RODRIGO BEDOYA FORNO (@Zodiac1210)
“Godzilla” no parece de este tiempo. Hoy por hoy, las cintas de monstruos o de robots gigantes apuestan por una épica de la destrucción, que puede ser bien entendida e impresionar en cada momento a partir de energía y movimiento (la notable “Titanes del Pacífico”, de Guillermo del Toro), o que puede, simplemente, abrumar y saturar (toda la saga “Transformers”).
Pero el filme de Gareth Edwards no apuesta por eso. Esta nueva versión de Godzilla nunca se plantea como un filme épico. La cinta sigue la historia de Ford (Aaron Taylor-Johnson), un militar que perdió a su madre en un accidente nuclear en Japón, ocasionado, aparentemente, por un terremoto. Su padre, Joe (Bryan Cranston) está convencido que hay algo más detrás del hecho, y dedica su vida a saber qué. Hasta que la revelación de un secreto militar desencadenará la aparición del temible monstruo cuya misión es darle un equilibrio a la Tierra.
Edwards, como hemos dicho, no parece muy interesado en las peleas entre las bestias gigantes que habitan el filme, que se guarda hasta la parte final del filme. El cineasta parece más interesado en crear ambientes y atmósferas, en generar ciertas situaciones que coquetean más con el cine de aventuras que con la fascinación por la destrucción de las películas más recientes con las que se podría emparentar a la cinta.
Por eso, los mejores momentos de “Godzilla” son, por ejemplo, aquellos de los militares caminando por las vías del tren, o aquellos que muestran a una San Francisco brumosa, esperando un ataque que parece inminente. Incluso la destrucción de Hawái o de Las Vegas están contadas en una llamativa clave baja: lo que importa no es tanto la destrucción en sí sino más bien la espera de esa destrucción. Edwards es un buen creador de atmósferas, sabiendo generar, a través del ritmo, el clima de tensión necesario en esos momentos. Lo que afecta a la película, sin embargo, es que abre demasiadas líneas narrativas y no todas resultan igual de interesantes. El mensaje ecológico del filme, con claras referencias a Fukushima, resulta en un momento demasiado reiterativo, sobre todo cuando el personaje de Ken Watanabe nos repite, con su rictus de preocupación en el rostro, que la naturaleza es, al final, la que controla al hombre. Y muchas veces la misma narrativa de la película hace que todo tenga que ser explicado a partir de largos discursos, lo que le quita algo de agilidad a la propuesta.
Pero la irregularidad de “Godzilla” no afecta esos momentos tensos, hechos en base a una preocupación por generar atmósferas, algo que no es muy frecuente en los ‘blockbusters’. Hay un espíritu de serie B que recorre la película, y en eso radica su principal atractivo.
LA FICHA
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Dirección: Gareth EdwardsPaís: EE.UU. Año: 2014Sinopsis: La Tierra corre peligro y el monstruo Godzilla podría ser la clave para salvar al planeta.