Nuestro planeta, tal como lo conocemos ahora, ha transitado por cuatro grandes etapas en su evolución respecto a la humanidad. La primera ocurrió hace unos 70.000 años con el dominio de la naturaleza sobre la humanidad; la segunda fue la de la confraternidad y armonía entre humanidad y naturaleza; la tercera, con el crecimiento poblacional y la invención de nuevas tecnologías, se caracterizó por el dominio de la humanidad sobre la naturaleza, rompiéndose el equilibrio ecológico; y la cuarta —que estamos viviendo con toda su crudeza en estos tiempos de pandemia— está marcada por la respuesta de la naturaleza a la humanidad. Si pudiéramos escuchar a la naturaleza, esta nos cuestionaría con las siguientes palabras:
“Soy tu madre naturaleza, la que te da el oxígeno limpio para que respires, te doy el agua para llenar tus mares donde viven miles de especies, para que bebas, prepares tus alimentos, te asees e irrigues tus campos de cultivo; te proporciono la luz solar para contribuir al crecimiento y fotosíntesis de las plantas; te proporciono las noches para que descanses y se pueda refrescar tu temperatura; te brindo los minerales e hidrocarburos para que los conviertas en productos derivados que te sirvan para tu uso diario; las playas para que pases días agradables; las montañas y decenas de pisos ecológicos para que puedas sembrar tus alimentos, etc. Pero, durante muchos años, no me has conservado, protegido y cuidado. Has hecho uso y abuso de todo lo que te ofrecí. En respuesta, ahora tendrás más sequias, más tormentas tropicales, más lluvias torrenciales, más deslizamientos de tierra, escasez hídrica, inseguridad alimentaria, enfermedades nuevas y el empeoramiento de las existentes. Mientras esto suceda, seguirás creciendo demográficamente y requerirás más de mis recursos”.
Esta alocución podría terminar con estas palabras: “Finalmente, te digo que yo puedo vivir sin ti, pero tú no puedes vivir sin mi”.
Desastres globales
En la actualidad, los únicos desastres naturales que persisten desde las primeras etapas de formación de nuestro planeta, son los producidos por las erupciones volcánicas y los terremotos. El resto de desastres —los causados por el incremento de la temperatura de la Tierra, el llamado cambio climático— están siendo acelerados por la acción humana. Estos son los huracanes, las lluvias torrenciales, las inundaciones, las grandes sequias, las desglaciaciones, los incendios forestales, etc.
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Si bien fueron naturales durante la evolución de la Tierra, y cada uno de ellos requirieron miles de años para manifestarse; en la actualidad, estos mismos fenómenos están ocurriendo en periodos muy cortos, con mayor frecuencia y mayor letalidad. La razón: la acción humana sobre la naturaleza.
La advertencia
El 9 de agosto pasado, el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus sigas en inglés), concluye en su VI informe que el calentamiento global y la contaminación ambiental han rebasado las predicciones anteriores. A fines de esta década, el aumento de la temperatura terrestre habrá alcanzado los 1,5 grados centígrados, valor suficiente para que nuestro planeta experimente eventos climáticos y ambientales sin precedentes. Los más afectados serán los países más vulnerables en África, Asia y América Latina, a pesar de que no son los mayores causantes de los gases de efecto invernadero.
Con la elevación de la temperatura se producirán desastres con mayor fuerza y frecuencia. A continuación, enumeramos los más evidentes: las desglaciaciones en el Ártico, Antártico, el Himalaya, los Andes, los Alpes, etc.; incendios forestales en el sudoeste de Canadá, en California, Turquía, Grecia, Siberia, la Amazonia, Australia, la sierra sur del Perú y otros de magnitudes más pequeñas que no son reportados; sequias en el cuerno de África, en países del Medio Oriente, del Sub Sahara, del Sahara mediterráneo, en el sur de la Europa mediterránea, en el norte de México y el suroeste de Estados Unidos. Además, desertificación, estrés hídrico, tormentas tropicales, como los huracanes en el Caribe y las costas de Estados Unidos (que hemos visto en días recientes), lluvias torrenciales, elevación de la temperatura y del nivel del mar que afecta a las más de 50 islas-naciones en el Pacifico sur y los países del Caribe, ubicados geográficamente a pocos metros sobre el mar, y a las costas de todos los países donde reside más de la mitad de la población mundial.
Contaminación antropogénica
A todas estas causas y efectos del cambio climático, tenemos que añadir la contaminación ambiental antropogénica. Así comprenderemos mejor los actuales desastres. Diariamente, producimos millones de toneladas de residuos sólidos, desechos alimenticios, materiales plásticos, artefactos eléctricos, artículos de limpieza, etc. Muchos de estos desechos, en particular los orgánicos, cuando no son reciclados emiten el gas metano, uno de los que contribuyen al calentamiento global de nuestro planeta.
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Otra causa de la contaminación ambiental es la emisión del anhídrido carbónico por el uso de los combustibles fósiles o las emisiones de humo producidas por las chimeneas de las fábricas. El uso de agroquímicos para la agricultura que afectan la biodiversidad y contaminan el suelo y el agua. Estas causas de la contaminación ambiental han sido suficientemente estudiadas, razón por la que ya no deseamos ser repetitivos.
Problemas locales
En el caso peruano, la costa desértica representa solo el 10 por ciento de todo el territorio nacional, pero alberga el 56 por ciento de la población nacional. El 80 por ciento de agua que consumimos en la costa proviene de los glaciares (ver recuadro), los ríos superficiales, subterráneos, las lagunas y de las épocas de lluvias entre noviembre y abril de cada año.
Por razones del estrés hídrico y el incremento de la temperatura, el desierto costero se está ampliando. Se estima que en ocho o diez años estas fuentes de agua habrán disminuido notoriamente produciendo una escasez muy severa.
De otro lado, los incendios forestales en la selva, en el Cusco, Apurímac, Ayacucho y otras zonas bajas de la sierra, son cada vez más frecuentes y no tienen precedentes en años anteriores. Estos incendios, no solo producen perdida de la biodiversidad, sino también afectan la agricultura y la ganadería.
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Nuestro crecimiento económico, de los últimos 20 años, nos ha traído un mayor consumo de productos importados, muchos de ellos contaminantes como los plásticos y químicos. Como consecuencia, estamos produciendo millones de toneladas de residuos sólidos y no sólidos.
La aparición del COVID-19, si bien redujo nuestro uso de energías fósiles durante las cuarentenas, actualmente el mayor uso de materiales sanitarios y de protección en hospitales y clínicas ha originado que millones de mascarillas descartables y no reciclables que terminen en los botaderos, ríos y en el mar.
En conclusión, los desastres actuales no son naturales, sino consecuencia de la acción humana sobre la naturaleza.
Más información
En el Perú hemos perdido más del 40 por ciento de nuestros glaciares debido a la desglaciación. Un ejemplo es lo que está ocurriendo en el nevado Huaytapallana, en la sierra central. Para demostrarlo, llevamos a cabo una investigación para la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) en 2018-19 sobre Cambio Climático y Migración, junto con un equipo multidisciplinario. En el estudio, demostramos que el citado nevado había perdido el 44 por ciento de su masa glaciar y que en solo 40 años más, habrá desaparecido. Similares procesos experimentan otros nevados, en particular aquellos que están por debajo de los 5.500 metros sobre el nivel del mar.
La pérdida de las masas glaciares está causando y causaran un severo estrés hídrico en particular en épocas de estiaje, no solo para las poblaciones campesinas que viven en la cuenca de las cordilleras, sino en ciudades pequeñas, medianas y grandes de la sierra y principalmente en la costa peruana. Por razones de la desglaciación, se han formado miles de lagunas en las partes bajas de los nevados que representan un permanente peligro de deslizamiento con resultados negativos para la agricultura y las vidas humanas.
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