El panorama de las Elecciones Generales 2021 se ha ido aclarando en los últimos días. El jefe de IDEA Internacional hace una evaluación de la jornada electoral y del inicio de la campaña por la segunda vuelta entre Keiko Fujimori, de Fuerza Popular, y Pedro Castillo, de Perú Libre.
—¿Cómo evalúan el proceso electoral?
Ha sido un reto muy grande para la ONPE organizar elecciones en medio de una pandemia, y creo que ha sido exitoso. Salvo pequeñas cosas que se pueden mejorar para la segunda vuelta, el proceso se ha desarrollado con normalidad y seguridad para los electores.
—Si bien hubo reclamos, no hubo candidatos que desconozcan los resultados. ¿Esa es una señal positiva?
No ha habido ninguna denuncia fundamentada de irregularidades. Ha habido preguntas, incomodidad por falta de información pero no denuncia significativa. Al final todos los candidatos han reconocido los resultados, lo cual es un dato favorable para el proceso electoral.
—Han circulado varios videos falsos sobre irregularidades en las elecciones. ¿La respuesta de ONPE ha sido acertada para que los electores no tengan dudas en el proceso?
Hay un componente técnico difícil de explicar, sobre todo de acopio de información, digitación, etc. Quizás está faltando información sobre cómo se dan esos procedimientos. Pero no son fáciles de entender, incluso para los personeros de los partidos. Lo que sí se puede decir es que la ONPE ha ido desarrollando a lo largo de los años mecanismos de seguridad bastante complejos que hacen muy difícil que se modifiquen los resultados sin dejar rastro. Los procedimientos de auditoría posterior permitirían determinar si hubiera habido algún tipo de cambio de resultados. Hasta donde sabemos no ha habido nada fuera de lo debido y la ONPE ha explicado cada una de las inquietudes surgidas en el camino.
—¿Cuánto daño hace que algunos candidatos den cabida a esta información dudosa?
Ha habido una proliferación de fake news, y muchas de ellas claramente sin indicios de credibilidad, muchas absurdas. Otras podrían sembrar dudas razonables, pero con las aclaraciones se desbaratan porque se han usado imágenes de procesos anteriores, información parcial, etc. Ese tipo de manipulación de la información sin duda daña el proceso.
—Los fake news se difunden para calar en la población. ¿Te parece que la información brindada por la ONPE ha sido clara de cara a los electores?
Muchos de estos temas son difíciles de entender porque son procedimientos donde hay muchos pasos que seguir, mandados por la propia legislación electoral y no son fáciles de explicar en una aclaración. Entiendo que no es fácil hacer algo didáctico que pueda viralizarse con la misma intensidad, pero quizás hace falta un poco de pedagogía, primero para que la gente de los partidos entienda cómo se dan los procedimientos. Se dice que hubo cédulas marcadas fuera de los ámbitos de votación, pero eso resulta irrelevante si esas cédulas no ingresan a un ánfora. Si hay miembros de mesa y personeros, esas cédulas marcadas nunca van a entrar. Esas son denuncias que hacen mucho ruido, pero no tienen ninguna credibilidad. Ciertamente es muy poco serio que candidatos o personeros de partidos difundan esta información sabiendo que es falsa o debiendo saber que es falsa.
—¿Qué cosas no debería repetir la ONPE?
Lo más llamativo tiene que ver con el horario de votación de los adultos mayores y personas con comorbilidades. Haberlos colocado en las primeras horas, sabiendo que es tradicional que las mesas abran con cierto retraso, no ha sido una buena idea. Quizás para la segunda vuelta convendría colocar su horario de votación hacia el mediodía.
—Con la segunda vuelta, hemos entrado a una etapa de polarización. ¿Cómo hacer para que en vez de dividir al país, las campañas firmen compromisos democráticos con otras fuerzas políticas?
Quien gane la segunda vuelta será presidente o presidenta, pero quien pierde no va a desaparecer de la escena; va a tener un rol importante en el Congreso. Ambas bancadas van a tener la posibilidad de sumar, incluso, algunos votos adicionales de otras bancadas afines. Ir a una guerra a muerte en este proceso va a ser nefasto para las posibilidades de gobernabilidad de quien gane. Este debería ser un momento de competir en fair play, y ubicar los disensos para diferenciarse en ellos, pero también dónde están los puntos para hacer fuerza común con todas las fuerzas [políticas]. Por ejemplo, los temas para salir de la pandemia, recuperar el empleo perdido o los ingresos de los que han perdido ingresos durante la pandemia. Hay un conjunto de retos que tendrían que ser parte de los acuerdos que luego garanticen el Ejecutivo y el Legislativo juntos. Romper puentes de contacto entre las dos fuerzas que han pasado a la segunda vuelta pueden significar para quien gane la elección costos muy grandes una vez instalado el nuevo Gobierno y el nuevo Congreso.
—¿Cuáles deberían ser los principales puntos que los candidatos fijen como compromisos que deberían cumplir? Antes lo fue la reforma política, y ahora atender la pandemia.
La reforma política sigue siendo un tema pendiente porque se avanzó a medias, y justamente la elección deja una serie de indicios de por dónde enfilar los próximos pasos. Queda más claro que se requiere partidos más sólidos, más conectados con la ciudadanía, que tengan mayor penetración en el país, que no sean meramente limeñas. Pero el asunto de la pandemia y la recuperación económica son temas urgentes que tiene que afrontar el próximo gobierno. Cuando se instale el próximo Gobierno, la pandemia no habrá acabado y habrá que tomar medidas importantes, para empezar, con el tema de la vacunación. El nuevo Gobierno va a necesitar un ambiente de tranquilidad y paz con el nuevo Congreso para arrancar su quinquenio de manera ordenada. Pero también hay que pensar en los cambios estructurales, como el de los partidos y retomar la reforma política trunca. También prepararnos para las elecciones del 2022.
—Mario Vargas Llosa ha pedido que los peruanos voten por Fuerza Popular. ¿Qué papel pueden jugar los garantes en esta segunda vuelta?
Estamos en la segunda vuelta con menos porcentaje sumado entre los dos candidatos que han pasado en los últimos 40 años. El promedio de la suma de los porcentajes no bajaba del 40%, y esta vez juntos no han llegado a 20% del padrón electoral. Tienen un techo muy grande en el que pueden crecer de cara a la segunda vuelta, y por tanto necesitan apoyos y declaraciones de distintos sectores para avanzar en conquistar el voto. No basta con que una persona apoye para que eso signifique un endose, pero un conjunto de apoyos pueden generar confianza; sobre todo si esta se ve refrendada con compromisos concretos. Hay temores específicos en relación con cada uno de los candidatos, y la mejor manera de disiparlos sería explicar muy claramente qué piensan hacer, y establecer compromisos medibles. Compromisos de hacer, y sobre todo de no hacer, compromisos que limitarán su acción respecto a ciertos temas que vulneren derechos o libertades. Eso sería importante para darle tranquilidad al gran número de personas que no han votado por ninguno de los dos.
—¿Cómo puede hacer la ciudadanía para exigirle compromisos a los candidatos si no tiene forma de dialogar con ellos? No hay interlocutores fuertes.
Hay una desafección frente a la política pero al mismo tiempo esta segunda vuelta va a generar interés. Mientras en la primera vuelta se sentía que se estaba frente a una gran diversidad de candidatos que peleaban un voto en un nivel muy limitado, nadie pasaba el 15%; en esta segunda vuelta sí es claro que estamos frente a dos candidatos de perfil muy diferente y que convocan emociones muy arraigadas. El antifujimorismo y el anticomunismo aparecen con mucha fuerza y creo que van a convocar una alta participación, y un debate intenso a lo largo de las próximas semanas. Ojalá ese debate sea racional, cuidadoso para ir a las esencias, en lugar de ir al insulto y la descalificación, sobre todo entre los votantes. Descalificar a los que han votado por una u otra opción no es algo democrático.
—Vemos una fragmentación grande en la votación del Congreso. Eso va a dificultar los consensos para las iniciativas. ¿Existe algún mecanismo para viabilizar un diálogo ordenado?
Hay dos hechos preocupantes en relación al Congreso. Uno, la gran cantidad de grupos políticos elegidos, que son un récord de las últimas décadas. Pero además que la consistencia de cada uno de ellos es muy débil. Muchos de los elegidos no son parte orgánica de estas colectividades. Han sido invitados o reclutados de último momento y no tienen ni lealtad ni adhesión sólida con las agrupaciones que los han llevado al Congreso. Probablemente no basta con negociar con 10 voceros, sino que quien requiera conseguir algo va a tener que negociar con un gran número de individualidades que van a tener juego propio. Eso hace mucho más difícil lograr acuerdos y avanzar. Ahora, en un Congreso bastante fragmentado, como el actual, se han conseguido votaciones de altísimo consenso en esta legislatura. Eso parecería decir que no es tan difícil obtener los consensos, pero lamentablemente no han sido para los grandes temas que se requieren miradas de largo plazo. Muchos han sido consensos para medidas efectistas más que para reformas más pensadas y de largo plazo. Sí creo que el Congreso viene como un espacio difícil, tanto para quienes están ahí como para el Gobierno que tenga que trabajar con ellos porque va a ser difícil construir consensos con una diversidad tan amplia.
—¿Hay salida a esa crisis?
Hay salida si se perfilan liderazgos con capacidad para articular consensos en el Congreso. Va a ser bien importante quiénes asuman el liderazgo de cada bancada, cómo planteen el trabajo tanto en comisiones como en el pleno. El rol de los voceros va a ser fundamental porque además de las obligaciones formales, deben tener la obligación de coordinar a sus bancadas y de garantizar que actúen de manera conjunta.