No tuvo que transcurrir mucho tiempo para que el país empezara a sufrir las nefastas consecuencias de la captura del Ejecutivo por parte del Congreso. El primer día del señor Merino de Lama como presidente estuvo signado por las protestas y el desgobierno. Mientras grupos de manifestantes se desplazaban por el Centro de Lima y diversas regiones del país expresando su repudio, las nuevas autoridades olvidaron las importantes tareas que acababan de asumir y desaparecieron. Su única respuesta fue un penoso e irresponsable silencio.
En realidad, no había mucho que esperar. Quienes promovieron y consiguieron la vacancia del señor Vizcarra suelen regodearse hablando de la legalidad de la medida, pero no pueden decir lo mismo de su legitimidad. Han derribado un Gobierno sin ninguna prueba sólida, usando como argumento indicios de una investigación aún en curso. Antepusieron su interés particular y su ánimo de venganza sobre cualquier vestigio de madurez.
Lo han hecho, además, con dos gramos de aceptación popular. Comparar lo ocurrido este martes con la asunción de Valentín Paniagua es una afrenta a su memoria.
¿Qué nos espera? El signo de interrogación es gigantesco. Ayer, entre las generalidades que repletaron su discurso inaugural, el señor Merino de Lama dijo que mantendría al equipo médico y técnico que trabaja en el control de la pandemia… ¿Entonces, dónde quedaron las críticas al Gobierno anterior por el combate del virus? Pues tal parece que tendremos que acostumbrarnos a contradicciones como esta.
Mientras tanto, el señor José Vega declaraba que la liberación de Antauro Humala “estaba en curso” y la comisión de Educación anunciaba que hoy pondría en debate una serie de proyectos para crear más universidades y modificar la ley universitaria. En cola aguardan los proyectos de retiro de fondos de la AFP y la ONP.
Y el 2020 aún no termina.