La música y bailes típicos de Japón, la ceremonia del té, su fina gastronomía, el brindis con sake y los paseos de mikoshi revivieron y recordaron en Lima esta semana la herencia japonesa en esta ciudad, en donde hoy día residen 60.000 descendientes de esta comunidad de emigrantes.Follow @sociedad_ecpe
Perú fue uno de los primeros destinos en Sudamérica de la inmigración japonesa, que arrancó en 1899 con 790 trabajadores del campo que llegaron en el barco Sakura Maru provenientes de prefecturas como Okinawa, Nagano y Gifu, entre otras, para trabajar en fundos agrícolas.
El que fue inicialmente un destino temporal se convirtió en el hogar para cientos de inmigrantes, que se dedicaron después al comercio y otros oficios, hasta llegar a convertirse en una de las comunidades asiáticas más numerosas e influyentes en el país.
La trascendencia de la comunidad japonesa en Perú se vive en Lima cada noviembre, en coincidencia con el día de la cultura en Japón, con la celebración de la Semana Cultural Japonesa en Lima, organizada por la Asociación Peruano Japonesa (APJ) y que cerró anoche con un multitudinario Matsuri, una festividad en la que se come, canta, baila y brinda al estilo nipón.
En el Matsuri, hubo tiendas de comida con dulces y platillos típicos japoneses como el tempura, mochi, teriyaki, sushi, soba y yakitori, espectáculos con bailes y canciones para niños de las escuelas de la colectividad japonesa, y en la noche, el momento central con el brindis de sake y los fuegos artificiales.
“A las 7 de la noche es el rompimiento del taru (barril), donde se invita a algunas personalidades para que rompan el barril de sake e invitan a todos porque el brindis es alegría”, contó a Efe la directora de Cultura de la APJ, Miyuki Ikeho.
Tras el brindis y el espectáculo de taiko, un elenco de tambores, vino el desfile de los mikoshi, los santuarios portátiles cargados en andas, que avanzaron al grito de ¡wasshoi! en medio de la algarabía en un estadio lleno de invitados.
Muchos visitantes acuden al festival gastronómico, que también ofrece el APJ días antes, atraídos por los platillos de pescado fresco, algas y arroz, así como los delicados dulces con base de frutas y masa de arroz.
“En el caso de Japón, la comida japonesa está considerada como un patrimonio inmaterial de la humanidad por la Unesco, es algo que tiene bastante valor agregado”, apuntó Ikeho.
La comida japonesa o nikkei, en fusión con la gastronomía peruana, “es bien llamativa, delicada, es bien visual, lo que es una de las características y peculiaridades que tiene”, agregó la directora cultural.
Como en muchas de las manifestaciones japonesas, el principal interés está puesto en la armonía entre el hombre y la naturaleza.
En la ceremonia del té, ofrecida durante la semana en la APJ, el agasajado es recibido en un salón bien minimalista, sin adornos, porque “lo que se quiere es que los invitados busquen en su interior y tengan un espacio para reflexionar”, explicó Ikeho.
“No ponen nada de adornos para que no se desconcentren y más bien puedan apreciar las cosas que están a su alrededor, una flor, los utensilios que se usan para la ceremonia, para que pueda interiorizar y tener un momento de relajación”, añadió.
Esa misma búsqueda de armonía entre el hombre y la naturaleza se puede apreciar en el arte del ikebana, que consiste en realizar adornos florales, y el bonsai, que es el cultivo de árboles en miniatura.
“En Japón hay un término que dicen el wa, que significa armonía, y ellos dicen que para que haya armonía tiene que haber orden, disciplina, respeto y equilibrio, si no hay esos cuatro elementos, no hay armonía”, agregó.
El impacto de la cultura japonesa en Lima se vive durante el resto del año en los numerosos restaurantes de comida nikkei, donde los comensales ya no temen el uso de los palitos, sino más bien los usan con entusiasmo.
También resulta sorprendente la legión de adolescentes que siguen el J-POP en fiestas como el Matsuri y no dudan en imitar los maquillajes y vestido de sus ídolos, originarios de unas islas a miles de kilómetros de la capital peruana pero en la que se sentirían como en casa. (EFE)
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