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Cuentan que a fines de los años sesenta, cuando Luis Buñuel iba a filmar su largometraje “La Vía Láctea” (1969), con ya 68 años y una salud muy precaria, dejó escrito en el contrato: “Si algo me pasa, que siga rodando mi amigo Carlos Saura”. Felizmente el director de “El Perro Andaluz” pudo ver terminado su filme, y vivir lo suficiente para cerrar varios proyectos más, antes de su muerte en México, 14 años después. Sin embargo, ya la simbólica posta había sido entregada. Carlos Saura, nacido en Huesca en 1932, filmó 40 películas en su trayectoria de siete décadas, teniendo muy próximo el ideario de su maestro, a quien no dejó de homenajear.
Recordemos su película “Buñuel y la mesa del rey Salomón”, filmado en 2001, en el que los jóvenes amigos Luis Buñuel, Federico García Lorca y Salvador Dalí, en el Toledo de los años 20, investigan el paradero de la legendaria mesa del rey Salomón, donde supuestamente el monarca escribió todo el conocimiento del Universo y el nombre verdadero de Dios. En un momento del filme, Pere Arquillué, actor que interpreta a Buñuel, dice: “Todos tenemos en la cabeza un cine, no hay más que cerrar los ojos. Tú puedes inventarte la película que quieras dentro de tu cabeza”.
Y vaya que a lo largo de sesenta años de carrera, Carlos Saura inventó muchas cosas. Historias de cazadores y milicianos, abuelas centenarias, niños bajo la dictadura, artistas flamencos, intérpretes de fado, bailarines de tango. Su primera película fue “Los golfos” (1959), tras la cual el cineasta pensó que su carrera había terminado a causa de las dificultades con la censura y los problemas económicos. Sin embargo, la cinta correría un tanto más, convirtiéndose en el primer éxito de una filmografía, que modernizó el cine español y que cosechó premios en los festivales de Cannes, Berlín y San Sebastián.
Según relataron familiares del cineasta a la agencia EFE, la salud de Saura, que el 11 de febrero habría recibido el premio de la 37ª edición de los Premios Goya a la trayectoria, había empeorado en la última semana. El artista había sufrido una caída en setiembre pasado, y el accidente no dejó de traerle complicaciones. Como señalan sus allegados, el director pudo despedirse de su familia y amigos, dejando “todo organizado” antes de morir en casa, como era su intención, rodeado de sus seres queridos. Por “expreso deseo” del director, su hija y su hijo, Anna y Antonio partieron a Sevilla a recoger el premio en su nombre.
Si bien ya se sabía que el director no iba a recibir el Goya a causa de su deterioro físico, seguía profesionalmente activo: el pasado viernes 3 de febrero había estrenado su última obra, el documental “Las paredes hablan”, donde el aragonés reflexiona sobre el origen de la pulsión artística, desde las primeras manifestaciones gráficas en las cuevas prehistóricas hasta las expresiones del arte urbano más vanguardistas.
“Con Carlos Saura muere una parte importantísima de la historia del cine español. Deja tras él una obra indispensable para la reflexión profunda sobre los comportamientos del ser humano. Descansa en paz amigo”, ha escrito el actor Antonio Banderas en su cuenta oficial de Twitter junto a dos fotografías en la que comparte con el director. Por cierto, hablamos de una parte importante pero también diversa, pues podríamos hablar de muchos “Sauras”, de un creador que se reinventaba continuamente. Sobre ello, reflexiona el crítico Chacho León: “Es verdad que hay una diversidad en su filmografía, pero yo distinguiría, básicamente, la que tiene lugar en la etapa franquista y la posfranquista. La primera es en mi opinión la mejor, la más compleja y la que se acerca de manera muy sutil y soterrada a los traumas del periodo histórico de los años sesenta y setenta, herederos de la guerra civil y sus secuelas”, señala el crítico, para quien sus mejores filmes serían “Cría cuervos” (1975), “La prima Angélica” (1974) y “Elisa vida mía” (1977). “En la etapa posfranquista se concentró mayormente en los semidocumentales de música que, en general, están bien y son muy atractivos, pero no tienen la mordiente de sus mejores películas”, advierte León.
Una herencia musical
Quizás sea el filme “Flamenco” (1995) uno de los mejores ejemplos de la citada “segunda parte” de la filmografía de Saura. Cuando quiso hacer este filme con Vittorio Storaro, uno de los grandes directores de fotografía y socio creativo de directores como Francis F. Coppola y Woody Allen, sus productores en Francia le advirtieron de que iba a ser un fracaso. Felizmente se equivocaron: con esta película Saura aportó una nueva dimensión al género del cine musical. “Flamenco” es una obra maestra no solo por sus aspectos dramatúrgicos y técnicos, sino por el inventario que hace de una generación flamenca que entonces entregaba la posta a la siguiente. Saura le da al flamenco un sesgo más cosmopolita, alejándolo del tópico más folclórico. A este género se suman trabajos tan representativos como “Carmen” (1983), “Sevillanas” (1992), “Tango” (1998) y “Fados” (2007). En alguna entrevista el cineasta ha confesado que le gustaba tanto el baile en sus rodajes, que solía repetir las escenas aunque sabía que con la primera toma era suficiente, solo por el placer de volver a verlo. En esa parte de su filmografía hay una intención documentalista de quien intenta entender una manifestación cultural a través de sus protagonistas, atento a la plasticidad del baile y de sus diversos lenguajes.
“Carlos Saura es sin duda uno de los más grandes realizadores españoles de todos los tiempos”, añade el crítico Sebastián Pimentel, destacando la calidad, diversidad, y cantidad de buenas películas que filmó en 60 años de carrera. “Otra razón para pensar en Saura como uno de los directores españoles imprescindibles, es su continua y decidida exploración en la cultura y sociedad española. Su cine explora los dramas cotidianos y la política de su país, siempre de formas sutiles, hasta la cultura flamenca -con sus enjundiosos musicales, que fueron un inusitado aporte a un género no muy dado a los cineastas europeos- , hasta la evocación muy personal y lírica de artistas españoles fundamentales, y que han definido la cultura y el cine español, como Goya o Buñuel. En la mayoría de sus películas quiso mezclar el sueño, o las pesadillas del inconsciente , con una realidad áspera”, afirma el especialista, quien señala, como sus filmes favoritos en la producción del aragonés, los que forman parte de su vena más íntima y familiar: la célebre “Cría cuervos” y la menos conocida aunque sublime “Pajarico”, este último un filme casi autobiográfico donde Saura da cuenta de su propia infancia.