Cuenta Nicolás Yerovi que la noticia que declaraba al Perú en Estado de Emergencia y en aislamiento social obligatorio llegó a sus oídos mientras tomaba un café con leche. Eran tiempos, dice, donde todavía le era posible darse ese pequeño lujo. “De pronto, me enteré de que estábamos presos. Nadie sabía a dónde nos llevaría este confinamiento. Lo único que había era ignorancia y desconcierto”, recuerda. Pasaron los meses y en medio del temor que suscitaba un virus desconocido, empezó a retumbar en su cabeza una insistente pregunta: ¿es posible ser feliz entre tanta desgracia? Responder aquella interrogante se convirtió desde entonces en una obsesión o “un acto de bien común” como él prefiere llamarlo. Ahora que el riesgo ha disminuido gracias a la vacunación, Yerovi siente que su deber es ayudar a reconciliarnos con la vida. Su ocurrente aporte llega este sábado desde su casa y vía Zoom. Más que un espectáculo, “¿Cómo ser feliz sin plata y sin mascarilla?” es una conversación amical para quienes disfrutan del humor inteligente y, por supuesto, para los seguidores del director de la centenaria Monos y Monadas y autor de 33 comedias durante los últimos 40 años. En su inacabable tono festivo, Yerovi comenta algunas consideraciones del divertido manual de sobrevivencia que está a punto de compartir.
Usted siempre ha sostenido que los peruanos somos sobrevivientes. ¿Más que nunca en estos tiempos?
Nunca ha sido tan literal. El mundo tiene ciudadanos y el Perú sobrevivientes. Todo este asunto, el alud de sucesos sanitarios, económicos, sociales y políticos, me llevó a hacerme la pregunta que es el título de mi presentación del sábado, ¿cómo ser feliz sin plata y con mascarilla? Me puse a buscar respuestas, a analizar y preguntar por teléfono, Whatsapp y Zoom. Así, he llegado a formular un método que quiero dar a conocer.
¿Y cuál es ese método?
Podría decir que le he encontrado, aunque suene casi imposible, el lado amable a toda esta concatenación de incertidumbres en un tiempo en que la infelicidad es moneda corriente. Toda mi vida me he empeñado en procurar un momento de alegría al público y a mí mismo. Ha sido esta experiencia de cinco décadas la que ha aguzado mi habilidad y destreza para poder percibir en cada mal una luz de contento e ilusión. En este caso empecé por ser consciente en primerísima instancia de lo siguiente: si nos podemos preguntar en cómo ser felices sin plata, pero con mascarilla, es porque estamos vivos. Esa ya era una primera noticia feliz en medio de las circunstancias.
Siendo positivos.
Y atando cabos. Sí, a pesar de lo que estamos viviendo podemos llegar a ser felices. Aunque sea sin trabajo, sin plata en el bolsillo, enmascarados y temiendo siempre lo peor. ¿Toque de queda para los peruanos? Por favor, ya hemos vivido esto antes. He encontrado 18 salvoconductos míos entre los años 80 y 93. Y esos eran tiempos en que si tu infringías estas restricciones no eran sancionadas con 600 soles sino con balazos. Digamos que la cosa pudo haber sido peor. Hemos tenido experiencia y entrenamiento constante en desgracias. Por eso digo que padecemos del síndrome de náufrago feliz, por haber sobrevivido a todo tipo de maremotos (ríe). Yo soy un náufrago feliz, como casi todos los peruanos de mediana edad para arriba.
¿Hay algo bueno que rescatar de esta situación pandémica?
Que estamos dejando atrás una forma de vivir y empezando una nueva era. No volveremos a ser los mismos de ningún modo. Nuestra vida no solo está cambiando sino que seguirá haciéndolo. Hemos aprendido a apreciar los rasgos esenciales de la vida. Empezando, como dije, por el hecho de estar vivos. Eso lo dábamos por cosa hecha y merecida, por eso no le prestábamos la debida importancia. Hemos redescubierto el valor del afecto, la amistad y la solidaridad. Este infortunio nos ha permitido apreciar todo esto que ya teníamos en una dimensión enorme.
¿Qué tanto hemos cambiado los peruanos en este último año y medio?
Nos hemos vuelto más sensibles y también un poco más locos, aunque en diversos grados y el estilo propio. Las circunstancias nos han desquiciado un poco más. Salgo con frecuencia solo y he sido testigo de cada espectáculo sorprendente. Desde un hombre que correteaba por el acantilado de Barranco arrancando los arbustos en completo estado adanesco, o sea calato, hasta otro que desde su casa o en la calle cantaba para nadie. Son una serie de detalles que ponen en evidencia que ya no volveremos a ser los que fuimos.
¿Ha encontrado alguna contradicción humorística en medio de esta nueva realidad?
Cuando me mudé al departamento donde vivo desde hace años el reglamento interno prohibía la tenencia de mascotas. Ahora falta muy poco para que lo que se prohíba sea la tenencia de bípedos (ríe). La soledad ha hecho que la gente se refugie en el cariño incondicional de perros y gatos. Unos se han adueñado de los pasillos y los otros de los techos. Se escuchan más ladridos y maullidos que palabras. Esto es todo un símbolo de los tiempos que vivimos.
Para usted, ¿el uso de la mascarilla ha representado algún problema, como algunos sostienen?
Es verdad que no se puede respirar con la misma fluidez y facilidad, pero tiene grandísimas ventajas. En mi caso por ejemplo, no me reconocen los cobradores porque nos tapa la mitad de la cara y puedo pasar desapercibido (ríe). Soy la prueba viviente de que se puede ser feliz sin plata y con mascarilla. Yo que antes de la peste vivía asustado por temor a ser reconocido por mis múltiples acreedores ahora me paseo entre ellos. Y como me coloco un sombrero, eso me hace aún menos reconocible.
Hablando de sombreros, usarlo, en su caso, ¿es un guiño político?
Hay que ponerse a la moda, pues. No puede haber un único huachafo. Bueno, en realidad, el mío es más pequeño porque soy más alto. A más chiquito, sombrero más grande. En este encuentro con él público también voy a tocar temas políticos. Por ejemplo, ¿qué país en el mundo ha tenido 18 candidatos a la presidencia de la república? Esos comicios más que elecciones han sido disparate. Hemos batido ahí un récord. Juntando esos 18 candidatos no sacábamos ni medio bueno. ¿Qué país del mundo, desde el 2001 al 2016, ha tenido solo presidentes acusados, investigados y condenados por corrupción? Esto solo pasa en el Perú. Es una maravilla, un atractivo turístico. Ahora que se abran los cielos van a llegar millones de turistas para tocarnos y ver si somos de verdad. Seguro que alguien nos meterá un pellizco para comprobarlo.
Su abuelo Leonidas Yerovi hubiera cumplido 140 años el pasado 9 de setiembre. Él escribió unos versos que le dirige a San Martín, en los que reniega de los gobernantes que ha tenido el Perú y que hoy resultan oportunos.
La vida me ha enseñado que el Perú y la lógica constituyen dos categorías excluyentes, si hablamos de uno no podemos hablar de la otra. Esta celebración sarcástica del caos y del caudillismo fue resumida, verso a verso, hace 117 años por mi abuelo, el fundador de Monos y Monadas. Hoy, para verlo por el lado amable, hemos ganado en sinceridad y desvergüenza. Nuestros gobernantes cometen el robo y el embuste con mayor desenfado y con jactancioso cinismo, son, la verdad, extraordinarios.
Aquí reproducimos algunos extractos de la “Carta abierta” de Leonidas Yerovi que mencionamos:
A veintiocho del presente
julio, del año corriente
que no puede ser peor
según como va a su fin.
Lima, su casa; señor
don José de San Martín:
Pronto hará un siglo que usté
muy ilustre don José,
por ceguera o por bondad
y tras gloriosas escenas
quebrantó nuestras cadenas
y nos dio la libertad.
Y desde aquella lejana
fecha que es justo que alabe
y que es gloria americana
¡ay, don José, usted no sabe
lo que es la tierra peruana!
Desde los primeros años
vivimos aquí de engaños.
Desde nuestra independencia
el más audaz, no el capaz,
por farsante y por audaz
se sentó en la presidencia
y nos robó toda paz.
Las arcas de la nación
pagaron todo festín
y fue la revolución
nuestra única ocupación
don José de San Martín.
Cualquier general teatral
en la lucha electoral
hallaba al pueblo reacio,
por asalto o por metal
se nos colaba en Palacio.
Los ciudadanos se armaban
y, claro está, lo botaban;
pero, pronto, al otro día,
otro general volvía
y las cosas empeoraban.
¿Fue por lucha de pasiones?
¿hicimos mal? ¿fuimos malos?...
¡Con la altivez no hay razones!
¡Atacado por ladrones
hay que defenderse a palos!
Más información: “¿Cómo ser feliz sin plata y con mascarilla?” se presenta el 25 de setiembre a las 9 p.m. vía Zoom. Entradas escribiendo al WhatsApp (+51) 999-365-806. Costo S/20.
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