Si creciste viendo a Spielberg, “Los Fabelman” te encantará: así es la nueva película del director de “Tiburón” y “E.T.”

Es vieja la relación entre los trenes y el cine. Se remonta a 1896, con una de las primeras proyecciones de la que se tenga registro: “La llegada de un tren a la estación de La Ciotat”, dirigida por los pioneros hermanos Lumière, cortometraje con el que hicieron creer a algunos espectadores que el vehículo salía de la pantalla y se les venía encima.

Y ha seguido con múltiples ejemplos: desde la comedia “El maquinista de La General” de Buster Keaton hasta el romance de “Antes del amanecer” de Richard Linklater, pasando por un ‘film noir’ como “Extraños en un tren” de Alfred Hitchcock, y la audacia experimental en “Train Again” de Peter Tscherkassky. El vínculo no es azaroso: hasta la cinta de celuloide guarda un parecido razonable con los rieles ferroviarios.

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Steven Spielberg debe de estar al tanto de esa fascinación cinematográfica por los vagones y las locomotoras. Su más reciente película, “Los Fabelman”, que llega a nuestra cartelera este jueves, comienza con una referencia al tema: a inicios de los años 50, la familia protagonista lleva a su hijo menor por primera vez a una sala de cine. La película escogida es “The Greatest Show On Earth”, de Cecil B. DeMille, y la espectacular escena de un accidente de tren deja cautivado al pequeño Sammy Fabelman. A partir de esa epifanía, el niño sabrá que quiere convertirse en director de cine.

Con “Los Fabelman”, Spielberg ha redondeado una cinta claramente autobiográfica. Quizá la que, en el fondo, todo cineasta quisiera hacer. Una historia de cómo se enamoró del séptimo arte, cómo aprendió a hacer películas, y cómo es que el cine terminó definiendo por completo su vida. Con las lógicas licencias que implica la ficción, la película se permite también abordar más temas: los sutiles quiebres familiares, el enamoramiento y la amistad, la condición judía en los Estados Unidos de mediados del siglo XX, entre otros.

Casi siempre con una cámara en mano, vemos al protagonista (interpretado en dos edades diferentes por Mateo Zoryan Francis-DeFord y Gabriel LaBelle) mientras consolida su educación sentimental pensando constantemente en imágenes, confeccionando historias que pueda proyectar sobre un écran en una sala oscura. Y si este relato es particularmente conmovedor y significativo, es porque Spielberg mismo encarna el aprendizaje fílmico para varias generaciones de cinéfilos.

"En los años 80, Spielberg siempre estaba allí. Se convirtió en una especie de leyenda, de sello de calidad"

Claudio Cordero, crítico de cine

“En los años 80, formé parte de una generación de niños que crecimos con muchas películas para el público infantil o juvenil que eran formidables –comenta el crítico de cine Claudio Cordero–. Y varias de ellas estaban asociadas al nombre Spielberg, ya sea como director, en el caso de ‘E.T. el extraterrestre’ o la saga ‘Indiana Jones’; o como productor, con ‘Los Goonies’, ‘Los Gremlins’ o ‘Volver al futuro’. Entonces, Spielberg siempre estaba allí. Se convirtió en una especie de leyenda, de sello de calidad”.

En efecto, como señala Cordero, Steven Spielberg fue el primer director cuyo nombre podía hacerse reconocible para los niños y jóvenes de su época. Y a medida que fue pasando el tiempo, su trabajo fue creciendo junto con esas primeras experiencias de deslumbramiento adolescente.

“También en los 80, Spielberg dirige ‘El imperio del sol’, una película que para él fue una especie de transición hacia cintas más adultas, más dramáticas, de otras ambiciones. Y también para nosotros, los jóvenes cinéfilos de esa época, fue una transición. Una película sobrecogedora, impresionante de ver en Lima. Todas esas experiencias, desde ‘E.T.’ hasta ‘El imperio del sol’, fueron decisivas”, comenta Cordero.

Al igual que el Sammy Fabelman que atrapa los 24 fotogramas por segundo con ojos encandilados, un caso cercano como el de Sistu de “Willaq Pirqa” nos vuelve a hacer creer en el gran poder de las películas para cambiarnos la vida. César Galindo, director de la exitosa cinta peruana, cuenta que aún no ha visto “Los Fabelman”, pero está al tanto de las similitudes entre ambas historias.

“Aunque ‘Willaq Pirqa’ no es autobiográfica [como la película de Spielberg], también narra los inicios de la pasión por el cine de un niño. Eso podría hacer pensar en similitudes, pero guardando por supuesto las enormes distancias entre una producción de Hollywood y una hecha en los Andes peruanos con mucho corazón. Aun así, ambas son finalmente llamadas cine”, señala Galindo.

"Curiosamente, la primera película de Spielberg es la que más retengo, ‘Duelo’, de 1971. Con muy pocos elementos, nos demuestra su enorme capacidad para manejar el suspenso y la intriga, como lo haría más tarde en todas sus películas"

César Galindo, director de "Willaq Pirqa"

Sobre el trabajo de Spielberg, el director peruano tiene un recuerdo particular: “Curiosamente, es su primera película la que más retengo, ‘Duelo’, de 1971. Un ‘thriller’ de bajos recursos, en el que plantea técnicas visuales innovadoras para su época. Con muy pocos elementos, nos demuestra su enorme capacidad para manejar el suspenso y la intriga, como lo haría más tarde en todas sus películas”.

Un talento que ha sido siempre lo que la crítica y el público han alabado unánimemente de Spielberg. “Uno crece y empieza a ver otras cosas: cine de autor, cine del mundo. Y te vas olvidando un poco de la maestría de Spielberg, porque él mismo está ocupado haciendo ‘blockbusters’ como ‘Jurassic Park’”, destaca Claudio Cordero. “Pero cuando vuelves a ver sus películas, y lo haces con otros ojos, te das cuenta de su técnica magistral. Y disfrutas mucho los temas, las historias que cuenta, cómo están realizadas. Ya sea en sus películas para niños o en trabajos más adultos como ‘La lista de Schindler’, ‘Rescatando al soldado Ryan’, o tantos otros. Es siempre un placer ver a un artista de esa magnitud”.

“Este ha sido el rodaje de mi vida”, ha dicho Steven Spielberg sobre “Los Fabelman”, su trigésimo cuarto largometraje de ficción, ganador del Globo de Oro, y nominado a siete premios Óscar, entre ellos el de Mejor Película, por el que parte como favorito. Y es difícil no pensar en la satisfacción de un cineasta de 76 años evocando a su niño interior al otro lado de la cámara. Con toda una carrera magistral de por medio, por supuesto, pero con el mismo asombro de quien graba el descarrilamiento de un tren de juguete. Hay cosas que nunca podrán cambiar.