Es uno de los mejores y más elegantes herederos de la nouvelle vague y de algunos de sus sucedáneos (en especial de François Truffaut y de Jean Eustache), pero curiosamente no ha tenido la repercusión internacional que otros de sus compatriotas. Arnaud Desplechin (Roubaix, 1960) irrumpió en la escena del cine francés a inicios de los 90 y, desde entonces, ha entregado cada cierto tiempo títulos notables como “My Sex Life... or How I Got into an Argument” (1996), “Esther Kahn” (2000), “Reyes y reina” (2004) o “Un cuento de Navidad” (2008). Historias marcadas por líos familiares, tormentos pasionales y personalidades al límite de la locura.
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Dentro de pocos días, Desplechin llegará por primera vez al Perú como el homenajeado principal del Festival de Cine de Lima PUCP, que presentará un ciclo con algunas de sus películas, incluido el bello ensayo “Spectateurs!”, una carta de amor al cine que se estrenó en el último Festival de Cannes. A propósito de su inminente visita, el cineasta nos atendió vía Zoom.
¿Por qué hacer una película como “Spectateurs!” ahora? ¿Es una respuesta a la llamada crisis de las salas de cine?
No, en realidad me di cuenta, apenas empecé a escribir la película, que muchos directores habían hecho una especie de recapitulación sobre el estado del cine después de la pandemia. Películas como “Los Fabelman” de Spielberg o “Armageddon Time” de James Gray. Pero yo no quería retratar a un personaje que se convierte en cineasta, sino a uno que se va convirtiendo en un espectador. Mostrar lo que los espectadores hacemos en las salas de cine me parecía más modesto que retratar al gran artista. Por eso en los 55 clips de películas que se incluyen “Spectateurs!” no coloco los nombres de esos grandes cineastas, Ford, Hitchcock, pues la intención principal es mostrar la humilde experiencia del espectador. A mi edad, ya no sé si soy un director o qué clase de director, pero sí estoy seguro de que me he convertido en un espectador. Y estoy orgulloso del sitio que ocupo.
Como Borges, que decía sentirse más orgulloso de los libros que había leído que de aquellos que había escrito…
¡Claro! Un maravilloso lector. Y por eso su escritura es tan fascinante.
También es una de sus películas más cortas. ¿Diría que fue más fácil de hacer que otras películas? ¿O combinar ficción, documental, teoría fílmica y más lo hizo más difícil?
La película es un ensayo, lo cual puede sonar intimidante para el espectador. Pero a pesar de que quería hacer una película que incluyera un pensamiento filosófico sobre el cine, como tributo a Stanley Cavell, también sabía que no quería que fuese aburrida. Quería entretener a la audiencia con filosofía. Y esa es la razón por la que la película no es tan larga, porque no quería acosar al espectador. Por eso humilde es una palabra que la describe bien. Es algo que viene de hace mucho, mucho tiempo. Mis primeras películas eran terriblemente largas. “La Sentinelle” duraba casi tres horas. “My Sex Life..” casi tres también. Los críticos estaban obsesionados con eso y me reprochaban por qué mis películas eran tan largas. Mi respuesta era simple: yo quería entretener, así que terminaba agrupando muchas escenas entretenidas; pero les dije que un día sería más viejo y mis películas serían más cortas, pero aún así entretenidas. Eso es lo que estoy viviendo ahora.
Encontré algunas similitudes entre “Spectateurs!” y su película “Esther Kahn”, del 2000. El deslumbramiento juvenil frente al espectáculo, por ejemplo. ¿Lo pensó así?
No, pero lo veo ahora que lo dices. Sí recuerdo a Summer Phoenix [la protagonista de “Esther Kahn”] en el teatro inglés con los ojos muy abiertos, al igual que el niño Paul Dedalus de “Spectateurs!” mirando en el cine una película de Hitchcock. Es lo mismo, tienes toda la razón.
Entiendo que su personaje Paul Dedalus es una suerte de referencia al Stephen Dedalus de James Joyce, pero también al Antoine Doinel de Truffaut. ¿También funciona como un alter ego para usted? ¿O por qué decidió crear a este personaje?
Lo que me gusta de Paul Dedalus es que es un personaje lleno de admiración. Es el tipo de sujeto que dice “mis amigos son brillantes”, “esta película es una obra maestra”, “este es un libro maravilloso”. Es el máximo admirador. Así que cuando empecé a escribir “Spectateurs!” pensé que Paul Dedalus era el personaje perfecto para explorar justamente lo que es ser un espectador. Porque ama admirar, es el espectador perfecto. ¿Y si está inspirado en el personaje de James Joyce? En parte sí. No creo que mucha gente haya terminado de leer el “Ulises”, pero si llegas a indagar un poco más en ese libro de un escritor tan oscuro como fue Joyce, te das cuenta de que una de las características de Stephen Dedalus es la terrible relación con su madre. Usualmente, el héroe de la novela clásica ama a su madre y su madre lo ama a él. Creo que “Ulises” es la primera novela moderna en la que el protagonista siente un odio puro hacia su madre y mantiene una terrible relación con ella. Eso me llevó a tomar su nombre para mi personaje.
Un Paul Dedalus que en más de una película ha sido interpretado por Mathieu Amalric, su actor fetiche. Aunque leí también que trabajar con él podía ser complicado. ¿Es verdad eso?
{Risas] No, en realidad es muy fácil. Lo que pasa es que en una entrevista de hace mucho tiempo dije que estaba muy celoso de los hermanos Larrieux, porque cada vez que ellos le proponían una película a Mathieu, él decía genial “hagámoslo”. Pero cada vez que yo le proponía una, me decía “¿puedes explicarme de qué manera sería diferente al personaje anterior?” [risas]. Su obsesión es nunca repetirse entre una película y otra. así que yo siempre tenía que crear algo diferente, probarle que no era lo mismo, etc. Solo así aceptaba. En el caso de “Spectateurs!” es más un cameo que un personaje propiamente dicho. Y creo que le encantó porque aparece como Mathieu Amalric, cineasta. Eso es lo que él quiere ser ahora, un cineasta. Era la película perfecta para él. Además, me di cuenta de que su inglés había mejorado, era muy bueno, así que le propuse que sea la voz del narrador para la versión en inglés de la película.
Una de mis partes favoritas es la dedicada a “Shoah”, el documental de Claude Lanzmann. Y me gustó porque parte un texto sobre la película escrito por la crítica estadounidense Shoshana Felman, a quien usted busca y entrevista. ¿Cuán importantes son para usted la teoría cinematográfica, la crítica, las revistas? ¿Le preocupa que puedan desaparecer?
Durante mucho tiempo se habló muchísimo sobre cómo cambiaría el cine con las cámaras digitales, y en realidad no cambió nada. El cine ha seguido siendo el mismo. Pero creo que lo digital sí cambió mucho a la crítica de cine, la conversación, la discusión. Recuerda que Truffaut decía que todo el mundo tiene dos trabajos: el suyo propio y el de crítico de cine. Para mí era muy importante, cuando tenía 12 o 13 años, leer las críticas en las revistas o escuchar en la radio las opiniones “adultas” sobre las películas que yo veía. Lo que veo ahora es que la relación con la crítica es más difícil debido a lo digital. Porque hoy en la web puedes encontrar muchísimas opiniones sobre cualquier película, y debido a ello la gente puede decirle al crítico o a la crítica “Mi conocimiento sobre cine es idéntico al tuyo”. Lo cual no es cierto, pero se genera una competencia entre el espectador común y el crítico de cine. Por eso pienso que el gran desafío de cada crítico es hacer su trabajo y explicarle al lector por qué es valioso leerlo o leerla. Ese es el nuevo reto. Con la irrupción de lo digital, la crisis no ha alcanzado al cine, sino a la crítica de cine. Mira el ejemplo de Shoshana Felman: la primera vez que yo vi “Shoah” no fui capaz de hablar o reflexionar sobre la película. Estaba llorando. Me tomó un año darme que no era capaz de atestiguar nada. Sabía que había visto algo especial en “Shoah”, una película de más de nueve horas. Pero había algo que no sabía específicamente. Y la persona que resolvió eso en mí fue Shoshana. Yo ni siquiera la conocía, hasta que encontré su texto sobre la película en un libro traducido al francés. Un texto en el que ella desenvuelve por completo la película. Eso es lo que me encanta de los críticos: su habilidad para desenvolver aquello que ves. La película primero está cerrada y el crítico la abre a tus ojos. Por eso quedé tan agradecido con Shoshana.
Ya que estamos tocando el tema del Holocausto en el cine, quisiera preguntarle por dos películas: “Hijo de Saúl” de Laszlo Nemes y “La zona de interés” de Jonathan Glazer. Me gustaron mucho ambas, aunque luego vi que sus respectivos directores se vieron envueltos en una polémica. ¿Qué le parecieron a usted?
“Hijo de Saúl” me encantó, la adoré. Creo que es una gran película. Es muy dura, increíblemente brutal, increíblemente realista, y un cuento de hadas al mismo tiempo. Respecto a la película de Glazer, aún no sé con exactitud lo que siento por ella. Quizá, justamente, porque no he leído en francés ninguna crítica sobre ella. Así de estúpido soy [risas]. Y aunque no me gustaron algunas cosas de la película, recuerdo haberla visto en una sala llena en París. Fue un gran éxito en todo Francia, y me puso muy feliz compartir la película con la audiencia. Que me gustara o no, era irrelevante. Estaba contento de comprar mi entrada, contento de verla, contento de que me gustara esta parte y no tanto esa otra parte. ¿Me entiendes? Creo que desde el aspecto artístico me siento más cercano a Nemes que a Glazer, pero aun así me alegró mucho el éxito de “La zona de interés” porque significa algo. Cuando ves todas las películas idiotas de Marvel, parece que el cine de hoy está hecho para gente de 11 años de edad, y que esos directores ni siquiera respetan a su audiencia de 11 años. Pero entonces ves esta película que es bastante hostil y aun así encuentras los cines llenos. Esa es una gran noticia.
Déjeme preguntarle ahora por algunas cosas de sus películas previas. Por ejemplo, ¿por qué casi siempre tienen un narrador, como en un cuento? ¿O por qué sus personajes suelen hablarle directamente a la cámara?
Porque está prohibido [risas]. Recuerdo que en todos los manuales que leía cuando tenía 17 años estaba escrito por todas partes: “nunca uses la voz en off, es horrible, está prohibida, no es cine”. ¿Y sabes? Había algunas películas de Scorsese, sobre todo mi favorita, “La edad de la inocencia”, que tenía una voz en off interminable. Me encantó. De alguna forma es una manera que tengo de conectar con el cine mudo. Tener una voz en off es como tener un piano: como espectador te puedes concentrar en la imagen y a veces ni siquiera tienes que escuchar exactamente lo que dice el narrador. Solamente eres guiado por la voz y su tono: es triste, es sexy, es graciosa. La voz acompaña la imagen. Creo que eso es lo que busca Scorsese y lo que yo, a mi modesta manera, trato de hacer.
Si el cine nos puede hacer viajar en el tiempo y en el espacio en infinitas formas, ¿por qué usted siempre vuelve a Roubaix?
Porque Roubaix es un chiste en Francia. Hay una película de Sacha Guitry, el título no lo recuerdo… Una película de los años 30. En ella aparece el director de una compañía que es realmente cruel con su secretario. Y en un momento lo amenaza: “Si sigues así, te voy a mandar a Roubaix”. Por eso digo que Roubaix es un chiste. Y ahí es donde crecí. Además, cuando estaba en mis 20 empecé a leer a Philip Roth, que en sus primeras novelas intenta hacer un retrato de todo Estados Unidos. Luego se da cuenta de que sus bromas son más divertidas cuando empieza a hablar de Newark, su ciudad natal. Y esto a pesar de que Newark no es nada. Yo aún recuerdo la primera vez que crucé Newark. Estaba en un taxi, era de noche, y pensaba “esto es La Meca”. El lugar donde Roth nació, el centro de todos sus libros. Pero Newark no es nada. Creo que a mí me pasó algo similar que a Roth. En mi primera película, “La vida de los muertos”, yo escapé de Roubaix. Pero después regresé y es allí donde pude encontrar mi voz.
Permítame preguntarle por Francia. Más allá de los Juegos Olímpicos, acaban de pasar por un proceso electoral muy complejo. ¿Qué sensaciones le ha dejado?
La situación en Francia hoy es muy cómica. Pero no una comedia divertida, sino siniestra. Hace poco vi una película peruana que me encantó, “Canción sin nombre” de Melina León. Me rompió el corazón. Conozco un poco de la historia reciente del Perú y es trágica, muy trágica. Creo que nuestra historia en Francia no lo ha sido tanto. Yo crecí con una idea en mente, quizá una fantasía, de que la democracia era una esperanza para cualquier persona en el mundo. Pero ahora te hablo desde Italia y veo que la democracia no está asegurada. Y dentro de poco serán las elecciones en Estados Unidos donde probablemente vuelva Trump. En Hungría tienes a Orbán, en Rusia a Putin, en Francia avanza la extrema derecha, y todo el oeste de África está dominado por dictadores. Siento que crecí con la idea de que la democracia era un sueño dorado para cualquiera, pero extrañamente hay mucha gente, no solo la burguesía, que ahora puede decir “mmm no, me aburrí de la democracia”. ¡Cuando no puedes aburrirte de la democracia! Sin embargo, eso parece estar ocurriendo en Francia y en muchos otros países. Es muy fuerte ver a Netanyahu, a Trump, a Putin, a Meloni, a Orbán. No lo entiendo. Por eso creo que nuestra tarea como cineastas, dramaturgos, escritores, etc., es contar historias. Historias como “Canción sin nombre”, historias que contarle a la gente.
¿Será su primera vez en Perú?
Sí, estoy muy contento de ir por fin. Una primera cosa que me emociona es que recuerdo una visita que hice hace unos 14 años a Sudamérica, exactamente a Chile, donde se organizó una pequeña retrospectiva de mi trabajo. Para mucha gente en Francia, la caída de Salvador Allende fue uno de los episodios más chocantes que sufrimos en su momento. Todo mi mundo se desplomó cuando me enteré de su muerte. Así que cuando visité Chile fui al Museo de la Solidaridad Salvador Allende, y pude recorrerlo solo. Fue muy bueno porque lloré tanto que hubiera estado avergonzado de tener a la guía al lado. Fue un shock muy grande. Y también me emociona llegar al Perú porque, no sé cómo decirlo, el rostro y las facciones nativas son muy importantes para mí. Hay un segmento en “Spectateurs!” en que hablo de ello. Desde los primeros western que vi cuando tenía ocho años, la cara del nativo me resulta increíblemente importante. Después de ver “Canción sin nombre” y ver el rostro de su protagonista, con toda su vulnerabilidad y toda su fuerza, confirmé lo mucho que quería visitar el Perú.
"La sentinelle" (1992)
Miércoles 14 de agosto, 4:15 p.m. (CCPUCP).
"Mis mejores días"
Viernes 16 de agosto, 9:30 p.m. (Cineplanet Alcázar).
Sábado 17 de agosto, 4:30 p.m. (CCPUCP).
"Roubaix, une lumiere" (2019)
Sábado 10 de agosto, 7 p.m. (Alianza Francesa).
Viernes 16 de agosto, 7:30 p.m. (Alianza Francesa)
"Spectateurs!" (2024)
Viernes 9 de agosto, 7 p.m. (CCPUCP).
Entradas a la venta en www.festivaldelima.com
Además, Arnaud Desplechin ofrecerá una clase maestra el sábado 10 de agosto, a las 5 p.m., en el auditorio NOS PUCP (segundo piso). El ingreso es libre y por orden de llegada, pues el aforo es limitado.
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