Después de su fallecimiento en el 2014, varios medios empezaron a especular sobre el origen de la depresión de Philip Seymour Hoffman. Según ellos, el estadounidense quedó atormentado luego de dar vida a Willy Loman, el protagonista de la obra de teatro “Muerte de un viajante”. El Mundo, en su versión web, tituló: “Arthur Miller ‘mató’ a PSH'”.
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“Esa obra lo torturaba -declaró a “Rolling Stone” David Katz, director y amigo muy cercano al actor- Él fue miserable durante toda la temporada. No importaba qué estaba haciendo, él sabía que a las ocho de la noche, tendría que volverse a convertir en ese personaje. Si haces eso a diario vas a terminar friendo tu cerebro, y él lo hacía todas las noches”.
La afirmación puede sonar exagerada: ¿existen las obras malditas que pueden afectar tanto a su protagonista? ¿Puede ser, como en el caso de Seymour, quien tenía que morir ocho veces a la semana, algo fulminante?
Ethan Hawke, también en conversación de “Rolling Stone”, anotó que jamás vio a Seymur tomar alcohol hasta “Muerte de un viajante”. Una fuente cercana a la revista anotó que el intérprete dijo que había “estado sobrio por 23 años”, tiempo suficiente como para “arriesgarse a tomar con moderación”.
¿Puede un papel como el de Willy Loman -un vendedor que viaja por el país para ganarse la vida, pero que finalmente sabe que su destino es la muerte- liberar a los demonios de una persona?
Al respecto, el dramaturgo y director Alonso Alegría comenta: “No. Radicalmente no. Es una fantasía fácil de creer, pero no es así. Hacer un papel puede afectar tu animo en términos muy generales, pero por más duro y triste que sea, a la tercera salida empiezas a sonreír por los aplausos. Habría que ver a Wendy Vásquez cuando hizo ‘Las neurosis sexuales de nuestros padres’. Ella quedaba molida, pero cuando entraba a escena para agradecer salía con la cara llorosa, y cuando ya saludaban tenía su sonrisa de siempre. Y luego, obviamente dormía perfectamente, no había ningún tipo de consecuencia. Ella me ha confiado, en algún momento, que quería hacer más comedias, que el drama le afectaba y entristecía. El caso es que así hagas un papel de malo, igual te vas a enamorar y disfrutar de la vida. Y hay que tener en cuenta que Willy Loman se suicida, pero como producto de la demencia senil, algo que no creo que le haya afectado a Philip Seymour Hoffman. Además, el personaje no muere en escena. Sale, se sube a un carro y se estrella”.
Ximena Arroyo, actriz y directora de la Asociación de Artistas Aficionados, agrega: “No creo que algo como eso se le pueda atribuir a un personaje. Cuando uno se dedica a esto debe tener la suficiente estabilidad emocional, si bien es muy frágil y pende de un hilo; y hay que poder separar y no involucrarse en algo que sea dañino. Además, pueden ser coincidencias. En todo caso, el personaje nunca te va a manejar. Uno pone el cuerpo y su psicología a su servicio, pero no te controla ni puede ser más importante que tú mismo. Es un intercambio. Ahora bien, hay personajes que te pueden obsesionar más que otros, pero no al punto de olvidarte de ti”.
¿Y cómo explica lo que vivió Nidia Bermejo luego de dar vida a María Josefa en “La cautiva? Alegría responde: “Claro, pero eso no es ni más ni menos que la influencia de la vida sobre el estado de ánimo. Es decir, representar la obra era parte de su vida, igual que lo hubiera sido ir al entierro de un familiar cercano. No hay una conexión mágica entre el contenido de la obra y la vida real. Si haces Otelo, por ejemplo, no vas a tener celos de tu esposa y matarla. Esos son delirios de guionista y no tienen validez. En ninguna escuela de teatro hay entrenamiento psicológico defensivo para que la gente no se vuelva loca haciendo esos papeles”.
LA OTRA MALDICIÓN
Se ha esbozado la posibilidad de que el Guasón haya sido uno de los responsables del suicidio de Heath Ledger. “Yo le advertí”, declaró Jack Nicholson, quien años antes interpretó al mismo personaje, al enterarse de la muerte del actor.
En el caso de Ledger, habría que tener en cuenta que al estrés de una agenda ocupada se sumaron las ganas de dar vida a una versión inolvidable del villano, combinación que le habría alterado el sueño, volviéndose necesario el consumo de las pastillas llamadas Ambien.
Quien dio alerta del peligro del somnífero fue el mismo Nicholson, quien dijo que, por tomar esos medicamentos, casi tiene un accidente de tránsito. La noticia la recogió el portal ABC: “El veterano Nicholson relata cómo estos somníferos también estuvieron a punto de llevarle a la tumba, pero en este caso no por su abuso y mezcla con otras sustancias, como parece que fue el caso de Ledger -en su apartamento también han encontrado Diazepam (Valium) Lorazepam (Ativan) y otros somníferos y sedantes como Zoplicone o Temazepam-, sino por un accidente de tráfico”.
Y así como hay personajes que pueden perturbar a sus intérpretes, existen otro tipo de supuestas maldiciones. Una de las más llamativas tiene que ver con Superman, ya sea porque trunca las carreras de los actores (ahí está Kirk Alyn, Dean Cain o Brandon Routh), o porque terminan mal (George Reeves fue asesinado y Christopher Reeve quedó parapléjico). También figura la de “Poltergeist”: Dominique Dunn falleció tempranamente al ser asesinada por su pareja, Will Sampson murió por complicaciones en una intervención médica, o Heather O’Rourke, quien pasó a mejor vida a los 12 años por estenosis intestinal.
“La más antigua y famosa de las supersticiones es la de ‘Macbeth’ –cuenta Alegría–. Se dice que si haces esa obra te va a ir mal, y lo mejor de lo peor que te puede pasar, es fracasar. No hay éxito posible. En mi carrera de 60 años lo he visto suceder de manera simultánea en varios países. Si hay una superstición en la que creo, es esa, porque la he visto”.
Alegría recuerda que cuando se enteró que Édgar Saba iba a llevar a escena, lo llamó para decirle que se abstuviera, que habían otras opciones para montar. “La obra iba a inaugurar un nuevo teatro que se había construido en prolongación Arenales, detrás del canal 9. A la tercera semana, Édgar, saliendo de escena, se tropieza, cae y se lesiona los meniscos de las dos rodillas. Allí terminó la temporada. Ese mismo año, un grupo decidió hacer ‘Macbeth’. El director hizo que las brujas se pusieran encima de unas plataformas altas y una de ellas se cayó. Ni decir que a ambas les fue pésimo en la taquilla”.
Pero eso no es lo único que Alegría vio de la presunta maldición. “El teatro en el que se iba a estrenar ‘El cruce en el Niágara’ se había quemado y perdido el stock de 100 años de vestuarios, tres meses antes. Allí se estaba haciendo ‘Macbeth’. Por eso, lo menos que te puede pasar si la montas, es fracasar o que el primer actor te plante o haya que reemplazar a otros. Mejor es no hacerlo”, concluye.
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