El deseo sexual desenfrenado pero estéril, la paralizante dependencia (al alcohol, al amante, a la madre, a la hija), la sofocante convicción de que se existe por un acto arbitrario, por un momento gratuito de placer: Ariana Harwicz nos arrastra por esta vorágine de sensaciones mediante una prosa densamente lírica, pero ágil y dinámica. La narradora es una hija sumida en una relación de codependencia con la madre, con quien vive en una precaria casita campestre. Ella mantiene a ambas, trabajando como vendedora en una tienda por departamento. Es, además, la amante de un hombre casado que vive en la ciudad; ambos se encuentran de cuando en cuando con el exclusivo propósito de tener relaciones sexuales. La narración, en primera persona, entrelaza libremente el recuerdo de episodios traumáticos, las impresiones subjetivas de un presente siempre intenso y las fantasías nacidas de la obsesión y el deseo: se trata de un flujo de conciencia libre de pudores limitantes, articulado mediante el uso intensivo (pero nunca gratuito) de metáforas sensoriales. Valiéndose de este trabajo exhaustivo del lenguaje, la argentina Harwicz retrata descarnadamente la relación entre madre e hija, la cual bordea, en sus extremos, el odio destructivo y el deseo sexual. Valiéndose de diálogos indiferenciados que revelan la mutabilidad de los roles que ambas asumen (y/o se niegan a asumir), la autora tematiza magistralmente no solo el complejo rol que juega la madre en la formación de la identidad de la protagonista (quien simultáneamente se identifica con ella, la desprecia y no se diferencia de ella), sino también la naturaleza del sexo como, simultáneamente, un acto generador de vida y puro placer ensimismado. La débil mental es, en suma, una nouvelle que trabaja el lenguaje hasta los límites de lo decible, hasta volverse un gran poema sobre los desajustes entre la identidad y el deseo.
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