Muy pocos es lo que se sabe de su vida. A pesar de que la exposición “Esteban Mariño: Un fotógrafo itinerante en Pasco, Junín, Ayacucho y Lima (1903-1931)” cuenta con un equipo de cinco investigadores: los curadores Jorge Villacorta y Santiago Quintanilla, además de los investigadores Yuri Gomez, Martín Ugaz y Juan Mendoza, del fotógrafo limeño Esteban Mariño solo se han encontrado sus actas de nacimiento y defunción, en 1870 y 1931. Se conoce que murió a los sesenta años sin dejar descendencia, y que, además de su estudio propio, trabajó como corresponsal del diario La Crónica y la revista “Variedades”.
Para el curador Jorge Villacorta, lo que presenta en la muestra es apenas la punta del Iceberg: se sospecha que Mariño se inició en el influyente estudio de Eugenio Courret en el Jirón de la Unión, como lo sugiere un retrato temprano exhibido a la entrada de la exposición, registrado presumiblemente en 1890. “Retratarse con Courret no era algo barato. Para nosotros, la imagen nos sugiere que Mariño era un “ahijado” del fotógrafo o un asistente del estudio. Lo cierto es que a los 12 años que le siguen a ese retrato, no hay ninguna imagen de Mariño que dé cuenta de él como fotógrafo con un estudio propio, afirma el curador, lo que abonaría a la tesis de que se trataba de un empleado del fotógrafo francés radicado en la capital.
Podría pensarse entonces que, a principios del siglo pasado, ante la alta competencia en Lima, Mariño saliera de la capital en busca de oportunidades profesionales. Así, los primeros registros con su sello aparecen en 1903, en los Andes centrales. Se afincará en Cerro de Pasco, donde fotografía a la alta sociedad de la época. “Gracias a Mariño, descubrirnos cómo era Cerro de Pasco en tiempos que era capital de Junín, antes que Huancayo se erigiera en el gran centro comercial que es hoy. Por entonces, en Cerro de Pasco había diversas delegaciones diplomáticas en razón al alto número de extranjeros que trabajaba en proyectos de explotación minera. Los ingenieros extranjeros y sus pares limeños desencadenaron un proceso de proletarización del campesinado, a ser incorporados a los trabajos relacionados a la mina”, señala Villacorta.
Un testigo y cómplice a la vez
Y Mariño estaba presente en ese desarrollo industrial: cinco imágenes de la muestra pertenecen al Science History Institute, en Philadelphia (EE.UU.) realizadas en 1911 por Esteban Mariño para la American Vanadium Company (luego Vanadium Corporation of America). “Se trata de cinco bellísimas imágenes que dan cuenta de la explotación del vanadio en Cerro de Pasco, utilizado para la producción de un acero más ligero, especialmente para la naciente industria automotriz. Era extraído de la mina Ragra, la mayor proveedora de este mineral en el mundo”, afirma el curador.
Para el investigador y coleccionista Juan Mendoza, es necesario recordar que, en aquella época, en la sierra central había un centenar de fotógrafos, algunos de origen campesino, otros provenientes del comercio, además de extranjeros. “Eso te da una idea de la enorme riqueza visual al momento de imaginar la historia regional. Con esta exposición dedicada a Mariño, tratamos de recuperar no solo la estética de un fotógrafo, sino su papel como testigo y cómplice de su tiempo”, explica.
"En sus imágenes, vemos una experiencia agreste y áspera, pero al mismo tiempo un elocuente sentido de inmensidad"
En efecto, en las primeras décadas del siglo XX se da el desarrollo de la minería, la gran hacienda y el desarrollo de proyectos viales en los Andes centrales, impulsados además con la presencia del Ferrocarril Central, que conectó la capital con La Oroya, Huancayo, Jauja, Tarma y Cerro de Pasco. “Era un momento en que en estas ciudades había una burguesía emprendedora y productiva. El origen de las riquezas en el Perú está en aquella generación que se dedicó a estudiar y luego explotar las riquezas naturales del interior del país. Y Mariño entra en contacto con esa élite social y con sus autoridades”, señala Mendoza.
¿Cómo definir la mirada del fotógrafo? Para Villacorta, hablamos de un artista atento a las asperezas de entorno y al impacto de la inmensidad del paisaje. “En las alturas de Cerro de Pasco, sus imágenes impactan por una inmensidad que él sabe encuadrar con generosidad y cuidado. Eso es lo que uno ve en sus imágenes: una experiencia agreste y áspera, pero al mismo tiempo un elocuente sentido de inmensidad. Se trata de imágenes poco frecuentes en la fotografía peruana”, advierte el curador.
Un patrimonio en el suelo
Además de los espectaculares paisajes andinos, la muestra nos presenta a un fotógrafo especialmente versátil e itinerante. Como corresponsal de “La Crónica” y de “Variedades” registra eventos históricos en el Oncenio de Leguía, como fue el Congreso Nacional en Ayacucho en 1919, la gran hazaña del aviador Giovanni Ancillotto, que consiguió el record de aterrizaje en altura al cruzar los Andes entre Lima y Cerro de Pasco en 1921, así como los fastos por el centenario de la Independencia en Huamanga. Asimismo, los carnavales que caracterizaron el llamado “oncenio” de Leguía, con sus fastos versallescos, desfiles de carros alegóricos, y coronación de reinas. También se exponen sus trabajos en su estudio en Lima, ubicado en la cuadra seis del Jirón de la Unión, en la antigua calle La Merced, donde volvió a residir en los últimos seis años de su vida. Allí se dedicó especialmente a fotografiar a mujeres de sociedad, célebres bailarinas y actrices en retratos que beben de la sensualidad del Hollywood de fines de los años veinte. Todas estas imágenes fueron realizadas con una impecable técnica de fotografía al carbón, antiguo procedimiento fotográfico que consiste en sumergir el papel en una solución de dicromato de potasio para obtener su sensibilización a la luz.
Además de investigador y coleccionista, Juan Mendoza es responsable de la recuperación de gran parte del corpus de la muestra, tras años de incursiones en el batiburrillo del mercadillo de La Parada. Ciertamente, un destino terrible para este patrimonio visual. “La cachina es una especie de frontera, donde la mercadería entra en una crisis de identidad: o es basura o es un tesoro. Pero mucha gente se deshace de cosas como éstas. Las familias no valoran los álbumes de sus antepasados”, lamenta. Luego de 10 años de paciente recolección, estaba claro que estaba frente a un fotógrafo con una mirada propia, y se dedicó a investigar en sus desplazamientos por los Andes centrales.
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