Nuestra farándula está repleta de personajes de talento desconocido que, por razones que el común de los mortales ignoramos, tienen pantalla o voz en los espacios de espectáculos.
Uno de ellos es un sujeto que responde al apelativo de Richard Swing (su verdadero nombre es Richard Cisneros), quien años atrás alcanzó cierta notoriedad por los escándalos en los que fue protagonista y no por lo que afirma ser: cantante y productor musical.
Ante la denuncia de que el Ministerio de Cultura lo contrató en plena pandemia para dar charlas motivacionales a cambio de 30 mil soles, y que no era la primera vez que ese despacho requería de sus servicios (el monto que habría recibido supera los 100 mil soles), la pregunta cae de madura: ¿quién es el dueño del ‘swing’ de Richard Swing? Porque a este señor, digámoslo con todas las letras, no lo han contratado por equivocación. ¿Qué hubo detrás? ¿cuáles fueron sus méritos? ¿por qué se le encargó “la ejecución de actividades motivacionales a través de conferencias virtuales para mejorar el rendimiento laboral, personal y social de los servidores”?
Lo más indignante es el silencio del Ministerio de Cultura, roto recién ayer por un comunicado en que señala que el dichoso contrato ha sido dado por concluido y “se ha dado inicio de manera inmediata al proceso de investigación que corresponde”. En suma, lo mismo de siempre.
Todo aquel relacionado con la cultura coincide en que el desempeño del ministerio durante la pandemia ha sido lamentable. Pero su actitud ante el caso Swing ha sido vergonzosa.