Julia Garner (“Ozark” y “The Americans”) es Jane, la chica nueva de la oficina. Ella tiene buenas referencias y currículum, pero debe empezar desde abajo en esta gran empresa de producción de películas, que tiene sus dependencias en Manhattan. Muy pronto, nos damos cuenta de que el trabajo de Jane implica mucho más que sacar fotocopias y agendar vuelos o almuerzos de sus colegas.
Estrenada en Amazon Prime, este primer largo de ficción de la australiana Kitty Green es una grata sorpresa. Podríamos decir que Green es una versión femenina de Robert Bresson, y que ha cambiado al François Leterrier de “Un condenado a muerte se escapa” (1956) por una Julia Garner menos impasible que Leterrier, pero igual de parca y casi muda en su extremo nerviosismo y temor a flor de piel.
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La referencia al cineasta francés podrá parecer exagerada; la cinta de Green no está a la altura de las obras maestras de Bresson. No obstante, hay mucho de bressoniano aquí. En primer lugar, la oficina en la que está Jane parece una celda, como las que confeccionaba el cineasta de “Mouchette”. Y si bien Jane no debe escapar a una muerte física, sí se enfrenta a una muerte quizá más terrible, la muerte moral.
“La asistente” es una cinta compleja, porque evita la mayor parte de pasos en falso y concesiones efectistas a las que son proclives las historias sobre abuso sexual o laboral. Prueba de ello es la fallida “El escándalo” (Jay Roach, 2019), donde todo se muestra de manera frontal y obvia. Y el problema de hacer todo explícito, es que el cine se convierte en una ilustración didáctica de mensajes aleccionadores.
En la cinta de Green, en cambio, los abusos sexuales no se ven. Ni siquiera vemos al perpetrador, el jefe, del que solo oímos su voz. De hecho, sobre esa figura que no vemos sobrevuela la de Harvey Weinstein. Pero esta no es la historia de Weinstein. Es, más bien, la observación casi antropológica de una cultura de trabajo que ha normalizado, al interior de la corporación, un abuso que va más mucho más allá de lo sexual.
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También como en el cine de Bresson, Green es puntual en filmar los quehaceres que, en su serialidad y mecanicidad, hacen sentir el sometimiento sistematizado. A Jane, la trabajadora en el último escalafón, ni siquiera la miran quienes le reciben los sándwiches o los papeles. Las burlas se hacen a expensas de ella y a eso se suman los gritos y frases humillantes del jefe. La cámara de Green, atemperada en una aparente frialdad y oscuridad de perpetuos interiores, es impertérrita en su registro de este sutil infierno laboral. Lo que hace a las imágenes más incisivas, hasta convertirlas en una crítica lacerante. Y lo que al principio es un encierro físico apuntalado por las faenas degradadas gracias al miserable ambiente humano que las rodea, se convierte, poco a poco, en un encierro mental.
En efecto, Jane debe tomar una decisión ante el grotesco calado de lo que percibe –lindas jovencitas que su jefe hospeda en hoteles, con la excusa de otorgar cargos que son meras pantallas para otros fines–. Ella intenta sentar una queja en la dependencia de soporte al personal; y allí nos preguntamos si el drama del filme se reduce a ser testigo del abuso, o con volverse parte de un sistema que lo ha naturalizado. Gracias a estas encrucijadas y al velado tormento de Garner, “La asistenta” es una cinta diferente: profunda, precisa y consecuente desde sus propias reglas cinematográficas.
LA FICHA:
Título original: “The Assistant”.
Género: drama.
País y año: EE.UU., 2019.
Directora: Kitty Green.
Actores: Julia Green, Jon Orsini, Matthew Macfadyen, Noah Robbins.