Su historia es conocida, pero no por ello deja de ser asombrosa. Lurgio Gavilán fue arrastrado al terrorismo, luego formó parte del ejército, después fue misionero y, ahora es un importante antropólogo con estudios de doctorado en la Universidad Iberoamericana de México. En 2012 publicó un libro que se convertiría en best seller: “Memorias de un soldado desconocido”, un valioso testimonio personal que nos ayuda a comprender los años de violencia en el Perú, y que está siendo adaptada al cine bajo la dirección de Lucho Llosa y guion de Mario Vargas Llosa. Además, acaba de publicar el libro de ensayos “Comunidades de América Latina”, coeditado con Vicente Terrones.
Tu historia de vida es impresionante ¿has conocido a otra persona con experiencias similares?No creo que el mío sea un caso único. Mi historia ha salido a la luz por el libro “Memorias de un soldado desconocido”; pero cuántas personas habrán pasado por lo mismo, lo que sucede es que son pocos los que se animaron a contar su historia. La mayoría son campesinos pobres que entraron al terrorismo porque no tenían alternativa, o porque les vendieron la idea de justicia, de igualdad, y que luego ya no podían salir.
Has publicado una carta en internet dirigida al Shogún, el militar que te rescató de Sendero y te introdujo al ejército.Sí, le estoy muy agradecido porque gracias a gente como él, sobreviví. Lo conocí una mañana en que me capturaron entre balaceras. En lugar de matarme, me llevó al cuartel y me puso a estudiar. Luego de un tiempo, como unos tres o cuatro meses, desapareció. Seguramente lo destacaron a otro lado; los oficiales siempre iban y venían, permanecían máximo un año en la misma base militar. Nunca supe más de él, salvo en una navidad que recibí un regalo que me envió con unos soldados. Eso es algo que nunca voy a olvidar. Me gustaría volver a verlo.
¿Qué te hizo virar hacia la vida religiosa cuando saliste del ejército? Siempre he perseguido la justicia social. Cuando fui soldado, me encontré con monjitas que ayudaban a los devastados por la guerra, llevándoles ropita, algo que comer. Eso me llamó la atención. Alguien me dijo que yo podía ser sacerdote y hacer lo mismo que ellas, entonces me volví misionero franciscano. He estado en Ocopa, en Huancayo, en la selva… aprendí muchas cosas que valoro y vivo agradecido de esa experiencia.
Y luego, ¿por qué decidiste dejar también esa vida y estudiar antropología?Hay votos que te atan, que no te dejan mirar más allá si permaneces absorto en la religión y en el convento. Creo que quería romper con eso, entonces me retiré. Si no lo hubiera hecho, ahora sería sacerdote, misionero o estaría enseñando catecismo, y quizá nunca hubiera escrito “Memorias de un soldado desconocido”.
En un pasaje del libro dices que los peruanos tenemos una idiosincrasia discriminatoria, que somos un país desunido. ¿Cómo crees que podamos dejar de serlo? Hay una discriminación que atraviesa todas las capas de la sociedad. No sé desde cuándo la arrastramos, tal vez desde antes de la llegada de los españoles. Hay una palabra en quechua muy bonita que es huklla, significa ‘unidos’, ‘uno solo’. Pero esto no se ve a nivel nacional, salvo cuando se trata del fútbol, y ni aun así, porque cuando ganamos estamos unidos, pero cuando perdemos… No solo se da en la ciudad, incluso en las comunidades andinas pasa lo mismo: hay odios y rencores como en el resto del país. Pero la diferencia es que en estas comunidades, hay espacios de ayuda colectiva, por eso lograron sanarse de la guerra. Pasaron tantos horrores, y a pesar de ellos fueron capaces de curar sus heridas. Hay espacios para hacer rituales de muerte, espacios lúdicos, de fiesta, etc., de muy larga data. Justamente desarrollé ese tema en mi tesis de maestría. Estudié poblaciones que fueron arrasadas por la violencia política y cómo a través de su cultura y su identidad se curaron física y mentalmente, aunque no totalmente, porque a pesar de que hayan pasado los años esas heridas siguen doliendo. Quizás conociendo la riqueza cultural que tenemos, aprendiendo a valorar las diferentes culturas que componen el país, podamos empezar a pensar en la unión.Otra cosa que no nos deja avanzar es la mentira. Nos mentimos todo el tiempo, y cada vez que aparece la fiebre electoral, esto se agudiza. Entonces no confiamos en nosotros mismos. No he pensado en una receta para conseguir una unión nacional, pero la mentira es un hábito que debemos erradicar de nuestra sociedad y principalmente de la política.
¿Crees que hemos alcanzado una reconciliación nacional? ¿Crees que la CVR ayudó?La CVR habrá cometido errores, pero ayudó a conocer cuánta gente murió a raíz del conflicto, nos ayudó a reconocer lo que nos tocó vivir. Gracias a ella hubo informes, reparaciones civiles colectivas, surgieron instituciones… Pero no creo que hayamos logrado una reconciliación. Las heridas siguen abiertas, duelen en nuestros cuerpos y en nuestras mentes, no podemos terminar en un abrazo fraterno. No se va a dar eso por ahora. Entre paisanos nos hemos matado, nos hemos hecho mucho daño… tendrá que pasar largo tiempo para que podamos perdonar y olvidar. Y en ese largo tiempo, seguramente aparecerá otro motivo de conflicto, y otra vez el odio, el miedo… Estas cosas nos acompañan a lo largo de la vida. Entonces, lo más importante es aprender a convivir, a ser tolerantes, aprender de estos errores y hablar de eso públicamente. De parte de Abimael Guzmán nunca vamos a escuchar unas disculpas, y creo que de nuestros gobernantes, tampoco. Andamos desmemoriados, lo cual es muy peligroso, porque muy fácilmente podemos volver a pasar por una etapa de violencia. Siguen existiendo las mismas condiciones que encontró Abimael Guzmán para hacer la revolución. Si uno va a las comunidades campesinas o a la periferia de Lima, verá que allá no ha cambiado nada. Si encuentran un líder que los convoque, seguramente va a resurgir la violencia. Aunque también hay textos nuevos que nos ayudan a pensar en el conflicto, como “Los rendidos”, de Jose Carlos Agüero.
Entre estos libros aparece “Comunidades de América Latina”. Lo interesante es que parte del punto de vista del indígena. Sí, es que todos somos ex becarios de la Fundación Ford, que solo convocó a indígenas. No se ha presentado nunca estudios que partan de adentro, desde lo indígena; no hay una voz que diga “en mi comunidad pasa esto o aquello”. El libro incluye diez ensayos sobre violencia y territorio, donde cada uno de los autores trata de analizar por qué se dieron estos episodios de violencia en sus comunidades de Chile, México, Brasil, Guatemala y Perú.
Como antropólogo, ¿por qué crees que esta deshumanización se dio en ambos bandos: en los grupos terroristas y en las fuerzas del orden? Es difícil explicarlo, pero… había demasiada desigualdad, demasiado descontento social. Basta que aparezca un líder con esa prédica de igualdad, fraternidad… y capta rápidamente a gente necesitada que ve en ese discurso una esperanza. Pasa en todos lados, pero hay que analizar el contexto en que estos brotes de violencia aparecen. Aquí en México, por ejemplo, sigue siendo un tema muy complicado de tratar. Ha habido periodistas y académicos que se metieron a investigarlo y luego aparecieron asesinados porque los que están detrás de todo eso no quieren que se ventile lo que ocurre. No le conviene ni al Estado, ni a los grupos poderosos… a nadie le conviene. En Perú esta represión de la libertad de expresión es un poco menor, pero en los años ochenta y noventa, intentaron frenar también las investigaciones desde ambos lados. Es una triste realidad, pero hay que decirla. Es triste decir que el Estado puede cuidar nuestra vida y, al mismo tiempo, matarnos, igual que los terroristas.
¿Cómo va el rodaje de “Tatuajes en la memoria”?Ya hay una primera versión. Me gustó, me pareció buena, aunque no seguía estrictamente el texto, hay algunas variaciones porque es una ficción basada en “Memorias de un soldado desconocido”. Me dijeron que se estrenaría en el 2016, pero no sé si lleguen a terminarla para entonces, seguramente se demorarán uno o dos años más. También Javier Corcuera me invitó a participar en un documental que está preparando sobre la violencia política. Justamente ahora me voy a grabar a Ayacucho. Me parece que quedará muy bien.
La historiadora Cecilia Méndez dijo que no está de acuerdo con que Vargas Llosa sera el guionista de la película por una incompatibilidad ideológica, ¿qué opinas tú?Esa fue la opinión de Cecilia… Más allá de que pueda tener otro pensamiento, el trabajo que hace me parece admirable. Yo cedí los derechos y les di la libertad para que ellos lo adapten como crean. Confío en su trabajo.
¿Te enteraste de las declaracions que dio Lori Berenson días antes de abandonar el país, y de la noticia que sacó la agencia AP presentándola como “activista social”? ¿Crees en su arrepentimiento? No las vi, solo leí un titular. Sí, creo que con los años la gente reflexiona. Me parece que todos pueden decir de corazón que están arrepentidos. Pero también hay otros casos de gente que lo dice porque, como estrategia, les sirve muchísimo esta cuestión de victimización.En cuando a lo de la agencia AP, esas cosas pasan. No nos extrañemos que de aquí a unos años salga libre Abimael Guzmán.