El 27 de febrero de 2010, un terremoto de magnitud 8,8 sacudió Chile a las 03:34 de la madrugada. El epicentro tuvo lugar al sur del país, en la región del Biobío, a seis horas de Santiago de Chile. De acuerdo con la Subsecretaría del Interior de Chile, este movimiento dejó más de 500 fallecidos y medio millón de viviendas dañadas.
Solo 15 minutos después de este fenómeno, un tsunami que no fue alertado por las autoridades, arrasó con la costa del país.
“Nos encontrábamos en la playa Las Cruces (a 6 horas del epicentro, región del Biobío) cuando llegó este movimiento muy fuerte. La ONEMI (Oficina Nacional de Emergencia del Ministerio del Interior) había dicho que no iba a haber tsunami, entonces la gente que estaba al sur y que se había puesto a buen recaudo, nuevamente bajó a sus viviendas, pero sí hubo tsunami. Ahí es donde murió mucha gente. Fue un gran error”. Así recuerda Melanie Suil (29), ciudadana chilena, aquella noche.
La mayor cantidad de fallecidos fue debido a este tsunami inadvertido. Según el informe realizado por la Organización Panamericana de la Salud (OPS), la fuerza del océano asoló la costa chilena destruyendo varios pueblos: Constitución, Iloca, Duao, Pelluhue, Talcahuano y Dichato. El archipiélago Juan Fernández, a pesar de no haber sufrido el terremoto, fue impactado por los tsunamis que devastaron su única población, San Juan Bautista. La alerta posterior llegó a 53 países, incluidos Hawai y Nueva Zelanda.
“Las noticias que llegaban decían que no iba a haber tsunami, pero ocurrió lo contrario. Cuando ya teníamos que regresar a Santiago, vimos la carretera hecha trizas, solo podíamos ir hasta ciertos tramos y las réplicas que se sentían eran muy fuertes”, narra Suil.
Tras el movimiento, el 80% del país quedó sumido en la oscuridad total. Servicios básicos como agua, luz y telefonía presentaron fallas. Ante el estado en el que se encontraban las zonas afectadas, el Gobierno decidió declarar “estado de excepción constitucional de catástrofe” por un plazo de 30 días. Además, se aplicó toque de queda. En el epicentro, este fue desde las 6 de la tarde hasta las 7 de la mañana del día siguiente.
“El país no estaba preparado. Pese a que Chile es un país sísmico y las construcciones que hay están hechas para soportar fuertes movimientos tras el sismo de 1960 (de magnitud 9.5), no tenemos cultura de tsunamis. De sismos sí, pero no de tsunamis”, indica.
Lecciones
En los últimos 60 años, el país sureño ha sufrido 29 sismos de magnitudes igual o mayor a 7. En 1960 soportó el más potente de toda la historia: 9,5. Marcelo Lagos López, docente del departamento de geografía Física de la Pontificia Universidad Católica de Chile, señala que se fortalecieron los sistema de alerta temprana de tsunami, se actualizaron los mapas de inundación, se priorizaron proyectos como los bosques de mitigación en zonas costeras, entre otros.
“De alguna forma el terremoto del 2010 fue la mecha de que se debía hacer cambios. Antes no se consideraban escenarios de tsunamis por sismos cercanos a magnitud 9 o mayores porque asustaba a la gente y a las empresas inmobiliarias. Se demostró que era necesario mirar ese problema de frente”, dijo el geólogo para este diario en 2021.
Otro cambio fue la creación del Instituto para la Resiliencia ante Desastres orientada a la investigación, desarrollo e innovación con el objetivo de mejorar la colaboración entre el Estado, la academia y sociedad civil ante desastres.
Si bien desde el 2010 Chile cuenta ahora con una alerta temprana de desastres y tienen tres simulacros al año al ser un país altamente sísmico, el propio expresidente Sebastián Piñera, un año después de este movimiento, admitió que la preparación es clave para enfrentar estos desastres.
“Lo cierto es que no estábamos preparados, nadie puede asegurar que las fuerzas de la naturaleza y las fuerzas de la adversidad no van a volver a golpear a nuestro país”, dijo.
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