En noviembre de 2018, durante una charla en un encuentro literario, Sofía Carrillo (Lima, 1977) confesó que durante su infancia y adolescencia tuvo una especie de crisis de representación: la mayoría de libros que leía, de películas que veía, de historias que oía, no incluían a la población afrodescendiente. Y, cuando la incluían —dijo ella—, lo hacían para mostrarla como la clase esclavizada; y si contaban la historia de una mujer, esta tenía que ser siempre violentada, abusada y, además, buena y cumplir un rol cuidador.
Sofía Carrillo dijo entonces que lo que más le asustaba de esas historias era ver que, al parecer, en el mundo no había otro lugar para ella. Así que ella misma se hizo uno.
Cuando hiciste mención a que no te sentiste representada en los libros que leías cuando eras pequeña, me quedé pensando: ¿Qué significa no sentirse representado?
Significa no ser parte de nada. Es sentirte en un mundo que normalmente no te ve, y cuando lo hace, lo hace con desagrado, con burla. Eso afecta cómo construyes tu mirada del mundo y de ti misma. Esa falta de representación le dice a una niña afrodescendiente que jamás será considerada como una niña linda, que no podrá conducir un programa de televisión, que no tiene un futuro visible, y eso se traduce en cómo construyes tu vida, siempre con mensajes siempre negativos, más allá del refuerzo que pueda existir en el ámbito más familiar y más íntimo. La representación es importante porque permite a las niñas y niños soñar.
¿Quién representa ahora a las mujeres afro?
Nosotras mismas nos representamos. Ahora sí que lo hacemos. Yo y muchas mujeres afrodescendientes en el Perú estamos orgullosas de ser afroperuanas.
¿Pero se sienten representadas en el imaginario peruano?
Es verdad que cuando se habla de representar la peruanidad no siempre hay gente como una, y si la hay suele basarse en estereotipos y no en valorar la diversidad. Es muy importante esto último. Es peligroso y dañino que se cuestione la diversidad bajo el argumento de “eres peruana y punto”, porque cuando al decir eso lo que se dice es “No nos importa lo que tú sientas, lo que tú representas, no me importa nada de tu vida”, borrando su la historia particular. Sin embargo, hay que reconocer que ya hay cambios. El Perú sigue siendo un país discriminador, pero hay experiencias que las jóvenes que hoy tienen 20 años o menos ya no van a vivir; cosas que sí hemos vivido las personas mayores de 30 o 40, ni qué decir las de 50 o 60. Y no las van a vivir porque ya hay una historia en la que se rompe el silencio, y hay mucha gente luchando contra el racismo y la discriminación.
¿De qué hablamos cuando hablamos de ser peruanas o peruanos?
Creo que la peruanidad todavía está en construcción, y para mí debería construirse en la diversidad, integrando a las y los afrodescendientes, indígenas y a las diversidades y disidencias sexuales.
Este año llegamos al Bicentenario y aún no saldamos la deuda histórica que se tiene con la población afro
Esa deuda histórica de la que hablas está pendiente con las mujeres, con el pueblo afro y con otras poblaciones, con otras naciones. Siempre somos los pueblos indígenas, afrodescendientes o las mujeres quienes debemos esperar, quienes debemos adaptarnos a que la gente entienda el por qué no debe discriminar, y es el momento de darle la vuelta a eso.
Tú eres periodista, activista, feminista, activista por los derechos de afro. ¿Crees que el activismo está reñido con ser, por ejemplo, periodista?
No, ya no lo creo. Confieso que durante mucho tiempo también me lo pregunté porque en este proceso de formación académica los periodistas más tradicionales no enseñaban que no necesariamente debemos tomar posición sobre un determinado tema. Sin embargo, ahora creo que tomar posición sin dejar de apostar la verdad también es posible y hasta necesario. Yo no soy activista porque un día me levanté y dije desde hoy voy a ser activista, sino que fue y es lo que he necesitado para poder seguir, para poder resistir a lo largo de mi vida personal y de mi vida profesional. He vivido momentos en los que me he tenido que decir “no voy a permitir que me discriminen o que me violenten por ser una mujer afrodescendiente. No voy a permitir que me cierren la puerta en la cara”.
¿Cómo llevar ese activismo más allá de la denuncia?
Las redes sociales ayudan a visibilizar situaciones cotidianas que dan cuenta de prácticas discriminatorias. Pero desde mi perspectiva, considero que estamos en un momento en que tenemos que trascender a eso y que ya no es suficiente pararme frente al público y decir soy negra. No. En este momento necesitamos pensar en un proyecto político y no estoy hablando necesariamente partidario, sino en un proyecto político que incorpore de manera explícita la participación de pueblos históricamente discriminados. Por ejemplo, las mujeres afroperuanas no somos solo sujetos que dan testimonio de racismo o clasismo, también tenemos que participar en las discusiones y plantear propuestas.
¿Qué cosa debería hacer el Estado que no está haciendo?
Mira, justamente hace poco participé en un Ted Talk, “TedxUcal, el mundo al revés” y ahí hablaba de la necesidad de que el Estado trabaje una verdadera política antirracista porque las leyes por sí solas no son suficientes. Es necesario hablar y hablar del tema porque necesitamos un cambio de mentalidad y que el Estado asuma su responsabilidad en ello. Aquí lo que tiene que hacer el sector educación es muy, muy importante y es clave para que podamos pensar en que las próximas generaciones vivan una mejor situación, que no respiren el racismo cuando salen a la calle. Yo todavía lo vivo. Cuando dicen que no existe o que es sutil, es falso. No, para mí el racismo en el Perú no es nada sutil. El racismo es evidente para las personas que lo vivimos. Por eso hablaba de un proyecto político que realmente evidencie la necesidad de plantear cambios estructurales.
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