OSCAR GARCÍA
“Ve al guardarropa y ponte algo gracioso”, fueron las instrucciones que hace 100 años le dio el empresario Mack Sennett, jefe de los estudios de cine Keystone, a su nuevo empleado, el actor británico Charlie Chaplin. Ni Sennett ni nadie de los presentes intuyó la trascendencia que iba a tener ese momento tan sencillo en el curso del siglo. Chaplin, que tenía 24 años, dos de ellos viviendo en los Estados Unidos, con una madre internada en un psiquiátrico, con un pasado triste de abandono infantil e ingresos a orfanatos y un sueldo modesto de 125 dólares a la semana, sabía que se jugaba su carta definitiva si no quería regresar a la pobreza o si quería hacer historia en la comedia.
De aquel guardarropa, Chaplin emergió con elementos de vestuario que recolectó al azar: un bastón, un sombrero, pantalones bolsudos, zapatos enormes y un bigotito que parecía bailar cada vez que movía la nariz. Lo vieron llegar como un vagabundo con aires de aristócrata y una caminada de pato altanero que hizo partir de risa a los presentes. Fue el nacimiento de uno de los personajes más reconocidos y entrañable del cine. En sus memorias, Chaplin recuerda ese día: “No tenía ninguna idea del personaje Charlot, pero tan pronto estuve vestido y maquillado, las ropas me hicieron sentir otro, comencé a conocerlo y cuando llegué al escenario, el vagabundo había nacido por completo”.
El ascenso de Charlot/Chaplin fue meteórico. Ese año, 1914, grabó 62 cortos, de los cuales escribió y dirigió 26, demostrando desde temprano que le gustaba mantener el control creativo de su carrera. Para 1916, su salario era de $10 mil a la semana y solo dos años después firmó su primer contrato por un millón de dólares. Durante varias décadas fue llamado “el hombre más famoso del mundo”, y con justa razón, porque país al que iba era recibido por multitudes que querían verlo o abrazarlo. Mandatarios como Sir Winston Churchill lo venían a visitar, o bien se entrevistaba con Mahatma Gandhi, en la India, o Albert Einstein, en Estados Unidos.
“Chaplin fue la primera estrella globalizada del cine. Producto de un fenómeno que no se conocía hasta entonces, que era la posibilidad de poner a una misma persona en las salas de cine de Lima, Pekín, París u otra parte. Así fue que se convirtió en una súper estrella planetaria”, cuenta Ricardo Bedoya, crítico e historiador de cine. En la época del cine mudo hubo otras estrellas de renombre. Su competidor, Buster Keaton; Rodolfo Valentino, el latin lover. “Lo que diferencia a Chaplin de ellos es la autoría. Él hacía el guión, actuaba, dirigía y hasta musicalizaba sus cintas. Ahora es común ver esto, pero en esa época era un concepto nuevo”, dice el crítico.
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