Jesús María no es uno de los distritos con mayor tránsito vehicular, pero sus principales arterias se paralizan en horas punta debido a la mala señalización y semaforización en ocho intersecciones que vuelven el tráfico en uno de sus peores problemas.
Las zonas más problemáticas se ubican en vías metropolitanas. La primera es la intersección de las avenidas Salaverry y Rebagliati, seguida por el cruce de Salaverry con San Felipe. En tercer lugar está el cruce de Pershing con Gregorio Escobedo.
En último lugar está, la vuelta en U que se encuentra en Pershing, frente al Hospital Militar.
Los problemas de tránsito también se extienden a intersecciones que son competencia del municipio distrital. La comuna ha identificado cuatro puntos críticos: el cruce de las avenidas Horacio Urteaga y José María Plaza, el de la Av. Mariátegui con el Jr. Sinchi Roca, la intersección entre el Jr. Huiracocha con las avenidas Cuba y República Dominicana, y el cruce de los jirones Luzuriaga, Coronel Zegarra y Huiracocha.
“El problema no es ocasionado por un exceso de vehículos. Por una intersección deberían circular 800 carros por carril cada hora y en Jesús María muchos cruces ni siquiera llegan a esa cifra”, detalló Adrián Revilla, presidente de la Asociación Cruzada Vial (ACV).
Un estudio de la ACV en dos cruces problemáticos permitió comprobar esta realidad. Por la intersección Huiracocha-República Dominicana-Cuba durante la hora punta de las 8 a.m. transitaron 1.026 vehículos, y en el cruce Horacio Urteaga-José María Plaza lo hicieron 1.216.
Al tener dos carriles, el número ideal debería ser de 1.600 autos por cada curva.
“NO IMPLEMENTAN PROPUESTAS”
“La Municipalidad de Jesús María y otras nos pidieron propuestas para solucionar los problemas en sus intersecciones más problemáticas. Como asociación civil se las enviamos y hasta ahora no implementan ninguna”, detalló Revilla, especialista en transporte.
La implementación de una mejor señalización permitiría una mayor fluidez para los miles de vehículos que entran y salen de Jesús María. Hasta entonces, sus avenidas seguirán siendo sinónimo de pérdida de tiempo, no solo para sus 72.000 vecinos, sino para todos los limeños.