Solo vivió 37 años, pero todo lo hecho bastó para ser considerado uno de los mayores artistas del alto renacimiento italiano. Pintor, diseñador y arquitecto, el bello Rafael, como lo llamaban, fue un niño prodigio y gozó de fama desde muy joven. Célebre por la perfección y gracia de sus pinturas y dibujos, junto con Miguel Ángel y Leonardo da Vinci forma parte del trío de grandes maestros de ese periodo. A 500 años de su muerte, las grandes salas europeas anuncian sus homenajes con grandes exposiciones. Sin embargo, ¿cuánto de su fulgor clásico alcanza a los peruanos que no hemos tenido la oportunidad de apreciar sus tapices en la Capilla Sixtina, su “Sagrada familia del cordero” en El Museo del Prado de Madrid o los célebres cartones que atesora el Victoria and Albert Museum de Londres? ¿El quinto centenario luctuoso de una de las mayores figuras del Cinquecento nos debe dejar indiferentes?
►La década del veinte: ¿Qué tienen en común nuestros años 20 con los del siglo pasado?
Ciertamente, la figura histórica de Rafael Sanzio y su influencia conciernen a la memoria visual de Occidente en su conjunto y por tanto nos incluye a nosotros también y de muy diversas maneras. Para Luis Eduardo Wuffarden, uno de los más importantes estudiosos y especialistas del arte del virreinato en el Perú, esa inmensa gravitación esta siempre allí, aun cuando no sea explícita ni reconocible a primera vista. “Más allá de su obra personal, el legado de Rafael se irradia a manera de infinitos círculos concéntricos, como la onda expansiva de una piedra arrojada al agua”, señala.
En efecto, para el historiador de arte, la figura del italiano no solo es la del héroe del Renacimiento forjada por la historiografía fundacional de Giorgio Vasari (considerado uno de los primeros historiadores del arte) y luego endiosada por la leyenda romántica, sino que encarna un ideal estético reinventado a lo largo de siglos. Un ideal de la perfección armónica y de la belleza clásica que, advierte Wuffarden, colisiona con la sensibilidad contemporánea. “De ahí el relativo segundo plano que Rafael ocupa hoy en la cultura de masas, más proclive a los precursores de la modernidad, como son Francisco Goya o Gustave Courbet”, señala.
Reencontrar a Rafael
Sin embargo, Wuffarden también anota que entre los círculos especializados de la historia del arte se vive hoy un renovado interés por su personalidad, reflejado en la gran muestra "El último Rafael", presentada en los Museos del Prado de Madrid y el parisino Louvre en el 2012. “En esta exposición se analizó su temprana madurez y la gran influencia que ejerció a través de discípulos, colaboradores, imitadores y seguidores póstumos, proponiendo nuevas perspectivas de análisis. Dejó en claro que la huella rafaelesca en la historia visual de Occidente, las asimilaciones y respuestas generadas por sus creaciones, abrieron paso a una infinidad de variantes formales en las que la fuente primera no siempre resulta detectable”, afirma.
Su influencia en el Perú
¿Tan barrocos como somos, el clasicismo de Rafael nos puede decir algo a los peruanos? Como señala Wuffarden, aunque la oposición entre lo clásico y lo barroco es ciertamente uno de los tópicos de la historiografía del arte occidental, en la práctica ambos polos no son del todo excluyentes y entre ellos es posible encontrar muchas modalidades de diálogo. “Una de las tendencias precursoras del barroco es la antimaniera o "arte sacro". Ella llega al Perú a fines del siglo XVI de la mano de Mateo Pérez de Alesio. Su famosa "Virgen de la leche" se basaba precisamente en un prototipo de madona de raíz claramente rafaelesca, reelaborado por pintores al servicio de la Iglesia de Roma, como Scipione Pulzone y el jesuita Giuseppe Valeriano. Ese mismo prototipo sería recreado ad-infinitum por los pintores limeños, cuzqueños y surandinos hasta avanzado el siglo XVIII, hasta convertirse en un tema recurrente de la pintura virreinal, aunque poco reparan en su remoto origen romano y rafaelesco”, señala el historiador. También influenciadas por ese ideal estético destacan las madonas pintadas por Bernardo Bitti, las cuales determinaron el culto por una belleza ideal y estereotipada que resultó particularmente persistente en las escuelas pictóricas andinas.
Entre neoclásicos y románticos
Desde fines del siglo XVIII, corrientes como el neoclasicismo y luego el romanticismo entronizaron y modelaron la figura de Rafael a la medida de sus propias aspiraciones. “Las ideas de Anton Rafael Mengs en torno al "bello ideal" llegaron prontamente al Perú y en ellas la figura del pintor italiano era un referente obligado. De ahí que en su elogio al pintor limeño Cristóbal Lozano en 1760, el marqués de Sotoflorido no lo comparase ya con los maestros del barroco español, sino con Rafael y Miguel Ángel”, explica Wuffarden.
Como señala el crítico, esta admiración "de oídas y leídas" por el artista se vio reforzada en el siglo XIX con la consolidación del academicismo, inserto dentro del proyecto cultural cosmopolita impulsado por los ideólogos de nuestra república criolla. “Circularon por entonces numerosas carpetas de grabados con las piezas maestras de Rafael y los viajeros pudientes traían a su regreso de Europa sendas copias que acreditaban su contacto con los grandes museos del Viejo Continente. Baste recordar la copia de la "Transfiguración" que poseía José Dávila Condemarín en su Pinacoteca privada (abierta al público en 1862) y los varios lienzos y tablas "atribuidos" a Rafael y su escuela existentes en la colección Ortiz de Zevallos, catalogada en la década de 1870. La estela rafaelesca sin duda influyó en la formación de nuestra primera generación de pintores académicos, particularmente en Francisco Laso y Luis Montero, próximos a las vertientes "clasicistas" de la academia europea”, afirma Wuffarden.
Cuando se restauró la catedral de Lima, bajo el gobierno de Nicolás de Piérola, entre 1895 y 1898, el gusto por los modelos “clásicos” se puso nuevamente en evidencia, señala el historiador. “Por entonces se encargó al pintor peruano Abelardo Alvarez Calderón hacer grandes copias de los cartones para tapices de Rafael existentes en el Museo Victoria y Alberto de Londres. Los lienzos, que representan episodios de los “Hechos de los Apóstoles”, se encuentran hasta hoy alrededor del coro catedralicio”, añade.
Exposiciones en Europa
Después del año dedicado al quinto centenario de Leonardo de Vinci, es el turno del otro gran maestro del Renacimiento, Rafael Sanzio (Urbino, 1483 – Roma, 1520) a quien recién iniciado el 2020 se le colocó una rosa roja sobre su tumba en el Panteón de Roma, para marcar el punto de partida del programa con que se honrará los 500 años de su muerte.
Será su país natal el centro de las conmemoraciones, al dedicarle una serie de muestras en las ciudades de Roma, Urbino y Milán. La primera gran exposición será inaugurada el 5 de marzo en el Palacio del Quirinal en Roma. Organizada en colaboración con la Galería de los Uffizi de Florencia, la exposición rompió ya el récord de reservaciones con más de 10 mil en sólo 48 horas, según la prensa italiana.
El segundo gran homenaje llegará el 3 de octubre a la Galería Nacional de Londres. Allí se explorará la carrera de Rafael a partir de algunas de sus pinturas y dibujos más famosos, así como su trabajo en arquitectura, poesía y diseño para escultura, tapiz y grabado. En París, el Louvre se sumará con la exposición Cuerpo y alma, desde el 16 de mayo.
También te puede interesar
► El color y la sombra: Un balance de lo visto en las artes visuales el 2019