Hace unos meses Cristina practicó canotaje. Ok, no hay noticia aquí, pareciera, salvo para aquellos que el canotaje nos parece algo muy arriesgado y hacerlo supone un reto mayor.
Sin embargo para Cristina Ramos García el canotaje es pan comido si lo comparamos con su pasado. Y no porque sea una asidua practicante de deportes de aventura o una competidora innata. No. Cobra repercusión e importancia porque Cristina hizo canotaje con el corazón de otra persona, no con el suyo. Es decir, es una paciente que recibió un trasplante de corazón.
Cristina no tiene idea de quién fue, ni de cómo murió la persona que le donó. Cristina, a sus 24 años, realiza sus actividades como antes, estudia, trabaja, se divierte y disfruta, pero gracias a otros. O a otro, específicamente. Una persona que, antes de morir, decidió ser donante, y con eso, entregar su corazón - en todo el sentido de la palabra- para que funcione en el cuerpo de Cristina.
Y así como esta historia hay varias. Algunas de ellas salen a la luz, pero otras se mantienen en el anonimato. Podríamos decir que son cientos, miles o millones, pero lo cierto es que en Perú, la tasa de donantes de órganos es muy baja. Así que esa es una tarea pendiente para todos los que en nuestro DNI sigue figurando un NO como respuesta en el recuadro de “Donación de órganos”.
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Hace poco más de dos años, a Cristina le dijeron que su corazón era muy grande y que este no podía cumplir sus funciones con normalidad.
Para los doctores era algo así:• Diagnóstico: insuficiencia cardiaca. • Solución: trasplante de corazón
Para nosotros, casi casi una sentencia de muerte. Cristina necesitaba otro corazón para poder vivir. Así de crudo y real.
“Mi corazón (que debería tener el tamaño normal de un puño) era muy grande. Yo no podía respirar bien y al caminar me cansaba. El bombeo de sangre era lento y requería que yo haga mucho más esfuerzo”
“Esa noticia (la del trasplante de corazón) fue para mí muy chocante. Yo nunca imaginé que por una enfermedad que llegó tan de repente iba a necesitar otro corazón para seguir viviendo”
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A diferencia de algunos hospitales, el Incor está a otro nivel. Por su ubicación (espalda del hospital Rebagliati en Jesús María), es de fácil acceso. Por sus instalaciones, tiene todo lo que cualquier clínica local del más alto nivel tiene. Y ojo, contrario a lo que muchos pensarían, es del Estado.
En INCOR (Instituto Nacional Cardiovascular) se atienden personas con problemas en el corazón. El órgano que nos mantiene con vida y de bombear sangre a todo nuestro organismo es el protagonista en este local donde atienden los mejores cardiólogos del país.
Este es el caso del Dr. Franz Soplopuco, cirujano cardiovascular miembro del comité de trasplantes, y el médico responsable de la operación a Cristina.
Él nos habla sobre la importancia de donar órganos. Porque si bien los índices y porcentajes nos hablan de que no hay una cultura del donante en Perú, los casos, anécdotas e historias son, por decir lo menos, conmovedoras.
O cómo se explica que tras la muerte de una persona -que aceptó ser donante- se pueda donar varios de sus órganos, para mejorar la calidad de vida de varios, o también para salvar sus vidas.