Pocas denuncias del cine peruano resultan tan urgentes como ésta. Cuando se informa de 20 muertos y más de 50 desaparecidos como trágico saldo del impacto entre un bote de motor contra una barcaza la madrugada del domingo 29, en las aguas del río Huallaga, cerca de Yurimaguas, el notable documental “Odisea amazónica”, realizado por los hermanos Álvaro y Diego Sarmiento presentado en el Festival de Cine de Lima, nos muestra la precariedad del transporte fluvial en el Perú.
Para ambos, el proyecto de este documental nació cuando compartieron su primer viaje por el río Amazonas, hace 15 años, en una de estas frágiles embarcaciones que confunden carga y pasajeros en un cambalache de hamacas y sacos trasladados por recios estibadores. A ambos les sorprendió aquella realidad que, más allá de la postal exótica, nos habla de injusticias naturalizadas e evidentes peligros.
El filme acaba de recibir el premio del Jurado del Ministerio de Cultura a la Mejor Película Peruana. Y como sugiere su título, se trata de un viaje homérico, filmado a lo largo de cuatro años. En 2019 obtuvieron un fondo del MinCul para largometrajes en construcción que les permitióconcluir un filme que hoy resulta especialmente doloroso. Hablamos con los cineastas días antes de la tragedia en Loreto.
“Odisea amazónica” nos da la ilusión de que se trata de un solo recorrido por el Gran Río. ¿Cuántos viajes se necesitaron para realizar este filme?
ÁLVARO: Comenzamos a grabar el 2015, hasta el 2019, que realizamos el último viaje. Cada año íbamos a grabar uno.
DIEGO: Generalmente, los barcos que van de Moyobamba a Iquitos son los “Eduardos”. Y los que van de Iquitos a Pucallpa son los “Henrys”. El que va de Iquitos a la frontera es el “María Fernanda”. Han sido varios.
ÁLVARO: Estábamos en el puerto de Iquitos y no sabíamos hacia dónde ir. El próximo barco podía salir en cinco días o en una semana. Como debíamos grabar material para acabar la película, decidimos tomar el próximo barco que salga, sin saber en qué dirección íbamos a ir, si a Pucallpa o al Brasil. Curiosamente, nos subimos exactamente al mismo barco que, de casualidad, habíamos filmado llegando al puerto un año antes, y cuya secuencia utilizamos para el final de la película. Fue una suerte, porque eso nos ayudó a empalmar con ese recorrido.
¿Se suele conocer sus filmes como “una película de los hermanos Sarmiento”. Cómo es la relación profesional y creativa entre ustedes. ¿Qué aporta uno y otro?
ÁLVARO: Creo que yo trabajo más en términos de lenguaje cinematográfico. Yo decidí, por ejemplo, que en esta película cada plano sea lo más largo posible. Y Diego es el que logra plasmar esto a través de su cinematografía. En nuestro filme previo, “Rio verde” los planos son estáticos. Aquí la cámara se mueve y hace largos recorridos, se crean diferentes escenas dentro de un mismo plano. Y los personajes también se van modificando dentro del encuadre. El personaje de este filme es el propio barco y sus tripulantes.
DIEGO: Venimos trabajando 15 años juntos. De alguna manera, hemos formado una química para grabar. Al final, nos vamos complementando.
Jugando con la idea de “La odisea”, Ulises se amarró a su barca para no escuchar los cantos de sirena. ¿Cómo evitar que la propia selva no se convierta en un elemento distractor para su filme?
DIEGO: No queríamos ver la Amazonía como una imagen de postal, ni queríamos hacer un filme antropológico. El primer bloque de la película, por ejemplo, muestra el duro trabajo humano de los estibadores. Estábamos en el puerto y veíamos lo que les cuesta cargar sacos y grandes bloques de madera. De allí vamos a las relaciones humanas en el barco mismo. La Amazonía es el telón de fondo mientras nos enfocamos en ciertas personas durante el viaje, tanto pasajeros como la tripulación.
ÁLVARO: Como la película fue naciendo en cada viaje, viajábamos al río y luego volvíamos al Cusco a editar. Íbamos escogiendo algunos planos que funcionaban como núcleos dramáticos. Aquí no hay una historia aristotélica, pero sí planos que nos iban guiando, como el corazón de la historia. Un ejemplo de ello es cuando llegamos a una isla en el río habitada por colonos israelitas. Allí puedes ver a cientos de ellos entrando en el barco para vender sus productos. Cada rostro transmite una sensación.
A pesar de que imagen del cargador está muy presente en la historia del arte peruano, es un personaje invisible. Discriminado a pesar de ser fundamental para el envío de mercaderías en estas regiones...
DIEGO: Solemos retratar a personas que no aparecen en los medios. En este caso los estibadores, la gente del puerto. Nosotros queríamos darles esta voz. Se trata de un trabajo muy duro y sacrificado, pueden cargar 50 kilos de papas o cebollas sobre sus espaldas por un mínimo pago. De alguna manera, queremos revalorar su trabajo cuando podamos difundir esta película en los puertos mismos. Queremos que ellos se vean reflejados y reconocidos.
ÁLVARO: Si hubo un momento clave en mi vida fue, luego de mudarme al Cusco, descubrir el libro “el cargador” de Gregorio Mamani. Es la biografía de un cargador cusqueño, presentada en edición bilingüe, quechua y español. Luis Figueroa tiene un cortometraje dedicado al cargador, también. El maestro Chambi retrató cargadores. Quizás todo eso, de forma inconsciente, quedó en mi memoria, y al hacer esta película sobre los puertos del río Amazonas, aparecieron los cargadores. Los primeros quince minutos del filme está totalmente dedicado a ellos, a su trabajo físico y brutal.
Acostumbrados como estados a filmes de edición rápida y planos cortos, ustedes plantean una estética contemplativa, de miradas largas, como el mismo viaje por el río...
DIEGO: Desde la primera secuencia de la película ya estamos planteando cuál será su ritmo y su tiempo. Sé que “Odisea amazónica” es una película lenta para un público acostumbrado al acelerado ritmo de Hollywood, pero es necesario también aprender a desconectarnos de eso y ponernos en modo inmersivo. Esta es una película muy sensorial, y creo que puede ser para todo el público que se deje llevar.
Pero más allá de su estética contemplativa, la película plantea una denuncia de la miseria en la que viven las poblaciones al borde del río Amazonas y la falta de infraestructura básica en los puertos...
ÁLVARO: Precisamente por ser un documental contemplativo no buscamos direccionar una crítica directa. Será el espectador quien debe leer las imágenes. Queremos que sea él quien construya el sentido de la película.
DIEGO: En el puerto vemos a gente cargando pesos que para cualquier persona de la ciudad resultaría imposible. Los planos en los que nos enfocamos en la abundancia de botellas de gaseosas, lo que más beben los niños, es nuestra forma de mostrar los altos índices de desnutrición que ellos sufren. Pero no queremos darle masticado un mensaje al espectador a través de una voz en off. Es importante que la misma gente vaya reflexionando sobre eso.
VIDEO RECOMENDADO
LE PUEDE INTERESAR
- El Trujillo más bello: “Entre estos árboles que he inventado”, la apuesta a blanco y negro del Festival de Lima
- “La ballena azul”, leyenda urbana que aterrorizó a los padres de toda América Latina, se convierte en película
- “Amparo”: director nos habla del filme que denuncia los abusos del servicio militar obligatorio
- “La Verónica”: director del filme nos revela el lado más oscuro de las redes sociales y la cultura de los Influencers
- La Covadonga: ¿Por qué es absurda la propuesta del ministro Ciro Gálvez de reflotar el buque chileno?
- “Nuestros cuerpos sin memoria”: la obra que muestra la incomunicación entre jóvenes en tiempos del Tik Tok
- Sandra Gamarra, artista plástica: “Siempre he sentido que me he ido camuflando en la autoría de otros” | ENTREVISTA