Mientras escribía Tiempo de vida, un relato que cuenta la tensa relación con su padre, Marcos Giralt Torrente tenía miedo de fallar. Le aterraba la idea de escribir un mal libro, convertir la historia personal en un intento fallido de literatura. Hundido en la inseguridad, pasó muchos meses sin saber cómo empezar. Al final optó por lo simple: convertir el inicio del libro en el relato de cómo no conseguía escribir. Tiempo de vida es también la historia de su propia escritura. Cuando se publicó en 2010, tuvo un éxito inmediato, y pese a no ser el último de sus libros, sigue siendo el más recordado.
Alguna vez dijiste que tienes una voluntad frágil para escribir. No es casual que entre tus libros exista un espacio de tiempo de cuatro o cinco años. ¿Cómo es tu relación con la escritura? ¿Podrías vivir sin ella?Me demoro demasiado entre libro y libro por causas ajenas a mi voluntad. Para escribir necesito estar muy centrado, vivir casi literalmente dentro del libro, y ese estado en mi caso es muy difícil de lograr. La vida y sus compromisos me absorben con facilidad. Quizá soy algo pusilánime a la hora de defenderme de las intromisiones. De todas formas, no todo lo que me aparta de la escritura es ingrato. En estos cuatro años me he dedicado, por ejemplo, a vivir intensamente la paternidad. Eso me parece más fascinante que cualquier proyecto literario. Las librerías están llenas de libros absolutamente prescindibles y no quiero perder tiempo con mi hijo por escribir uno de ellos. Mi escritura no es compulsiva, me horrorizaría que así fuera. La precede el sentido, pues nace de la necesidad de entender algo.
Al año siguiente de “Tiempo de vida” apareció tu libro de cuentos “El final del amor”. ¿Sientes que requiere un gran esfuerzo sacudirse de la no ficción y volver a escribir cuentos y novelas? Escribí rápido “El final del amor” para sacudir el vértigo que, después de“ Tiempo de vida”, todos me decían que sentiría con mi siguiente libro. En cierto modo puedo decir que no ha funcionado. Para muchos mi último libro no computa, esperan otro “Tiempo de vida” y eso es imposible. Lo cierto es que no siento una preferencia entre la ficción y la no ficción. Creo que es una distinción absolutamente artificiosa. Mi lucha, por ejemplo, de Karl Ove Knausgård, ¿es ficción o no lo es? La gente diría que no. Yo, sin embargo, considero que contiene más ficción que la mayoría de las novelas. Lo que sí creo es que los libros, para que merezcan la pena, tienen que resultar irremediables en la cabeza de su autor. Y eso es lo que no es tan fácil, da igual que sea de ficción o no.
Comentaste que tuviste que buscar tu propia voz para poder escribir Tiempo de vida. ¿Crees que el hecho de encontrarla y plasmarla en el libro modificó tu manera de escribir de ahí en adelante? La voz de “Tiempo de vida” es una creación. Lo de encontrar es una convención. No la encontré: la creé. Nadie tiene una sola voz permanentemente porque ni siquiera se tiene permanentemente el mismo tono vital. Yo tuve que inventar una que pareciera resumir todas las mías. Dicho esto, ese esfuerzo de inventarme esa voz sí ha tenido resultados duraderos. Me ha liberado de cierto alambicamiento excesivo de mi prosa. O eso espero. Sigo creyendo que la prosa debe ser “bonita” en el sentido de contener una apuesta estética, pero cada vez estoy más convencido de que cargarla en exceso crea tics y amaneramientos que acaban por conformar pantallas impenetrables de lenguaje.
Tus cuentos suelen ser extensos, casi como nouvelles y, aunque “Tiempo de vida” no es una novela, la defines como una “ficción sin invención”. ¿El género híbrido es algo que te interesa? No es que me interese. Ocurre que se nos ha impuesto a muchos lectores y escritores como la mejor manera de trasladar las incertidumbres de esta época bisagra en la que vivimos. La literatura es siempre un reflejo de la realidad donde nace y, en un tiempo en el que las teorías totalizadoras han muerto y en el que nadie parece saber a dónde vamos, es normal que lo fragmentario e híbrido triunfe. Así puede decirse que somos en estos momentos híbridos y fragmentarios. La arena bajo nuestros pies se mueve y los valores y códigos en los que fuimos educados —procedentes, en su mayoría, del siglo XIX— están literalmente hechos jirones sin que ni siquiera tengamos la comodidad de saber qué los va a sustituir. De momento parece reinar el desconcierto, el mal gusto y la falta de pudor.
¿Qué estás escribiendo en este momento?Tengo dos proyectos y no consigo, como desearía, que ninguno tome la delantera. Uno es una suerte de autobiografía en la que no comparezco sino en forma de elipsis, y el otro es una colección de cuentos. Últimamente, dadas las dificultades para despegarme de uno de ellos, estoy pensando en unirlos dentro del mismo libro. Sería, como sin duda ya adivinas, un libro fragmentario