hay momento de importancia de la historia peruana —escribió Aurelio Miró Quesada Sosa— en que no se perciba con desazón o con ventura, la presencia del mar”.
En páginas señeras de nuestra arqueología, se guardan los nombres cargados de admiración y misterio de Caral, Áspero, Lambayeque, Mochica, Chimú, Paracas, Nazca, etc., culturas todas que surgieron a la vera inmensa y generosa del mar. Tuvimos también a Túpac Yupanqui, inca navegante y descubridor, quien llevaría sus balsas marineras hasta las islas de Auachumbi y Niñachumbi. En el siglo XVI, las carabelas descubridoras de España y Portugal completan la imagen de la Tierra. Por el océano que Magallanes llamó Pacífico, Francisco Pizarro inicia la búsqueda penosa y lenta del mítico Pirú. En la Isla del Gallo, cuyas tibias arenas pude pisar con emoción, trazó la línea por la cual, finalmente, junto con un puñado de valientes castellanos, logró la conquista del Incario cobrando un deslumbrante y áureo botín.
Si la Conquista llegó por el mar, la Independencia utiliza la misma vía. Zarpa la Expedición Libertadora del puerto de Valparaíso el 20 de agosto de 1820 y echa el ancla en Paracas el 7 de septiembre. Lo que viene después es historia muy conocida y que hemos aprendido desde niños, que tiene su momento culminante el 28 de julio de 1821 cuando el Libertador San Martín, tremolando nuestra bandera bicolor creada por él, declara que, a partir de ese momento, el Perú es libre e independiente. En ese afán libertario, tienen importante participación muchos de nuestros compatriotas, como los hermanos Victoriano y Andrés Cárcamo, quienes el 17 de marzo de 1821 capturan “para la patria” el pailebote “Sacramento”, que será el primer buque de guerra peruano.
El 3 de agosto de 1821, San Martín crea el Protectorado, el cual encabeza y dirige, nombrando como ministro de Guerra y Marina a Bernardo Monteagudo. Los días 6, 7 y 8 de octubre San Martín expedirá las disposiciones pertinentes creando la Marina de Guerra del Perú. Primero, se ocupa de las ordenanzas navales que regirán; luego, cambia el nombre de nuestros primeros buques. El bergantín “Guerrero” se llamará “Belgrano”; el “Pezuela” se convierte en “Balcarce”; y nuestra conocida “Sacramento”, en “Castelli”. Finalmente, el 8 de octubre de 1821 se promulga el Estatuto Provisional en que se dispone que el Protector del Perú “es el Generalísimo de las Fuerzas de Mar y Tierra” y, en virtud de ello, tenía la facultad de dictar “reglamentos para el mejor servicio y organización de las fuerzas navales y terrestres”. El primer Comandante General de la naciente institución fue el capitán de navío Jorge Martín Guise.
—En los avatares republicanos—
Imposible resumir en estas líneas la historia de una institución tutelar que ha vivido los avatares de la naciente República entre convulsiones, y guerras internas e internacionales, caudillismo y banderías. En 1848, llega a la jefatura del Estado el general Ramón Castilla y, con él, orden y progreso. Es entonces que se inicia la exploración de los ríos de la selva por nuestros marinos, quienes llevan la presencia palpitante de la patria a zonas ignotas. Y su labor será fundamental en la tarea de delimitar nuestras fronteras. La Marina nacional navega también en el lago Titicaca y así completa su presencia en todas las regiones del Perú. En 1849, en plena “fiebre del oro”, llega a San Francisco, por orden de Castilla, el bergantín “General Gamarra” para defender exitosamente los intereses de armadores y comerciantes peruanos.
La fragata “Amazonas”, incorporada a la escuadra en 1853, será el primer buque de guerra que, pocos años más tarde, dará la vuelta al mundo llevando, con prestancia, la bandera y el nombre del Perú. En el combate naval del 2 de mayo de 1866, marinos combaten desde los fuertes del Callao y también en el mar, bajo el mando del capitán de navío Lizardo Montero. En 1872, Miguel Grau y la escuadra en pleno repudian la usurpación del poder que hacen los hermanos Gutiérrez logrando que prevalezca la Constitución y asuma la presidencia de la República Manuel Pardo. Siete años más tarde, la brumosa mañana del 8 de octubre de 1879 Miguel Grau, comandante del monitor “Huáscar”, acepta el reto de luchar contra toda la escuadra chilena con la seguridad de perder el combate y la vida, pero su figura se yergue en nuestra historia como el más heroico y sacrificado Caballero de los Mares.
El siglo XX traerá la modernización de la Marina de Guerra. Llegan los cruceros “Grau” y “Bolognesi”, los sumergibles, la Misión Naval Francesa. Durante el oncenio de Leguía, la institución recibe el aporte invalorable de la Misión Naval Norteamericana, que deja una huella profunda y perdurable. En los años violentos de inicios de la década de los treinta, el Comandante General de Marina, capitán de navío Alejandro Vinces, actúa con patriotismo y energía impidiendo la guerra civil. Durante la dictadura de Juan Velasco, la Marina se mantiene digna y alerta, haciendo suyas las palabras del ilustre historiador Raúl Porras Barrenechea: “Los marinos peruanos no están obligados a una obediencia ciega, opresora de su razón, y su personalidad”.
Cuando los delincuentes terroristas de Sendero Luminoso y el MRTA agreden criminalmente a nuestro país, las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional cumplen su deber con crecido saldo de heroicas bajas. La Infantería de Marina y la Fuerza de Operaciones Especiales (FOES) combaten en la serranía de Ayacucho, y en la selva de Ucayali, Loreto y Huánuco. Llega el momento en que hacen falta más hombres para vencer a las hordas comunistas y la Marina forma los Batallones Ligeros de Combate (BALICOS) que suplen largamente con valor, inteligencia y entrega lo rápido de su entrenamiento militar. Es de justicia exaltar debidamente el esfuerzo denodado, el sacrificio de los hombres y mujeres de nuestra Marina en esas horas oscuras que jamás deben repetirse. La institución naval nunca renunciará a sus valores y principios democráticos teniendo siempre presente que Miguel Grau, marino y ciudadano, Gran Almirante y Diputado, les ha legado estas nobles palabras: “No reconozco otro caudillo que la Constitución”.
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