Imaginemos que X es artista. Muy activo en redes sociales, en las elecciones de la primera vuelta, mostró su apoyo incondicional a la candidata de uno de los partidos de izquierda, con la cual ilustró su perfil de Facebook. Como hicieron decenas de sus compañeros. A partir de entonces, no dejó de responder a personas que empezaron a preguntarle abiertamente el porqué de su elección. Debió tolerar además el ataque de los parientes. La derrota de su candidata lo desmotivó y asumió que su voto en segunda vuelta sería viciado. Por eso no volvió a dar su apoyo incondicional a ningún candidato, pero sí demostró su anti-fujimorismo, como gran parte de los electores. Siempre reclamó un voto crítico, nada de cheques en blanco. El domingo 6, luego del flash electoral, escribió sobre la enorme brecha que parecía dividir el país.
A la mañana siguiente, empezaron a llegarle los insultos a su celular. Algunos borraron sus mensajes después. Otros lo eliminaron como amigo del Facebook. Lee cosas terribles publicadas por una joven vendedora de arte. Otra le confirma que existe una lista negra de artistas en la cual él se encuentra, y que circula con la recomendación de no comprar las obras de aquellos artistas incómodos por opinar libremente. Siente pena y preocupación. Duda si tal ridiculez puede ser real. Luego reconoce a notables colegas como el pintor Ramiro Llona o el fotógrafo Hans Stoll que denuncian encontrarse en una situación parecida.
¿Qué está pasando en las redes? Como señalan los artistas convocados para este artículo, una minoría ha emprendido una campaña extrema para intimidar a aquellos artistas que han compartido una opinión independiente. ¿Esta polarización ha revelado los fantasmas de parte del coleccionismo local y sus agentes comerciales? ¿Cuan peligroso puede ser un boicot en redes a los artistas? ¿Podemos hablar de reconciliación en medio de esta polarización? Además de exponer y criticar este absurdo, estos creadores y críticos de arte defienden a brazo partido el derecho de expresión de los artistas y hacen un llamado a la sensatez.
Un llamado que, ciertamente, abrió oficialmente la asociación Mujeres Artistas visuales del Perú, lanzado el pasado viernes. Allí se escribe: “El arte será siempre un espacio de libertad, de apertura, de pluralidad, de tolerancia, de respeto y de dignidad. Ante las recientes manifestaciones intimidantes que ha recibido el gremio artístico, rechazamos todo tipo de acción o intentos de coerción que afecte al ejercicio de la libertad de expresión y de nuestra práctica artística”.
“Quisiéramos pedir calma en estos momentos tensos y recuperar el respeto mutuo. Es fundamental saber escuchar a los demás y poder expresar opiniones e ideas democráticamente”, señalan.
Cómo administrar el disenso
“El chantaje, la intimidación y las amenazas de afectar la carrera de artistas por expresar su voto son inaceptables”, afirma, por su parte, el curador Miguel A. López. “Que algunos gestores o coleccionistas vean la compra de arte como ‘un favor’ a los artistas revela una perspectiva grosera y estrecha que desconoce al trabajador del arte como ciudadano y sujeto político”, dice. Para la historiadora de arte Natalia Majluf, el punto de partida del sistema democrático es administrar el disenso. “Tachar a quien no piensa como uno es por ello profundamente anti-democrático”, explica. “Hacerlo desde alguna posición de poder es reprobable, e intentar imponer ideas por coacción o chantaje invocando una falsa noción de libertad, es no sólo cínico y contradictorio sino absolutamente vergonzante”, añade.
El escultor Aldo Shiroma se declara absolutamente en contra de cualquier campaña de odio o intolerancia. “Creo firmemente en el respeto hacia la libertad: libertad para opinar diferente, para elegir y para expresarnos”, señala el escultor, que rechaza el simplista enfrentamiento del “nosotros contra ellos”. “Estoy cansado de que me planteen el escenario donde algunas personas quieren imponer la idea que “su” posición es la que defiende “la democracia” o “la libertad” de todos”, añade.
Cuidado con las listas
A Pancho Guerra García la situación le resulta indignante. “Cuando en el mercado del arte lo que importa es lo que piensan los galeristas y ya no la obra, es señal de algo mayor, algo que quizás siempre estuvo ahí”, afirma. Como señala el pintor, es necesario fortalecer las instituciones culturales y el propio gremio artístico, dispuestos a pensar en un nuevo paradigma para el mercado de arte. Una apuesta por un mercado de arte variado, que no solo viva del coleccionismo, sino por la demanda de una cada vez mayor clase media con curiosidad cultural que consume obras gracias a los nuevos medios de impresión y que se informa sobre todo por las redes sociales.
Hablando de indignaciones, como señala el pintor Miguel Aguirre, resulta escandaloso ver un “post” de una vendedora de arte que redacta una lista con los nombres de artistas que manifiestan una postura ideológica contraria a la suya y la distribuye intentando petardear sus carreras. “Esa persona tiene toda la libertad de elegir con qué artistas trabajar, pero otra cosa es dar nombres a quienes comercializan y/o coleccionan para presentarlos como resentidos sociales y no aptos para la compra. Yo, sinceramente, señalo que no es el sentir de las galeristas con quienes tengo estrecho vínculo, no solo como artista sino como amigo, así como del coleccionismo local que yo conozco”, señala.
Como explica Miguel Aguirre, esta situación manifiesta una postura preocupante, la cual considera que un artista (un ciudadano) y su obra deben estar disociados, que el pensamiento crítico en su trabajo es solo floritura neutralizada. “Pero esto no es novedad. Muchos compran arte para adornar sus casas”, lamenta. “Pero sí me preocupa porque varios colegas viven exclusivamente de su trabajo. Formar parte de esa lista les puede condenar a no vender más. Honestamente yo no soy un superventas y la mayoría de mi trabajo (cuando se ha vendido) ha caído en manos de coleccionistas que valoran lo que ahí he plasmado”, afirma.
“Es muy grave pensar en cortar las alas a quienes ya de por sí lo tenemos muy difícil. Debemos recuperemos el arte para todos. Sin sesgos ideológicos ni censura”, señala Pancho Guerra García.
Si bien el crítico Gustavo Buntinx desconoce si existe realmente alguna “lista negra”, la sola idea le parece absurda. “En tiempos postmodernos, sólo sistemas donde el Estado lo controla todo pueden imponer tales vetos”, afirma. Para el crítico, en las actuales sociedades abiertas, los llamados al boicot o a la censura, por parte de extremistas de cualquier signo político, suelen más bien beneficiar a los supuestos perjudicados. “En nuestra dispersa escena artística nadie tiene poder suficiente para establecer exclusiones determinantes. De uno u otro bando: ya en otras ocasiones supuestos estigmatizados de “derecha” o de “izquierda” han sabido reubicarse sin problemas en los mismo espacios que denostaban o de los que se proclamaban expulsados”, afirma.
Cómo detener el boicot
¿Cómo detener este triste boicot en redes? Para Miguel Aguirre, ya la enorme cantidad de comentarios contrarios a estas iniciativas censoras las han neutralizado en parte. “Ha manifestado que una buena parte de mis colegas no somos unos pánfilos que esperan sentados la “ayuda” de ciertas personas a las que hay que rendir pleitesía. Pero sí necesitamos los artistas redactar un pronunciamiento en que dejemos claro nuestra postura que respeta toda posición política –venga de donde venga pero siempre dentro de un marco democrático- de todos los involucrados en el mundo del arte, que subraye que siempre debe existir una absoluta equivalencia entre todos los agentes implicados (artistas, galeristas, art-dealers) pero en la que rechacemos tajantemente esos intentos de destruir carreras solo porque pensamos y obramos diferente”, explica.
Por su parte, para el curador Miguel A. López, “Las instituciones (museos, galerías, etc.) deben a su vez deslindar de estas violencias y ser responsables de la composición de sus equipos. Todas las instituciones del mundo están hoy siendo interpeladas y se les exige que sus comités reflejen la diversidad social de sus contextos y que sus líderes transmitan confianza a la comunidad artística. Si esto no es así, los artistas pueden y deben exigir cambios en pos de un ecosistema más saludable. Ese es el reto por delante”.
Para el crítico Gustavo Buntinx, estos arrebatos sin sentido en redes sirven al menos para reivindicar ideales libertarios esenciales para la existencia misma del arte. “Que productores y consumidores del arte generen y adquieran lo que les plazca. Y ojalá comprendan cómo lo que en el arte más nos importa es su complejidad y contradicción, no su “partido tomado”, explica.
Para unir las dos partes
¿Podemos hablar de reconciliación en medio de esta polarización? Miguel Aguirre encuentra muy difícil la posibilidad en estos momentos. “Esperemos a que las aguas se calmen. Siempre habrá de nuestra parte absoluta disposición para trabajar con entusiasmo con personas que respeten no solo mi trabajo sino mis ideas porque yo respeto las suyas. Eso es vivir en democracia”, afirma.
Para Aldo Shiroma, en estos tiempos complejos, en medio de un ambiente extremadamente enrarecido, los ciudadanos pareciera que tenemos la carne expuesta y cada palabra (bien o mal intencionada) se convierte en sal. “Somos un país con millones de deudos y endeudado por millones. No podemos seguir mordiéndonos, acusándonos y escupiendo mutuamente”, alerta.
“Vivimos en el mismo país y nos vamos a necesitar entre todos para salir adelante, para ser vigilantes de quien salga electo, para enfrentar la pandemia y todo lo que se nos ponga por delante”, añade el escultor.
Para terminar, Buntinx nos recuerda que el país está dividido en dos exactas mitades, y que ambas se necesitan mutuamente. “Aprendamos a convivir. La alternativa es impensable”, afirma.
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