ROXANNE CHEESMAN
Historiadora económica
Hacia 1920, los estudiantes sanmarquinos repetían como cantinela: “La condesa ya parió pericotes afligidos y borricos desamparados”. A ello respondían coros de letra variada: “Pobres los huérfanos de la amargura y las divorciadas de los barbones por siete pecados”. Esto, que a muchos limeños sonaría enigmático, se explica al conocer los viejos nombres de las calles que ya no recordamos, pues desde 1862 cientos de calles se unieron en pocos jirones. La explicación es: La condesa (cuadra 2 del Jr. Junín), Yaparió (3 de Cañete), Pericotes (2 de Cañete), Afligidos (1 Caylloma), Borricos, Desamparados (1 de Ancash).
Varios autores han perennizado en sus estudios esos nombres centenarios que pintan la forma de vivir de Lima colonial y republicana. Uno de ellos fue José Gálvez (“Calles de Lima y meses del Año”), en polémica con José Antonio Eguiguren, alcalde de Lima, presidente de la Asamblea Constituyente y candidato electo en los comicios presidenciales de 1936 que fueran anulados. Eguiguren, gran tradicionista, publicó con el seudónimo ‘Multatuli’ “Las calles de Lima” en 1945. Por él y otros autores, conocemos los variados y olvidados nombres de cada una de las cuatro calles que circundaban las más de cien manzanas de Lima, agrupadas en los “cuarteles” que antecedieron a los distritos.
Lima tenía calles para todos los gustos. Santos y santas las más. Pero también numerosas calles con nombres zoológicos: Borricos, Caballos (3 de Huancavelica), Cabritos (2 de Azángaro), Monas (2 de Conchucos), Patos (5 de Emancipación), Pejerrey (2 de Jauja), Pericotes (2 de Angaraes), Tigre, etc. Sobre cada uno de esos nombres existe una explicación, a veces contradictoria, como la calle Gato (4 de Azángaro) respecto de la cual hay hasta tres hipótesis. Su nombre pudo derivar del mercado negro Catú que allí se encontraba, de los numerosos felinos que existían por el mercado o de la familia Álvarez del Gato, vecinos notables del lugar.
Calles hubo también para honrar a la flora característica de cada cuadra o zona: Limoncillo (jr. Tumbes), Naranjos (10 de Ayacucho), Pacaes (9 de Carabaya) o Chirimoyo y claro, el Pepinal de Ansieta (Cementerio Presbítero Maestro) al que llevaba la calle de la Buena Muerte. Pero, al igual que en las zoológicas, los nombres que parecen ser de un vegetal podrían provenir de un apellido como el de la calle Coca (4 de Carabaya), debido tal vez a doña Francisca de Coca, cuñada del virrey Conde de Salvatierra.
La piedad limeña bautizó sus calles con nombres asistenciales como Afligidos, Desamparados, Huérfanos, Recogidas, Pobres o Divorciadas. En otros casos, por circunstancias casuales como la calle Mariquitas, así bautizada por la coincidencia de cinco Marías vecinas de ella (Villa Díaz, Dalón, Gandara, Casin y Soria). Un detalle curioso es la supersticiosa obsesión por el número Siete que se repite en muchos casos como Siete Pecados, Sietejeringas, Matasiete, etc. Y aun en las quintas y callejones como el de Las Siete Puñaladas. La bella Lima tiene en cada rincón un alegre o malévolo recuerdo que estudiar.