Es difícil entender la historia de Sara Colonia Zambrano ( Huaraz, 1 de marzo de 1914 - Callao, 20 de diciembre de 1940 ) si no se comprende lo que significa “tener fe”. Nació en el interior de una familia de escasos recursos económicos, y su vida transcurrió entre las vicisitudes de la pobreza hasta que murió de paludismo en un hospital del Callao. Y es ahí que comienza su verdadera historia.
El cuerpo de Sarita Colonia —patrona de pobres— fue depositado en la fosa común del Cementerio Baquíjano y Carrillo de la Provincia Constitucional del Callao. No es fácil encontrar la fecha exacta del nacimiento del culto a Sarita Colonia. Lo suyo fue un caso exitoso de “recomendación boca a boca”. Bastó la atribución de un milagro para pasar de tener un devoto a tener decenas, cientos, miles, millones. A pesar de ello, la Iglesia católica no la reconoce como santa, pero sus fieles no necesitan una certificación oficial para profesar su fe, que se ve reflejada en las más diversas y curiosas manifestaciones culturales.
Sobre la antigua fosa común, hoy existe un mausoleo, a donde peregrinan sus millones de devotos. Se trata de una habitación con una tumba simbólica sobre la cual se levanta la imagen estilizada de Sarita. Las paredes del interior están colmadas de placas de agradecimiento por los milagros concedidos. Aunque a primera vista no entra una sola placa más, siempre entra. Al lado izquierdo de la tumba la mayólica en el piso señala el espacio como el elegido para prenderle velas a la santa. A la mano derecha, las flores y el pequeño e improvisado punto de venta de merchandising oficial a cargo de la familia Colonia: velas, rosarios, estampas.
El Centro Penitenciario del Callao llevó por muchos años el nombre de Sarita Colonia. Es casi imposible encontrar en el recinto un preso que no lleve a la santa del pueblo tatuada en la piel. Si no llegan al penal con un tatuaje, dentro de él se encargarán de tener uno. La Sarita, como la llaman, no es solo la santa de los pobres, de los ladrones, de las prostitutas o de los presidiarios de toda índole. Es también un ícono pop resignificado por las altas esferas de la intelectualidad limeña.
La transfiguración de Sarita
Una de las razones que sostienen el culto a Sarita Colonia es la leyenda de su virginidad. Se sabe que quiso ser monja y no concretó su deseo porque, tras la muerte de su madre, debió hacerse cargo de su familia. No se le conoció novio alguno y, además, se dice que, en una ocasión, fue abordada por un grupo de maleantes que intentaron violarla. No pudieron, pues estos descubrieron espantados que ella no tenía sexo. Como dijo el sociólogo Gonzalo Portocarrero: “La idea es que una mujer realmente virtuosa no puede ser violada”.
El crítico de arte Gustavo Buntinx ha señalado: “Aunque la Iglesia denuncia su culto, los innumerables devotos lo incorporan al aparato sincrético del catolicismo popular. Allí, Sarita actúa como intercesora ante Dios para pedidos modestos y teóricamente accesibles (el dinerillo urgente para el alquiler, la libertad del marido preso, el retorno del amante hastiado y, sobre todo, trabajo). Son las necesidades y esperanzas más concretas de aquel sector parcial o totalmente marginado que, sin embargo, va definiendo la nueva personalidad limeña en una ciudad donde la marginalidad constituye una experiencia mayoritaria”.
Al respecto, el investigador Harold Hernández Lefranc, en el texto “Sarita Colonia: estetización del ícono y uso de imágenes ¿para la autonomía cultural?”, sostiene una interesante teoría: parece ser que el culto a Sarita no sería tal sin la supuesta crítica de los devotos a la Iglesia oficial, sin el exotismo de los homosexuales, sin el escándalo de las prostitutas y sin la amenaza de violencia de los delincuentes.
El fenómeno social de Sarita no sería interesante sin su cuota de bizarría y exotismo, en la que la marginalidad se hace central. Sin embargo, plantea una pregunta importante: si lo suyo es la marginalidad, ¿por qué la necesidad de la cirugía plástica post mortem del fenotipo de Sarita Colonia, de uno andino a otro blanco? Los cambios que ha sufrido el rostro de Sarita Colonia a partir de una foto familiar —la única imagen suya que existe— son evidentes y, aunque podría atribuirse esta evolución a licencias propias de los artistas, Hernández reconoce que esta práctica de blanqueamiento de imágenes a partir de pinturas o fotografías se extiende a otras santitas y excede el espacio religioso.
No obstante, este cambio estético puede estar relacionado con la popularización de la imagen y la creación de merchandising. Podemos encontrar una explicación a ello en el texto “El proceso de resemantización en figura contracultural de Frida Kahlo con fines comerciales”, escrito por la investigadora de la Universidad de Alicante Celia Marco Segura. En él, la autora señala: “La contracultura es una de las bases del sistema consumista. Cantidad de aspectos relacionados con la rebeldía o lo contracultural, como personajes, estilos de música o incluso ciudades, han sido convertidos en íconos con fines comerciales”.
La comercialización de la figura de Sarita Colonia se da tanto en los espacios de cultura académica y formal como en los populares, haciendo que su culto sea uno de los más democráticos de los que tenemos registro.