Quienes trabajamos en el Centro de Lima sabemos que usar un auto particular, un ómnibus o un taxi para entrar o salir de allí lo único que garantiza es pasar eternos y desesperantes minutos en filas interminables. Así, aturdidos por el smog y el olor a fritanga de aceite desconocido, hay tanto tiempo a la mano que hasta es posible leer un par de veces alguno de esos bodoques que fabrica Dan Brown para seguir engordando su billetera. De ahí que el Metropolitano, a pesar de que sus usuarios viajan como sardinas, represente una bendición para quienes viven en el norte o el sur de la ciudad.
No hay mucha magia aquí. Lima requiere de un buen sistema de transporte público para aliviar el caos que soporta. Esa debería ser la prioridad de cualquier gestión municipal, sea del color que sea.
La idea del Metropolitano la trajo Alberto Andrade. Luis Castañeda tomó el testimonio, le cambió de nombre y después de infinitos retrasos y un presupuesto que engordó varias veces, lo puso en funcionamiento. El corredor segregado de alta capacidad (Cosac) I empezó a trabajar hace ocho años. Y debían construirse otros que integren el resto de la ciudad.
Aunque el sistema atiende apenas 700 mil de los viajes que se realizan a diario en Lima, no deja de ser un desahogo que sus usuarios agradecen.
Está claro que ese es el camino. ¿Qué se ha hecho entonces? Casi nada.
Empecemos por algo fundamental: el Metropolitano ni siquiera está concluido (resta un tramo hasta Carabayllo que debería ser entregado este año). Por este y otros incumplimientos en el contrato, aún se encuentra en fase de preoperación, es decir, no han empezado a correr los 12 años de concesión que se otorgaron a sus operadores.
Tampoco se sabe mucho de los otros Cosac. Y no ha habido avances fundamentales con el sistema de corredores que se inició en avenidas como Tacna, Arequipa y Javier Prado.
La alternativa ha sido insistir con el cemento, a pesar del estrepitoso fracaso del ‘by-pass’ 28 de Julio, el cual, recordémoslo, aún no se concluye.
Por eso la medida cautelar que suspende la ejecución de obras en las avenidas Aramburú y Parque Sur debería ser considerada un hito en defensa de la ciudad.
En lugar de los cambios en el diseño sugeridos por especialistas –una alternativa más efectiva y barata– el alcalde pretendía construir un carril extra. Un estudio de la Asociación Cruzada Vial señala que esto agravaría la congestión.
Manuel Velarde no parece ser muy querido en San Isidro. En los foros, sus vecinos dicen incendios sobre su gestión, pero ha tenido el valor de defender su distrito. Y le ha ahorrado a la ciudad ocho millones de soles. En Aramburú ha puesto el pecho frente a un atropello.