Acostumbrada la ciudadanía peruana y mundial al estilizado trazo de las líneas de Nazca, fue difícil ocultar la sorpresa que supuso, el 15 de octubre, el comunicado del Ministerio de Cultura: se había encontrado un geoglifo de toscos trazos, la figura de un felino que alcanza los 37 metros y que se ubica en el mirador natural de la Pampa de Nazca.
No faltó quien, en redes sociales, aludiendo a la tosquedad de la forma, dijera que se trata de un meme, pues poco tiene que ver la figura con otras como el colibrí o el mono, atribuidos a la cultura Nazca y que estudiara en el siglo pasado la gran María Reiche. Sin embargo, la explicación para esta disociación es sencilla: se trata de un geoglifo de la cultura Paracas, cuyo origen se ubica unos 200 años antes de Cristo. Dicho esto, podemos calcular que el gato en cuestión permaneció oculto más de 2.000 años, ya que, según sus rasgos estilísticos, dataría del período Paracas Tardío.
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Los geoglifos no son exclusividad de la cultura nazca, como bien explica el arqueólogo Rubén García, docente de la Universidad San Luis de Gonzaga, de Ica, en el artículo “Geoglifos paracas de la costa sur”. En él, señala: " Tradicionalmente, la manufactura de figuras de grandes dimensiones en llanuras y laderas desérticas de la costa sur era atribuida a la sociedad nazca ( 200 a. C. – 750 d. C. ). No obstante, a partir de la década de 1980, se sabe que esta manifestación cultural es una tradición que se habría iniciado hacia los 750 a. C., durante la parte temprana del desarrollo de la cultura paracas. Geoglifos paracas han sido registrados desde Pisco hasta la cuenca del Río Grande de Nazca, particularmente, en la zona de Palpa, en la que se ha identificado un gran número. Aquí presentamos grupos de figuras paracas de Cerro Lechuza, Pisco, y de Cerro Pico, en Ica, los cuales muestran rasgos estilísticos de varias fases de paracas".
García sostiene que los geoglifos paracas probablemente eran conocidos desde antes de los años 80, pero no fueron revelados masivamente sino hasta 1985, cuando que se publicó un pequeño trabajo de difusión turística, en el cual se ilustran varios de ellos comparados con representaciones similares en otros medios de expresión artística de la iconografía paracas.
Secretos felinos
El felino hallado no es, entonces, una excepción. El arqueólogo Aldo Accinelli, quien ha sido director del Proyecto Arqueológico Nazca Alto, nos trae a la memoria que anteriormente se han hallado figuras de trazos similares, pertenecientes a la cultura paracas, en Palpa. “Los geoglifos paracas son más toscos en general porque justamente la técnica todavía no estaba desarrollada al nivel que alcanzaron los nazca, siglos después. Los geoglifos palpa —anunciados hace un par de años— tienen también este patrón más tosco, y ahí tenemos monos, cóndores, gatos y seres humanos con tocados, con vestimentas particulares, con armas, cuyo tamaño oscila entre los 10 y los 60 metros”, añade.
La figura del felino es recurrente en la iconografía paracas. Accinelli destaca que la misma representación se puede ver en cerámicas y textiles. El arqueólogo Johny Isla, responsable del Sistema de Gestión Nazca Palpa del Ministerio de Cultura, explica que esta figura representa al gato manchado o gato andino, también conocido como gato montés.
“Su territorio se ha visto reducido por la actividad humana, pero alguna vez su presencia era común en los valles. Los felinos son una representación recurrente en la cultura paracas, en la cerámica y en los textiles, desde al menos 500 o 600 a. C., y esta aumenta en los años 300, y 100 en diversos soportes y casi siempre con los mismos rasgos: cuerpo de perfil, cabeza de frente. En la cerámica y en los textiles, era más fácil representarlo, hacer los trazos detallados, dibujar su cola moteada, con líneas y formas distintas. Obviamente, en el caso de los geoglifos y petroglifos, es más difícil hacer estos detalles”, comenta.
Johny Isla sí contempla la posibilidad de que el papel de los felinos en la cultura paracas haya sido protagónico. “En la época de los nazca, destacaban, además de su dios principal —un ser antropomorfo —, tres asistentes o deidades que aparecen en su iconografía: el cóndor, que domina los aires; el felino, que domina la tierra, los cerros y las montañas; y la orca, que domina el mar. Es probable que el culto al felino empezara mucho antes, en la época de los paracas”, añade.
No es cuestión de tamaño
Pero, siendo tan grande, ¿nadie lo vio antes? La respuesta es, evidentemente, no. Y esto sucede porque los geoglifos se encuentran, como explican ambos arqueólogos, cubiertos por la naturaleza (ya sea arena, tierra u otros elementos) durante el paso de los años. El descubrimiento de este felino se produjo de manera casual: el polígono de Nazca es bastante amplio y aún tiene muchos secretos que develar.
Isla cuenta el proceso: fue mientras se trabajaba en la modificación del acceso al mirador de la Pampa de Nazca y la limpieza de los geoglifos aledaños. Los trabajos empezaron a fines de 2019. Fue en la última etapa de la construcción del nuevo camino cuando uno de los trabajadores reportó que, en la ladera, había encontrado trazos que no eran naturales. “Cuando los revisamos, vimos que esos trazos eran, definitivamente, producto del trabajo del hombre”, dice. Era el gato. No se veía porque al mirador se llegaba por un camino en el que la ladera quedaba oculta. Era necesario cambiar el camino de acceso y contrarrestar el efecto de la erosión causada por el paso del tiempo para encontrarse con él.
Han pasado cientos y hasta miles de años, y los geoglifos que se hallan al sur del Perú no dejan de sorprendernos, no solo por sus trazos, sino por su resistencia. Aldo Accinelli destaca que esto se debe a que tanto los paracas como los nazca entendían muy bien el entorno en el que vivían y se desarrollaban, y aprendieron a sacarle el máximo provecho. Pero, ¿cómo se hicieron esos trazos en las pampas?
“Los geoglifos se hicieron en zonas donde no corre viento, por lo que lo único que necesitaban era levantar las capas de tierra y dejar expuesta la capa interior. No necesitaban mayor conocimiento de ingeniería. Y, en zonas donde corre mucho viento, las figuras se hicieron aglomerando piedras”, explica Accinelli.