El investigador y consultor de estilos de vida y comportamiento social recibió a El Comercio para dar a conocer sus expectativas sobre lo que las cifras del censo 2017 podrían traslucir.—Hoy los peruanos revelaremos información mucho más relevante que el número de habitantes.Así es. Más que la cantidad de personas, hoy vamos a conocer las formas y características de nuestras vidas. El número [de habitantes] podría ser interesante, pero la disminución de la natalidad ha sido tan grande, pasando de seis a tres o dos hijos por mujer en las ciudades, que ahora el problema que contemplaba saber cuántas personas había se ha vuelto menos grave. En cambio, sí espero que haya sorpresas con respecto a la calidad de vida de las personas.
—¿Cómo cree que se van a comportar estas cifras al momento de describir la brecha social en el país?Las grandes diferencias sociales, que antes se marcaban en términos de acceso a bienes, se van a acortar. Antes esas grandes diferencias se daban por quienes tenían un auto, que era un símbolo de estatus, igual que la profesión. Tener un doctor en la familia era símbolo de estatus. Hoy todo eso se ha vuelto más popular y accesible. Lo mismo pasaba con la casa propia y con otros objetos, como la refrigeradora y la televisión. Eran formas de demostrar progreso. Ahora, esas diferencias sociales que antes se daban por la posesión de bienes o el acceso a la educación se van a reducir y eso, probablemente, va a ser una de las sorpresas más resaltantes del censo.
—¿El censo –como herramienta– es más poderoso que una encuesta o un estudio al momento de corroborar la reducción de la pobreza?El censo va a corroborar que las personas pobres, que vemos en términos numéricos, van a ser muchas menos de lo que vimos hace diez años. Ya las muestras y encuestas nos han mostrado que han disminuido, pero ahora vamos a tener la evidencia concreta. Hace diez años entrabas a una combi y había muchas probabilidades de que la mitad de los pasajeros no hubieran comido bien ese día. Hoy te subes a la misma combi y la mayor probabilidad es que no hayan comido bien solo dos personas. Eso será constatado este domingo.
—La pregunta 25 de la cartilla censal, relacionada al origen étnico, no ha sido bien recibida por algunos. El origen étnico sí se necesita medir. Hay una tendencia de muchas personas, por principio, a negarse a hablar de razas por ser algo segregacionista. Hay una mala sensación con respecto al concepto de raza, tanto así que ni siquiera quieren admitir que las razas existen. Yo creo que eso es un error, pues el medir no significa que se va a justificar la segregación. Medir es importante, sobre todo en un país donde se habla mucho de las razas como factor diferenciador.
—¿Por qué es importante la medición de razas?La raza es un concepto que en la sociología y psicología no tiene una buena definición. Así como hablamos de supuestas “razas puras” como blanca, negra o asiática, aquí se habla de razas indígenas. Sin embargo, esas no son razas, como tampoco lo es ser judío. Entonces, el problema es que el concepto está muy poco definido. Sin embargo, sí es importante, por lo menos, pedir a la gente que se autodefina porque así realmente sabremos cómo se siente. Ese es el elemento central. Y eso será otra de las sorpresas de hoy.
—¿Tiene algún pronóstico en estos censos sobre el nivel de aceptación de nuestro origen étnico?Sí. Hay una gran aceptación de que somos mestizos, de personas que dicen: “Mi identidad es mestiza, sin importar si tengo ascendencia china o de cualquier otro lugar”. Algunos se sentirán más cercanos a sus raíces nikkei y otros más identificados con su color de piel. Pero es importante, más que conocer de qué raza somos, saber cómo nos sentimos.
—¿Cree que la respuesta que daremos a la pregunta 25 será producto de un sentimiento de orgullo? Se ve que la gente, en lugar de decirte “yo soy blanco”, que en otro momento de la historia sería producto del ‘wannabe’ o la aspiración, ahora te dice de frente: “Soy mestizo”. En nuestros datos, más o menos el 15% se autodefine blanco. En algunos lugares en la sierra, por ejemplo Puno, otro pequeño porcentaje se autodefine indígena. Pero la gran mayoría dice que es mestizo. Esto nunca se veía porque siempre insistíamos en un tema de aspiracionalidad racial. Sin embargo, somos en esencia –y el censo nos lo va a decir– un país que se siente mestizo. Eso es más importante que saber si somos chinos, negros, blancos…
—¿Esto es un signo de autoestima?Estamos reconociéndonos como lo que somos y estamos reconociendo el valor de ese mestizaje. El Perú por primera vez está siendo una nación. Siempre hemos sido regiones separadas: el arequipeño, el norteño… pero hoy se puede hablar de una misma nación peruana con gente que se ha mezclado en todos lados. Somos una nación mestiza.
— Es inspirador saber esto estando cerca del bicentenario...Y se va a seguir dando, poco a poco, en la medida en que el país siga mejorando en la economía, en la reducción de la pobreza. Ahora, con las grandes mezclas, sobre todo las que se dieron en Lima, vemos que los ‘nacionales’ del norte se han juntado con los ‘nacionales’ de la selva y del sur. Todos se han mezclado. Entonces, ¿cómo se va a autodefinir ese joven que tiene un abuelo ayacuchano y una mamá cañetana? Dirá: “¿Qué soy yo? Peruano”.
—Hace solo unos años la definición de ‘mestizo’ tenía para muchos una connotación negativa...Sí. Igual que la definición de ‘serrano’, que era aun más negativa. Esta noticia es fuerte, pero nunca se ha dado relevancia al tema. Incluso pareciera que se ha querido ignorar el sentimiento del mestizaje. Por primera vez se puede hablar de la nación peruana. Empezamos a saber que somos un solo país, y empezamos a sentirnos parte de un solo país.
—¿Por qué seguimos arrastrando el término ‘jefe de familia’?Los conceptos jefe de familia y jefe del hogar han sido arrastrados por la historia, pero vamos a ver que esto va a cambiar. Es un anacronismo. Lo que pasa es que antes la familia se definía por el jefe de familia. Por ejemplo, el papá que tenía una tienda, mientras los hijos y la mamá ayudaban en ella. Toda la familia estaba ‘dominada’ por el jefe. Ahora, las mujeres son económicamente más fuertes –ahora los dos son jefes de familia–, y probablemente al hijo lo veamos, más bien, estudiando arte o ciencias.
—¿Podría ser el último censo en que se utilizará el término?Ahora mismo el concepto de jefe no tiene mucho sentido. La familia define al hogar, pero el nivel socioeconómico (NSE) está definido en función de varias características del jefe de familia, a pesar de que otros integrantes no sean del mismo ‘nivel’. El papá puede ser abogado y el hijo un artista callejero. Entonces, ese concepto es algo que va a ser uno de los menos útiles del censo. Tu papá puede ser obrero y tú un ingeniero, pero vives en la misma casa. Entonces, de nada te sirve el dato de NSE.
—¿La reducción de la natalidad y, por ende, el estancamiento del crecimiento demográfico puede ser ventajoso para un país en desarrollo?En el último censo, hace diez años, se vio que en muchas familias había un papá, tres hijos y una mujer que no trabajaba. Entonces, había un solo sueldo para cinco personas. Hoy la familia tiene solo dos hijos, y la mujer trabaja fuera de la casa. Gana menos que el hombre, es verdad, pero ahora han pasado a tener dos sueldos para cuatro personas. ¿Te das cuenta del bienestar que llega a las familias con esa diferencia?
—Al mismo tiempo, la disminución del tamaño de las familias hace que haya menos niños...Y como los niños no aportan al trabajo de la familia, el bienestar va a ser mucho mayor porque más gente trabaja para mantener a menos gente que no trabaja. Antes éramos muchos niños y pocos viejos. Hoy la mayoría de la población es joven. Te pregunto: ¿cuál es el mejor momento productivo de una persona? La juventud. Como mayoría de población, nuestra capacidad de trabajo y producción es mucho mayor. En otros países, como en Europa, es al contrario: hay muchas personas mayores que no producen. Nosotros demográficamente estamos en un momento de mucha fuerza que, bien aprovechada, nos haría un país con muchos beneficios. LEE TAMBIÉN...
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