Son fumaderos, basurales, letrinas y hasta pistas de bicicross. A eso se han reducido muchas de las centenarias huacas de Lima. Aunque la ciudad cuenta con un rico patrimonio de 392 monumentos arqueológicos declarados, el Ministerio de Cultura solo ejecuta proyectos de conservación en 15 de ellos, es decir, en el 3,8% del total.
Mientras aún el Ministerio de Cultura dice no saber cuánto invertirá para construir el anunciado museo nacional en Pachacámac, la situación de las huacas capitalinas es lamentable. El Comercio recorrió cinco centros arqueológicos que, en opinión de varios especialistas, tienen gran valor histórico. Se constató que en cuatro de ellos la presencia del Estado es mínima. Es decir, no se encontraron arqueólogos ni guardianes ni cercos de protección.
El caso más grave es el de la huaca La Florida (1.800 a.C.), ubicada en la urbanización del mismo nombre, en el Rímac. Para llegar a este centro arqueológico se debe escalar montículos de basura y armarse de valor debido a que los ‘fumones’ son habituales en el lugar.
“Siempre vienen delincuentes a drogarse en la huaca. A veces traen colchones y duermen ahí”, comenta Paola Calle, quien vive frente a La Florida.
Según el arquitecto e historiador José Canziani, La Florida es uno de los templos en forma de U más antiguos y representativos del valle del Rímac. Hoy, este centro está tan deteriorado que resulta difícil imaginar las dimensiones que tuvo.
La situación también es triste en la huaca Mangomarca (900 d.C.), ubicada en San Juan de Lurigancho. Aunque el municipio distrital construyó un parque y plantó árboles cerca, algunas personas siguen quemando basura y utilizan los montículos de adobe para practicar acrobacias en moto. Según el instituto Rurichancho, Mangomarca ha perdido el 70% de su estructura original.
La huaca Los Perales (1.470 d.C.), ubicada en Santa Anita, no tiene cercos y es usada como campo de juego por los alumnos de un colegio aledaño. “Antes estaba peor. Ahora, por lo menos, la municipalidad limpia la huaca”, dice Lisbeth Canales, vecina de la calle Los Álamos.
Y la huaca Gloria, que es un complejo de piedra ubicado en un cerro de Ate, es custodiada por humildes lugareñas como Marcelina Medina. En ese centro no trabaja ningún arqueólogo y los estragos que dejaron los huaqueros son evidentes.
Donde sí se ejecutan trabajos de investigación es en la huaca Huaycán de Cieneguilla. Aunque este gran complejo ha sido amenazado por invasores de terrenos, en la actualidad es protegido por un equipo de arqueólogos del proyecto Qhapaq Ñan.
LAS ALIANZAS SON NECESARIASEl Ministerio de Cultura y algunas comunas han hecho lo posible por rescatar los sitios arqueológicos más importantes de Lima. Así ocurrió, por ejemplo, en los complejos de Pachacámac, Mateo Salado y en las huacas Pucllana y Huallamarca.
Luis Felipe Mejía, jefe de la Dirección de Patrimonio Arqueológico Inmueble del Ministerio de Cultura, señala a El Comercio que de las 377 huacas limeñas que no reciben mantenimiento del Estado, un 30% se encuentra en buen estado de conservación y el resto no. “Nuestros recursos son limitados. Por eso es muy importante fomentar asociaciones con municipios o privados para la recuperación de las huacas”, admite Mejía.
Para José Canziani, la inversión privada es fundamental, no obstante el primer paso para poner en valor las huacas es trabajar más en investigación. “Nadie va a invertir dinero en algo que no conoce”, dice Canziani.
El arquitecto Juan Carlos Zapata señala que las municipalidades también son responsables de la revalorización del patrimonio. Estas deben generar áreas verdes, zonas recreativas y mejorar la seguridad ciudadana cerca a las huacas.