La pena se ha mezclado con nostalgia y recuerdos en la redacción de El Comercio al conocerse esta mañana la noticia del fallecimiento de nuestro director general, Francisco Miró Quesada Cantuarias. A sus 100 años de edad, nadie mejor que él encarnaba la esencia del decano de la prensa nacional. Paco, como lo llamaban sus familiares y amigos, entendió que El Comercio no solo era un simple instrumento informativo, sino un órgano de docencia cívica y por eso durante más de ocho décadas trasladó su extraordinaria actividad intelectual como filósofo, matemático, político, diplomático y periodista, a estas páginas.
Francisco Miró Quesada Cantuarias nació el 21 de diciembre de 1918 en un hogar de periodistas. Su abuelo, José Antonio Miró Quesada, su padre, Óscar Miró Quesada de la Guerra (Racso), sus hijos y nietos lo eran y lo son. Esta circunstancia influyó en su temprana vocación de periodista cultural que empezó en 1936 cuando a los 17 años de edad publicó su primer artículo en El Comercio: “La filosofía de Schopenhauer y los dibujos animados”. Era el inicio de una erudición arropada por un incomparable y fino espíritu lúdico y la primera muestra de que estábamos ante un extraordinario exponente del periodismo hecho pedagogía.
Su padre acuñó la frase “Si el pueblo no puede ir a la universidad, la universidad debe ir al pueblo”; y él lo entendió mejor que nadie. Es así que en 1953 fundó “El Dominical”, un espacio cultural que no solo marca la vida de El Comercio, sino también la del país. Ahí logró mezclar a figuras consagradas como Jorge Basadre, Honorio Delgado, Aurelio Miró Quesada Sosa, con jóvenes universitarios como el más tarde premio Nobel Mario Vargas Llosa, quien publicó su primer texto en esas páginas a los 19 años. Pronto “El Dominical” recibiría también trabajos de autores de renombre como Bertrand Russell, Camus y Azorín y se convertiría en lectura obligada para varias generaciones.
En “El Dominical” también nació en 1957 “El Supercholo”, la versión peruana de Superman, una historieta creada por nuestro director general, en la cual resaltaba los valores peruanos. Y ahí también incursiona el humor de Sofocleto con sus sofonetos, sus frases célebres, sus mentiras universales, sus décimas y sus sinlogismos. Cuando le preguntaban qué es “El Dominical”, Paco respondía: “Todo”. Había algo para todos los gustos: política, economía, literatura, historia, geografía, historia, filosofía. Pero es, sobre todo ,un espacio hecho con amor para el Perú. Por eso resulta significativo que su primera carátula fuera una dedicada al Inca Garcilaso de la Vega, símbolo de ese Perú mestizo que surgió de la comunión de dos continentes.
Cinco años atrás, cuando El Comercio celebró su 175 aniversario, Francisco Miró Quesada Cantuarias reveló que fue en la biblioteca de su padre donde de niño encontró una libertad sin límites y ahí empezó a viajar por las dimensiones desconocidas de las matemáticas, la lógica y el pensamiento filosófico. Esa capacidad de asombro lo terminaría convirtiendo en una de las figuras del pensamiento peruano, y ese esfuerzo tendría su mayor reconocimiento en 1990 al ser elegido en Moscú el primer americano en ocupar el cargo de presidente de la Federación Internacional de Sociedades de Filosofía.
Jorge Paredes, editor de “El Dominical”, recuerda haberlo conocido poco después de haber asumido la presidencia de esa entidad que agrupa a instituciones académicas de más de 100 países. “El doctor Paco solía realizar largos viajes para cumplir sus compromisos académicos, pero cuando aparecía por las oficinas del suplemento, solía organizar reuniones de trabajo que eran clases magistrales. Con su voz serena y cálida como un susurro, demostraba su conocimiento en temas tan variados, desde metafísicos, como el significado del amor o la felicidad, hasta científicos, como la enigmática física cuántica e incluso se daba un tiempo para hablar de fútbol y box, su otra gran pasión”.
En noviembre del año pasado, a un mes de cumplir 100 años, Paco fue homenajeado en el hall principal de este Diario. En la ceremonia participaron amigos, familiares y periodistas que evocaban su enorme generosidad y entrega a esta casa editora. Se recordaba, por ejemplo, que en el 2006, con 87 años de edad, entrevistó al dalái lama durante su visita a Lima y que hasta el 2017 seguía escribiendo, semana a semana, lúcidas columnas en la sección de Opinión. También se recordó que fue ministro de Educación en el primer gobierno del arquitecto Fernando Belaunde Terry y embajador del Perú en Francia, pero fue, sobre todas las cosas, un dedicado esposo conformando una pareja ejemplar con Doris Rada y un amoroso padre, abuelo y bisabuelo.
Entre aplausos incesantes, colmados de cariño, los redactores saludaron la vida y obra del hombre que nos enseñó que cada día teníamos la oportunidad de descubrir y compartir algo nuevo. Hoy, duele en el alma saber que esa sería la última vez que lo veríamos en El Comercio, en su casa. Hace un mes sufrió una hemorragia intracerebral de la cual lamentablemente no se pudo recuperar.
Paco era el continuador de un largo legado de servicio. El patriarca de una familia y de un Diario que acaba de cumplir 180 años y que hoy llora la partida de uno de sus hijos más ilustres. Deja una huella imperecedera, propia de los hombres que estaban para la posteridad y que anidan en lo más profundo de nuestros corazones.