El orgullo de ser

peruano

Pundonores, pudores, héroes y representaciones que remiten

a lo que por la patria se siente.

ENCUESTA

Marcados por

la violencia

Una pesada herencia de enfrentamientos ha marcado nuestra

identidad. Seguimos en busca de una sociedad de iguales.

Autor CARMEN McEVOY

Es probable que salga muerto de esta “guerra maldita”,

le escribió Domingo Nieto a su esposa María, en el verano de 1834. La muerte a la que se refirió el militar moqueguano no era solamente física sino, también, simbólica. En efecto, su eliminación del escalafón militar seguida de su deportación a Guayaquil fue el alto precio que pagó por participar en un conflicto armado que ensangrentó al Perú por diez largos años. La “guerra maldita” que llevó a Nieto y a cientos de peruanos a la tumba fue el epílogo de una disputa electoral que escaló y se transformó en conflagración internacional. En ella se enfrentaron los veteranos de la mítica batalla de Ayacucho. Gestores de la independencia, los soldados de la república nunca imaginaron que la violencia y

la animosidad que descargaron contra los españoles

se dirigiría, una década después, contra ellos

y sus camaradas de armas.

 

El siglo XIX, como lo fue el inestable siglo XX, está marcado por el conflicto político y social. Desde el asesinato del presidente Balta (1872), seguido por el ajusticiamiento popular de sus verdugos –los hermanos Gutiérrez–, pasando por el magnicidio de Manuel Pardo (1878) y la sangrienta conflagración de 1894 –que cierra el siglo de la independencia– en el Perú la paz casi no existe. Porque si bien es cierto hay paréntesis de calma –pienso en los años de la República Aristocrática–, lo que predomina es el enfrentamiento y la violencia que este trae consigo. Es por el predominio de unas prácticas, instaladas a lo largo de varias décadas, que no sorprende que el siglo XX culmine con la “guerra milenaria” que Sendero Luminoso le declaró al Perú con el objetivo de “refundarlo”. El balance de este delirio macabro son los miles de muertos, cuyos cuerpos aún yacen en fosas comunes desperdigadas y esperando por una cristiana sepultura.

 

La herencia de la guerra- que por definición destruye las reglas de convivencia social– es la violencia que hasta la fecha reina entre nosotros. A lo anterior debe agregarse la desconfianza, la falta de solidaridad y el desprecio por un “otro” que usualmente es percibido como competidor o enemigo. La desunión cruza todos los estratos de nuestra sociedad contaminando el quehacer político.

En vez de trabajar en aras del bien común los políticos peruanos viven, en su gran mayoría, enfrascados en enfrentamientos de todo tipo y a veces incluso en ‘vendettas’ personales o pequeñas rencillas que

no le hacen ningún bien al Perú.

 

De cara al bicentenario es necesario que exploremos aquellos aspectos de nuestra historia que nos han ido marcando, entre ellos la guerra. Es verdad que debemos trabajar por un Perú reconciliado, sin odios ni rencores, pero también es cierto que para que ello ocurra es necesario que la justicia prevalezca entre nosotros. Siempre recuerdo el deseo del gran Jorge Basadre de

ver a todos sus paisanos sentados en una gran mesa

y hablando sobre el Perú. Para lograrlo es necesario reavivar nuestras más poderosas memorias, en especial las de los años de la ilusión republicana preñada de valores y de sueños, pero también proponernos construir una sociedad de iguales donde sea posible obtener la felicidad. Ese sueño de la ilustración heredado por los republicanos peruanos que emana de la paz y la armonía y nunca de la guerra y la desunión.

"De cara al Bicentenario es necesario que exploremos aquellos aspectos de nuestra historia que nos han ido marcando, entre ellos la guerra"

Profetas de

esta tierra

Mario Vargas Llosa y José Carlos Mariátegui: los pensadores más admirados por los peruanos.

Autor FERNANDO VIVAS

ENCUESTA

¿Cuáles de los siguientes pensadores cree que ha sido más importante en

la historia del Perú?

28%

Mario Vargas Llosa

4%

2%

25%

Jose Carlos

Mariátegui

16%

Victor Raúl

Haya de la Torre

12%

Jorge

Basadre

4%

Víctor A.

Belaunde

3%

Miguel G.

Prada

2%

José de la

Riva Agüero

1%

Hernando

de Soto

1%

José

Matos Mar

Otros

No precisa

FUENTE: Ipsos Perú

Sí sabemos reconocerlos. Les ponemos más barniz que el que la academia les ha dado; aunque también se nos dá por arañárselo. Y en el trance de subirlos y bajarlos del pedestal apreciamos, por fin, su intensísima condición peruana/humana.

 

 

Mario Vargas Llosa (1936) y José Carlos Mariátegui (1894-1930) están en un empate técnico (28% el primero, 27% el segundo) que invita a la polémica y a la inmediata reconciliación. Porque mucho los separa pero bien vale celebrar lo que en este sondeo los acerca. En las tres décadas que pasaron entre la muerte de uno y el despegue del otro, todo se globalizó y tecnificó; pero no tanto que nos impida compararlos: Ambos tenían hambre de modernidad y fueron a saciarlo a Europa, ambos fueron de izquierda hasta treintones y sigue abierta la polémica sobre cuál hubiera sido la ruta ideológica de José Carlos de no desaparecer tan pronto.

 

 

José Carlos sí fue pensador en sentido clásico. No hizo ficción como Mario; pero hizo no ficción sobre la ficción; pues la literatura fue uno de sus problemas. Mario hizo buena ficción sobre la no ficción. Y si la gloria en vida, los laureles, el aplauso de las multitudes y de los auditorios selectos, se los lleva Mario en abrumadora cantidad; José  Carlos tiene el premio consuelo y póstumo del pionerismo. Sino en los hechos, en su originalísima utopía americana: que tan marxista o

que tan arcaica –para extender abusivamente

el mote de trabajo que Mario usó en su ensayo

sobre Arguedas- son otros debates abiertos.

 

 

"Porque mucho los separa pero bien vale celebrar lo que los acerca. Ambos tenían hambre de modernidad"

En la emoción también provoca compararlos y separarlos. La tensión entre José Carlos y Víctor Raúl, el tercero del sondeo, es tan intensa como aquella entre Mario y el fujimorismo. Y no se escandalicen ante la interjección televisada de Hernando de Soto –profeta mejor reconocido en otras tierras- replicando las puyas de Mario en “El pez en el agua”; antes de leer a Víctor Raúl, en correspondencia con Ravines, atacar a José Carlos en su discapacidad. Nuestros ilustres son apasionados al enfrentarse como nosotros al invocarlos. Esa pasión, en buena hora, los llevó a la política.

 

 

Creación sin calco ni copia y escribir bestsellers con millones de copias;  romperse la cabeza con el problema del indio y despotricar de la civilización del espectáculo; la temprana agonía de uno (nunca mejor explicada en su aporte vital que por el último de la lista Alberto  Flores Galindo que tuvo la suya a los 40 años) y la coqueta y brillante vejez del otro. Magnífico empate por encima de las ideologías y de las relativas ausencias de Mario. Salud por eso.

 

Ilustración Víctor Sanjinez     Diseño Norman del Mar     Animación César Calle     Diseño y programación Pedro Vega