La última imagen que se hizo viral de Run Run era la de un animal con las orejas caídas hacia los costados y la mirada perdida. La historia del zorrito andino que había sido vendido como perro por inescrupulosos terminó entre cuatro paredes, en un ambiente del Parque de las Leyendas, donde iba a ser evaluado, mientras cumplía una cuarentena. ¿Final feliz? El trato hacia los animales hace tiempo dejó de interesar solo a biólogos, científicos o veterinarios, sino también es preocupación de la filosofía contemporánea, especialmente de un campo que cobró auge en occidente desde los años 70 del siglo pasado: la ética ecológica.
La filósofa Teresa Arrieta, quien acaba de publicar Historia de la ética, es clara y precisa: “la ética en el siglo XXI o es una ética ecológica o simplemente no es ética”, dice. Para ella, es necesario dejar atrás esa imagen del hombre como rey de la naturaleza, como decía la Biblia, y lo afirmaba también el racionalismo científico que creó un abismo entre el hombre y los animales. “Ahora nos damos cuenta de que los animales son bastante más racionales de lo que pensábamos. Mantener el abismo con ellos es absurdo porque somos parte de la misma evolución. Nos debemos remontar no solo al eslabón perdido, del cual surgió la rama que dio origen al homo sapiens, sino al momento maravilloso del big bang, cuando empezaron a formarse los primeros átomos y luego las moléculas capaces de reproducirse a sí mismas, ahí empieza toda la evolución, desde los organismos unicelulares hasta nosotros”. Por eso, la filósofa peruana prefiere llamar a la Tierra nuestro hogar como lo hacía la alemana Hannah Arendt.
Derechos de los animales
A partir de los años 70 del siglo pasado, tras la constatación de los primeros desastres ecológicos producidos por el ser humano, comenzaron a surgir nuevas éticas que van de lo superficial a lo profundo. “Las éticas ecológicas superficiales —explica Arrieta— dicen cuidemos el planeta porque si no lo hacemos, sencillamente, no vamos a poder vivir. Luego, vienen las éticas intermedias que le dan valor a la naturaleza y a los seres que viven en ella, pero consideran al hombre como ser especial. Es decir, creen que si el hombre corre peligro puede sacrificarse un ambiente natural. Finalmente, están las éticas ecológicas profundas que se nutren del pensamiento oriental, como el hindú, y que tienen una concepción holística de lo existente. Dicen que el valor de la naturaleza es intrínseco y que el valor del hombre no es mayor a todo lo existente. Esta es la ética que me gustaría que imperase”.
En ese sentido, autores como Jesús Mosterín defienden la consideración moral de los animales no humanos y critican duramente, por ejemplo, la tauromaquia. ¿Pero tienen o no tienen derechos los animales? “Generalmente —responde Arrieta— se asocian derechos con deberes. Entonces como no se pueden exigir deberes a los animales, se cree que estos no tienen derechos; sin embargo, piense usted en un bebé recién nacido, no se le pueden exigir deberes, pero sí tiene el derecho de ser protegido por sus padres. Yo creo que debe salir victoriosa la idea de que los animales sí tienen derechos y en eso los movimientos verdes son muy activos y se han centrado, por ejemplo, en campañas contra el uso de pieles en la moda”.
Zoológicos en debate
Dentro de esta tendencia, la existencia misma del zoológico, esa idea de sacar a los animales de su hábitat para exhibirlos como atracción en espacios cerrados (aunque se busque rescatarlos y protegerlos como a Run Run), también es cuestionada: “Yo pienso que los zoológicos deberían quedar como piezas de museo para recordarnos que alguna vez los hombres fuimos muy crueles”, dice Arrieta.
En su opinión, no debe haber vuelta atrás, más aún cuando investigaciones en el campo de la biología están demostrando que sentimientos como la empatía o la solidaridad no son rasgos exclusivos de los humanos, sino que estos también existen en chimpancés, elefantes, bonobos y en otras especies como lo demuestran los estudios del biólogo Frans de Waal. Como precisa Arrieta, la empatía no se encuentra, como se creía antes, solo en el neocórtex, sino también en capas más profundas del cerebro, en esos espacios reptilianos que compartimos con todos los animales. La ética es de todos.
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Otra forma de maltrato animal que ya se está erradicando es la de los animales domados en los circos. “Que un león se pare en un taburete y no salte sobre su domador es porque le tine un miedo espantoso y eso solo se consigue con dolor”. dice Arrieta. El libro Historia de la ética, de Teresa Arrieta, ha sido editado por la editorial UNSA y tiene 426 páginas.