El proyecto Lima Antigua está constituido por la colección de fotografías y objetos diversos recogidos por el espíritu curioso y nostálgico de Vladimir Velásquez, diseñador gráfico de 42 años, quien hace unos tres lustros empezó a armar un archivo que hoy alberga piezas vitales para ejecutar un profundo y minucioso ejercicio de memoria histórica.
Velásquez ha logrado reunir más de ocho mil postales fotográficas —la mayoría de ellas datan de fines del siglo XIX e inicios del siglo XX— y alrededor de dos mil objetos curiosos, como mapas, grabados, afiches, etc. Todas estas piezas reunidas ayudan a contar la historia de una Lima que se fue. Parte de ese archivo es reproducido en el suplemento especial que este domingo 25 puede encontrar en la edición impresa de El Comercio: Un recorrido fotográfico inédito por los festejos del aniversario número cien de nuestra Independencia.
—¿Cómo empezó a armar la colección que hoy forma parte de su proyecto Lima Antigua?
Suena curioso, pero fue por mi fascinación por las historietas, los cómics. Buscando tesoros en este rubro, me sumergí en el corazón de Lima. Me obsesioné con encontrar cómics antiguos y también revistas donde aparecieran las primeras viñetas o caricaturas. En esa búsqueda me topé con “Variedades”, la revista dirigida por Clemente Palma que se había publicado entre 1908 y 1932. En sus ejemplares encontré más de una sorpresa: no solo caricaturas antiguas, sino un testimonio gráfico de la Lima que se fue. Me enamoré inmediatamente de esas postales de Lima antigua. Empecé a reconocer en esas imágenes calles que había recorrido de pequeño de la mano de mi padre y a las que no les había prestado atención. Fue como redescubrir la historia. Entonces empecé a buscar, de forma cada vez más minuciosa, fotografías y objetos antiguos.
—Con ocho mil fotos y dos mil objetos de indudable valor histórico, ¿nunca ha recibido una oferta de parte del Estado por su colección?
He realizado algunas colaboraciones con el Ministerio de Cultura para exposiciones, y también he recibido invitaciones de distintas municipalidades para hacer lo propio. Pero más allá de proponer una exposición temporal, no he encontrado una institución que realmente busque comprometerse con el proyecto, o con la preservación, o la digitalización, o que proponga la formación de un espacio cultural.
—¿Cuál es su sueño?
Tener una casa cultural. Mi lucha no es solo por preservar el recuerdo de la Lima antigua. Mi lucha también es por defender su patrimonio y por difundir su historia. Si la gente no conoce o no reconoce aquello que forma su historia, entonces no lo va a valorar, no lo va a cuidar. Antes de la pandemia yo organizaba paseos guiados por Lima y compartía con la gente las cosas que he ido aprendiendo sobre la ciudad. Muchas veces, durante las visitas, escuché a personas decir “en este lugar me pasó tal cosa”. Así, la historia del lugar que yo les estaba mostrando se enriquecía y estoy seguro de que esas personas miraban la ciudad con otros ojos.