Dos metáforas poderosas recorren “Motivos fuera del tiempo: las ruinas” (Pre-Textos, 2020), el reciente poemario de Martín Rodríguez-Gaona: la ciudad de Venecia como símbolo de lo trascendente, aunque asediada también por la decadencia del mercantilismo, y las ruinas como expresión de esa memoria de la cultura occidental, marcada por los mitos clásicos, la poesía y la filosofía, que merece ser rescatada en tiempos signados por la inmediatez de lo digital.
Tu libro anterior estuvo dedicado a Madrid, ahora eliges Venecia como esa ciudad que es memoria y ruina, pasado y presente, ¿crees que existe un diálogo entre ambos libros?
Yo diría que es un diálogo con toda mi obra. Digamos que la base de mis dos primeros libros publicados en el Perú (”Efectos personales” y “Pista de baile”) eran la actualización de la poética de la ciudad con todos los referentes posibles de nuestra tradición y de otras como la estadounidense, la grecolatina; luego, cuando salí definitivamente del Perú, el tema de la ciudad seguía estando ahí. Lo exploré en dos libros previos a este, “Codex de los poderes y los encantos” y “Madrid línea circular”. En general, gran parte del eje de mi obra tiene que ver no solo con el hecho de ser un poeta exiliado, sino también con este destino histórico que nos ha tocado vivir que es la globalización. Ahora, por mi predilección por la figura de Ezra Pound tenía una conexión emocional grande con Venecia, que es la ciudad europea que más conozco después de Madrid. A partir de eso hice este símbolo para articular todo un libro que tiene que ver con esa idea del hundimiento de un tiempo y una cultura y el rescate de la misma a través de la memoria que, de alguna manera, puede estar problematizada por la figura de Venecia.
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El libro se inicia con un texto en prosa que abre todos los caminos por los que sigue el poemario, un sujeto poético que se interna por la ciudad flotante y por siglos de cultura occidental, ¿cuál fue su proceso de creación?
Sí, digamos que cuando terminé de escribir “Madrid línea circular”, me di cuenta que tenía muchos intereses aparentemente inconexos y además también estaba trabajando en ese momento mis libros de ensayos sobre la poesía posmoderna española y el paso hacia lo digital y una cuestión fundamental en este transcurrir era la pérdida de la memoria por esta hiperactualidad, por lo efímero del aluvión informativo, de la oralidad electrónica; entonces me di cuenta de que había un orden, pero que no era lineal, sino algo que había estallado en fragmentos. Por eso, la composición del libro sobre estos temas: la memoria cultural, la lectura política del fin de la modernidad, la memoria sentimental, es como un estallido de cristales y en estos cristales no solo había dolor, sino también belleza, porque esa es otra de las cuestiones que organiza el libro y mi sensibilidad: el afán de la belleza y la trascendencia que son esas islas de sentido en la experiencia humana.
Construyes un “manifiesto inmaterialista” que es una crítica al capitalismo postindustrial ¿cuánto de juego hay ahí con los manifiestos surrealistas de inicios del siglo XX?
Sí, a lo mejor tiene que ver con Marinetti, quien es un protagonista también de Venecia, de su modernidad maquinal que atentaba contra la belleza clásica y todo esto tiene un paralelo con la revolución tecnológica que estamos viviendo. Sí, esa es la parte más explícitamente política de la propuesta del libro en el contexto de la globalización y del neoliberalismo exacerbado que se ha apoderado del planeta; pero no es solo una cuestión de esta época, la propia Venecia, en su origen, era una sociedad fundamentalmente creada con afanes de hegemonía, de estrategia comercial, con toda la oscuridad que eso puede implicar. Fue importante, por eso, la experiencia concreta de conocer Venecia. La primera vez que fui al palacio ducal, accedí a las distintas salas y quedé fascinado por el lujo, por belleza, por el poder, y de pronto me di cuenta que era el recorrido que tenían que hacer todos los negociantes, los políticos hasta llegar a la última cámara donde hablaban con los dux, es decir con el poder. Cuando se llega ahí ya no había nada que decir, te habían apabullado los sentidos y tu resistencia frente a eso era mínima. Eso era una estrategia. La belleza de las ideas, de las personas, de los monumentos precisamente nos obnubila, nos enceguece y es difícil recuperarse a eso, es como resistirse al canto de las sirenas. Yo creo que esta la saturación de los estímulos, pero en un nivel muy bajo, muy elemental, es lo que estamos viviendo ahora con toda la cultura electrónica, con ese constante flujo de imágenes que apelan a nuestro cerebro reptiliano, a esa parte básica de nuestra sensibilidad. Yo logro asociar todo esto, de alguna manera, como poeta, pues, finalmente, en el arte lo importante es generar preguntas.
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Apelas a múltiples referentes, Mnemósine, los mitos clásicos, Hölderlin, Benjamin…
Claro, Mnemósine es la madre de las musas, sin un homenaje a las musas es imposible la inspiración y la poesía según la mitología clásica, entonces esa parte de la memoria, por las razones que he dicho, del cambio cultural que estamos viviendo, es muy relevante y actual. En concreto, a partir de los autores emblemáticos que me refiero en el libro, esas mutaciones del culto a Mnemósine desde Hölderlin con su actualización, prácticamente, romántica de todos los mitos, hasta Walter Benjamin, quien piensa Europa como un extranjero, al ser un judío alemán afrancesado, hay, digamos, en mi biografía personal una conexión con esos autores. Con Benjamin puedo hacer un paralelo porque yo siempre he dicho que los peruanos somos occidentales periféricos, yo lo soy, pues dentro de las distintas vertientes de la cultura peruana esa es la más cercana a mí, la que he podido explorar, sin rechazar las otras, por supuesto. Yo creo que es una función de la literatura, y del arte en general, a través de estas revisiones mantener vivos a estos autores, a estas obras, así también nos mantenemos vivos nosotros porque nos articulamos en ese discurso, en ese gran río, algo que se está negando en este mismo instante por la hiperactualidad, por la moda que, en el caso concreto de la literatura, depende ahora de la viralidad. Se están editando productos editoriales de autores influencers, de fenómenos sociológicos o de mercado, una literatura que no tiene la pretensión de durar, de dialogar, de pensar.
Aparte de la figura de Hölderlin, esta visión del poeta en la torre, hay en el poemario también una mirada melancólica por esa modernidad perdida.
Sí, el propósito fundamental es defender la posibilidad de una memoria individual, que tú tengas un relativo control sobre tus pensamientos, tus sensaciones, tus proyectos, la posibilidad de pensar con autonomía que es lo único que nos puede, más o menos, defender de todo eso que está puesto en peligro por la cultura electrónica. Una red social como Facebook lo primero que hace cuando aparece el día es preguntarte qué estás pensando. Luego, te induce al recuerdo, “hace tres años hiciste esto”. Esa es una sensibilidad totalmente nueva, están condicionando nuestras respuestas y lo sabemos ya, en este momento, todo en función de la economía del Big Data, que, finalmente, es un control económico, comercial y político. Cuando mencionabas a Hölderlin, él era no solo el poeta en la torre, era un gran intelectual, un gran partícipe de las gestas de su generación, lo que pasa es que terminó así por su fragilidad también social, era un humilde tutor, tenía que caminar kilómetros para dar clases, y en algún momento se quiebra, pero sigue defendiendo esos altos ideales… la locura en pos de la belleza y la vedad, creo que para algunos artistas y poetas es preferible ese tipo de locura a la locura de la masa llevada a un exterminio generalizado. Eso es, por lo menos, lo que intento hacer al final del libro con esa apelación a Scardanelli, que es el nombre que Hölderlin asumió en la locura, que para mí implica más bien la esperanza.
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Motivos fuera del tiempo: las ruinas ha sido editado por Pre-Textos. Un libro que reúne prosa y poesía y se inicia con un viaje por Venecia a la búsqueda de esa trascendencia amenazada hoy por la inmediatez de la cultura digital.
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