Paul Mazursky falleció a los 84 años. El gran cineasta estadounidense fue nominado a cuatro óscares por sus películas “Bob, Ted, Carol y Alice” (1969), un hito de la nueva ola hollywoodense; por la conmovedora “Harry and Tonto” (1974), por “Una mujer descasada” (“An Unmarried Woman”, 1978), y por “Enemies, a Love Story” (1989). Pero fue un chiste de “Escenas de un supermercado”, su comedia con la increíble dupla de Woody Allen y Bette Midler, lo que lo acercó, anecdóticamente, al Perú. Fernando Vivas narró en un artículo publicado el 22/7/2012, como Mazursky le contó ese insólito ‘gag’. A continuación recordamos dicha publicación:
“Es una escena a la que vuelvo siempre porque la conocí antes de estrenada, como luego contaré, y porque liga a uno de mis artistas de cabecera, Woody Allen, con nuestra ruina del orgullo: Woody es el neurótico abogado Nick Fifer, que está harto de su vida conyugal pero no la cambiaría por la aventurilla sentimental que lo tiene exangüe y culposo. Por eso decide confesarle el 'affaire' a su esposa Deborah (Midler), justo cuando se van de shopping antes de la fiesta de su decimosexto aniversario de boda. Ella lo repudia en un primer momento pero luego, igual de culposa, le confiesa que también lo engañó. A media película, cuando están enrostrándose los reproches de toda una vida, él le dice lo que haría, de ser soltero: ”Quiero conocer lugares, Machu Picchu, Bali“.
Esa frase es el 'planting' (idea sembrada que cobrará sentido más tarde) de otra escena de humor psicológico judío para que Woody y Bette, tan judíos como el director y guionista Paul Mazursky, se sientan a sus anchas: cerca del final, ella, para cerrar la discusión, le dice que tome un crucero a Machu Picchu. Woody, con ese pequeño arqueo de cejas con el que uno se guarda su sorpresa ante la bestialidad ajena, le dice que eso es imposible. Bette sabe que su personaje lleva las de perder, pero no la actriz: lanza a su consorte su calculada e hiriente indiferencia hacia los sueños de turista clásico y comodón que le cuesta abandonar el camarote.
Si Woody aceptó ponerse al servicio de gags ajenos, cosa que ha hecho solo tres veces desde que empezó a dirigir (“Play it Again, Sam” y “The Front” son las otras), es porque en estas “Escenas en un supermercado” (“Scenes from a Mall”, 1991) nadaba en su elemento. La crisis marital, el duelo de sarcasmos, la intimidad con fondo público, la neurosis compartida (con su mujer y con el mimo Bill Irwin que lo remeda hasta que Woody lo golpea) son parte de su cine. Aquí, además, tenía dos retos que no ha cumplido en sus propias películas: una actriz capaz de robarle cámara como no lo harían Diane Keaton o Mia Farrow y una narración casi en tiempo real, pues todo se siembra, enerva y decanta en una ida y vuelta a un supermercado en Beverly Hills. Por cierto, para convencer al neoyorquino Allen, los productores de Mazursky usaron el verdadero 'mall' californiano en los planos generales, pero toda la acción de la pareja se filmó en un 'mall' cercano a sus cuarteles de Nueva York.
EL GRINGO HABLANTÍN
El chiste me agarró de sorpresa, en un acelerado inglés que me costó comprender, en el Festival de Cine de La Habana en 1990, donde caí de periodista. Una mañana entré a desayunar al comedor del hotel y vi en una mesa a Francisco Lombardi con un hombre de camisa floreada -“típico turista gringo en Cuba”, me dije- que le hablaba apasionadamente mientras él lo miraba desconcertado. Pancho me llamó y me pidió que acompañara al gringo porque él tenía que correr a una entrevista y, además, no le entendía casi nada.
Era Paul Mazursky y, enterado de que yo también era peruano, me contó la escena que estaba tratando de describir a Pancho. Se reía al recordarla y yo también reí al oírlo decir: “You can't cruise to Machu Picchu, you know”. Le pregunté si conocía el Perú, y me dijo que no y que por eso el gag le parecía auténtico. Yo estaba maravillado de que hubiera convencido a Woody Allen de hacer dúo con Bette Midler y él, modestísimo, no le daba importancia a su hazaña. Pero me dijo que podía ser muy insistente y para probarlo me contó una anécdota estupenda: Se le metió entre ceja y ceja que Federico Fellini hiciera un cameo para su película “Alex in Wonderland” y le escribió varios telegramas presentándose como el director de “Bob, Ted, Carol y Alice” (su mejor filme para muchos), hasta que por fin recibió una respuesta: “No conozco ni a Bob, ni a Ted, ni a Carol,ni a Alice ni a usted y no me moleste más”. Finalmente, tuvo el cameo de Fellini y los peruanos tuvimos a Woody Allen mandado de paseo por Bette Midler a un crucero a Machu Picchu.