A mediodía una muchedumbre va y viene por el jirón de la Unión sin notar que en la octava cuadra hay un edificio, construido a inicios del siglo XX, que desde hace dos años permanece clausurado. Perteneció a Compañías Unidas de Seguros (una fusión de las empresas Urbana y Perú) y tiene detalles arquitectónicos tomados del neoclásico y del art nouveau. “En su diseño predominan elementos orgánicos como flores, enredaderas y figuras humanas de estilo griego. También columnas y frontones (techos triangulares)”, indica Vladimir Velásquez, director del proyecto cultural Lima Antigua.
Mientras señala el edificio, un hombre se detiene de golpe y, siguiendo el índice de aquel, eleva la vista y descubre, con la boca abierta, la estructura de cuatro pisos. Le llama la atención, especialmente, una figura femenina (una cariátide).
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En este edificio funcionó, hasta hace poco, una galería comercial con negocios de diferentes rubros, incluidos estudios de tatuajes y sex shops. En junio del 2016 y en marzo del 2017 sufrió dos incendios y fue declarado inhabitable. Se tapiaron los ingresos con cemento a la espera de su rehabilitación. Pero todo continúa igual, salvo que ahora, cuelgan letreros de “se vende” o “se alquila” en la fachada.
El inmueble fue catalogado ‘monumento nacional’ en 1989, cuando existía el Instituto Nacional de Cultura, y se encuentra en un área distinguida por Unesco como Patrimonio de la Humanidad. Sin embargo, por ser de propiedad privada, poco puede hacer el Estado por rehabilitarlo.
En total, el 10% de los predios declarados patrimonio cultural en el centro de Lima y el Rímac se encuentra en estado deplorable debido al tugurio, el abandono y la negligencia. Shirley Mozo, Directora de Patrimonio Cultural del Ministerio de Cultura, indica que de ese porcentaje, la mayoría de inmuebles son de propiedad del Arzobispado de Lima, de la Beneficencias Pública o personas que viven en el extranjero y se han desentendido de ellos.
Siendo propiedad privada, el ministerio tiene limitaciones para actuar: solo le puede exigir al propietario mantener intacta la fachada. De afectarla, lo máximo que puede hacer el ministerio es imponerle una multa.
Solo en caso de desastres o incendios, el sector puede activar un fondo de emergencia para evitar un mayor deterioro de los monumentos durante las primeras 24 horas de sucedido el siniestro. Luego de eso, la rehabilitación depende de la liquidez del propietario.
Este año la fiscalía pidió al sector Cultura un informe sobre una docena de edificaciones del centro histórico, que son joyas virreinales o de los primeros cien años de la República. La lista la forman, además de aquel predio del jirón de la Unión, el Teatro Colón (ubicado en la misma vía) y el edificio Giacoletti (en la Plaza San Martín). También varias construcciones de Barrios Altos, como El Buque y las quintas Heeren y Rincón del Prado.
Esta última es la más problemática. Le pertenece al convento de Santo Domingo, pero hace mucho que fue invadida. Del teatro que tuvo ahí la Perricholi no quedan más que ruinas y los murales que alguna vez lució la casa están incompletos. “El año pasado tuvimos que entrar con la policía para verificar el estado del inmueble. La gente depreda”, dice Shirley Mozo.
“No se puede dialogar con esas personas porque no tienen ningún interés en adquirir el predio ni adquirir responsabilidades: pago de arbitrios, tributos o renta. Se resisten al saneamiento. Se han acostumbrado a vivir gratis en casa ajena”, agrega.
Según la directora de Patrimonio Cultural, los dominicos tenían un proyecto interesante para poner en valor la quinta. “Pero no lo pueden llevar a cabo porque hace falta el desalojo”, dice Mozo.
“En el caso de la Quinta Hereen, ya nos hemos reunido con el propietario. Estamos a la espera de que se ejecute su proyecto”, dicen en Cultura. El mayor obstáculo en este caso para atraer inversiones es el entorno en el que se encuentra la propiedad.
—Abajo el puente—La Fiscalía pidió cuentas también sobre el mirador Ingunza y la Quinta Presa, en el Rímac. Esta última ya ha tenido cinco restauraciones en los últimos 100 años. “Se inauguraba la casa y se hacía una gran fiesta. Pero afuera era un terral y el barrio era inseguro. Nadie venía y al cabo de unos meses había que cerrarla”, cuenta José Méndez, director ejecutivo del Patronato del Rímac, que administra actualmente la quinta. “Ahora estamos trabajando para que la comunidad sienta que se beneficia con ella y se comprometa a mantenerla”, dice.
Actualmente, la quinta está recuperada para mirarla de fuera. Hace poco se construyó una plaza en el frontis para el disfrute de los vecinos, que costó medio millón de soles. “Logramos mantenerla limpia, pero la municipalidad debía mantener los jardines y otra vez son tierra. Aún así, los vecinos ya se sienten más contentos de vivir aquí”, dice Méndez.
El Patronato tiene un proyecto que cuenta ya con expediente técnico para la completa recuperación de la quinta. Requiere una inversión de S/19’765.000 a través del plan Copesco, de Mincetur, y otras empresas privadas dispuestas a financiarlo. A diferencia de las anteriores iniciativas, no solo contempla la recuperación arquitectónica del inmueble sino que prevé que este se convierta en un museo con un CITE creativo (centro de innovación y transferencia económica) en el ala izquierda y una panadería en el ala derecha, donde antiguamente se encontraba el molino de la casa. La parte trasera, donde se encuentra el jardín, se usaría para eventos.
“La idea era que la casa estuviera lista para el bicentenario, pero surgieron malentendidos entre Cultura y Mincetur y el proyecto se ha ido retrasando”, dice Méndez.
Pedro Rosario, alcalde del Rímac, revela que los 88 bienes declarados patrimonio en su distrito están deteriorados. Restaurar solo 12 de ellos demandará una inversión de S/80 millones y la comuna distrital tiene apenas un presupuesto anual de S/ 21’359.270. Sin embargo, se ha logrado sacar adelante un proyecto a través del Banco Interamericano de Desarrollo, que ya cuenta con el visto bueno de Cultura.
Incluye la puesta en valor de seis iglesias, entre ellas, Nuestra Señora Virgen del Rosario. Esta es la más pequeña del mundo y fue construida en el siglo XVI. En su fachada luce el escudo de la Unesco.
La otras iglesias que serán refaccionadas son San Lázaro, Nuestra Señora de Copacabana, Nuestra Señora Liberata, Nuestra Señora del Patrocinio y el piso del Convento de los Descalzos (su museo también ha sido considerado).
—El Buque— Desde el último incendio en el 2016 (sufrió otros en el 2014 y 2014), el edificio conocido como ‘El Buque’, ubicado en la segunda cuadra del jirón Cangallo, en Barrios Altos, se ha convertido en depósito basura. Este, recuerda Vladimir Velásquez, fue el primer conjunto habitacional de la Lima republicana. Fue construido en el siglo XIX con quincha y adobe, y originalmente contaba con escaleras de mármol y barandas de bronce. Hoy se ha transformado en el servicio higiénico de animales y drogadictos.
“La idea no es solo reconstruir o rehabilitar los edificios sino que tengan una utilidad para garantizar su mantenimiento. El buque, recuperado, podría convertirse en un centro cultural con espacios deportivos: estudios de karate, por ejemplo. Un lugar aprovechado por los vecinos de Barrios Altos, que refuerce la identidad de la zona. Falta espacios así donde los niños y adolescentes puedan desarrollarse culturalmente, recrearse de manera segura”.
El principal problema para la reconstrucción del Buque es el saneamiento de la propiedad. El multifamiliar tuvo en un momento hasta 16 inquilinos precarios, de los cuales solo cinco se formalizaron y compraron su parte. El resto permaneció como invasor. “No se puede llegar a un acuerdo con ellos para la reconstrucción. Tras el incendio muchos se fueron y llegaron nuevos invasores nocturnos y otros supuestos propietarios por prescripción adquisitiva y sucesión de herederos”.
—El edificio Giacoletti—La madrugada del 27 de octubre de 2018, se destruyó gran parte del Giacoletti, un edificio construido en 1912, que es más antiguo que la misma plaza San Martín.
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