La iglesia cristiana El Aposento Alto, ubicada a la altura del km 4,5 de la Av. Túpac Amaru, en Independencia, es el centro de operaciones del polémico pastor Alberto Santana, quien saltó a la fama en mayo pasado durante la firma de compromiso de la entonces candidata presidencial Keiko Fujimori en contra del aborto y la unión civil. En dicho evento, quizá entusiasmado ante la atención mediática, Alberto Santana lanzó una cuestionada consigna: “Del homosexualismo han salido la peste rosa y el sida”. Ello mereció no solo que fuera calificado automáticamente como homofóbico sino que incluso motivó que termine denunciado penalmente por representantes del Centro de Promoción y Defensa de los Derechos Sexuales y Reproductivos (Promsex). “No soy homofóbico, yo amo a los homosexuales. Si no fuera así, esto no estaría lleno de personas que han visto en Dios una oportunidad de volver a su identidad”, dice a Somos desde su tribuna. Luego de cada ceremonia de ‘sanación’ para homosexuales, los fieles entregan dinero en sobres blancos.
Convencido de que el demonio lo hizo homosexual, Roberto Santomé se aferra a las palabras de Alberto Santana y no hay quien lo convenza de que no tendría por qué cambiar y que, más bien, debería luchar por ser aceptado y no marginado por lo que es. “Cristo me sacó de Sodoma. Ahora soy de nuevo un hombre, como cualquiera de los que están ‘completos’”, explica. “Quienes proponen esta agresiva y falsa ‘terapia’, basados en pseudo-ciencia, están vinculados a organizaciones de carácter religioso. Alberto Santana no solo propone la discriminación y el odio, sino también prácticas dañinas y lesivas a la integridad física y psicológica de quienes considera ‘enfermos’ o ‘anormales’”, aclara Susana Chávez, directora de Promsex. “Que una persona adulta decida someterse a estas prácticas vetadas por instituciones científicas y académicas de salud mental podría no ser un problema; pero sí que los sujetos a ‘reparar’ sean niños o adolescentes. Hay que decir basta”, finaliza.
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