La película abre con un letrero que declara desde el principio las intenciones de su realizador: “Esta película le sacará risas, y quizás una lágrima”. Cuando el público que acudió al Carnegie Hall para ver el estreno neoyorquino de The Kid (El Pibe) salió de la sala, con los ojos llorosos aunque contentos, sintió que había presenciado algo nuevo. Había reído, había llorado. No sabía cómo sentirse. Sus emociones habían sido manipuladas al extremo por un genio que ensanchaba con cada película las posibilidades de la narración cinematográfica. A ese realizador le llamaban Charles Chaplin.
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Para enero de 1921 Chaplin era ya una reconocida estrella del cine mudo, que se había hecho famoso por hacer reír en comedias que duraban 10 minutos, que era la extensión de un rollo de película. Pero su genio era inabarcable. Era tan creativo y ambicioso que los rollos le quedaban cortos cuando se trataba de hacer guiones o crear secuencias novedosas. Poco a poco dejó las comedias “de un carrete” y pasó a hacer las de “dos carretes” (20 minutos), o de media hora como Vida de Perros,. En 1921, el artista de 30 años estaba tan maduro que peleó contra su estudio para hacer The Kid, una comedia que llegó a durar una hora. Todo el rodaje le tomó un año y medio, cuando lo normal era despachar películas en una o dos semanas.
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The Kid es la historia de un vagabundo que un día se encuentra a un bebe abandonado en la calle y lo cría como si fuera el padre. Soporta las penurias típicas de la pobreza pero les da vuelta con picardía mientras el niño crece. Chaplin sabía que una historia así tenía potencial de ser una drama en toda regla, pero consiguió con su inspiración un tono mixto que marcaría en adelante la mayor parte de sus películas: sus siguientes largometrajes La Quimera del Oro, El Circo, Luces de la Ciudad, son comedias que se las ingenian para amarrar el corazón en escenas de llanto que todavía se recuerdan.
Chaplin dirigió The Kid en un momento difícil de su vida, cuando acababa de perder a su primer hijo, de tres días de nacido, y empezaba el divorcio de su primera esposa. Encima el estudio lo presionaba para que termine la película de una vez. Hasta tuvo que editarla en secreto, ante la amenaza de embargo del negativo. Para la historia plasmó sus propios recuerdos de una infancia sumida en la pobreza y el desamparo. El resultado fue apoteósico. Convirtió en estrella mundial a Jackie Coogan, que varios años después hizo de “El Tío Lucas” en la serie de TV Los Locos Addams. La cinta ayudó a Chaplin a conseguir su libertad creativa, cuando fundó United Artists, y se posicionó como un autor cinematográfico que escribía, actuaba, dirigía, producía y hasta musicalizaba sus cintas.
UN GENIO LLAMADO CHARLOT
“Ve al guardarropa y ponte algo gracioso”, fueron las instrucciones que le dio el empresario Mack Sennett, jefe de los estudios Keystone, a su nuevo empleado Charlie Chaplin. Ni Sennett ni nadie de los presentes intuyó la trascendencia que iba a tener ese momento. Chaplin, que tenía entonces 24 años, dos de ellos viviendo en los Estados Unidos, una madre internada en un psiquiátrico, un pasado triste de abandono infantil e ingresos a orfanatos y un sueldo modesto de 125 dólares a la semana, sabía que se jugaba su carta definitiva si no quería regresar a la pobreza o si quería hacer historia en la comedia.
De aquel guardarropa, Chaplin emergió con elementos de vestuario que recolectó al azar: un bastón, un sombrero, pantalones bolsudos, zapatos enormes y un bigotito que parecía bailar cada vez que movía la nariz. Lo vieron llegar como un vagabundo con aires de aristócrata y una caminada de pato altanero que hizo partir de risa a los presentes. Fue el nacimiento de uno de los personajes más reconocidos y entrañable del cine. En sus memorias, Chaplin recuerda ese día: “No tenía ninguna idea del personaje pero tan pronto estuve vestido y maquillado, las ropas me hicieron sentir otro, comencé a conocerlo y cuando llegué al escenario, el vagabundo había nacido por completo”.
El ascenso de Charlot/Chaplin fue meteórico. En 1914 grabó 62 cortos, de los cuáles escribió y dirigió 26, demostrando desde temprano que le gustaba mantener el control creativo de su carrera. Para 1916, su salario era de $10 mil a la semana y solo dos años después firmó su primer contrato por un millón de dólares. Durante varias décadas fue llamado “el hombre más famoso del mundo” y con justa razón, porque país al que iba era recibido por multitudes que querían verlo o abrazarlo. Mandatarios como Sir Winston Churchill lo venían a visitar, o bien se entrevistaba con Mahatma Gandhi, en la India, o Albert Einstein, en Estados Unidos.
CHAPLIN SE HACE GLOBAL
“Chaplin fue la primera estrella globalizada del cine. Producto de un fenómeno que no se conocía hasta entonces, que era la posibilidad de poner a una misma persona las salas de cine de Lima, Pekín, París u otra parte. Así fue que se convirtió en una súper estrella planetaria”, cuenta Ricardo Bedoya, crítico e historiador de cine. En la época del cine mudo, hubo otras estrellas de renombre. Su competidor, Buster Keaton; Rodolfo Valentino, el latin lover. “Lo que diferencia a Chaplin de ellos es la autoría. El hacía el guión, actuaba, dirigía y hasta musicalizaba sus cintas. Ahora es común ver esto, pero en esa época era un concepto nuevo”, dice el crítico.
Charles Spencer Chaplin creció en un mundo artístico cambiante. A los cinco años inicio su carrera en Londres como artista de music hall, como su mamá, y recorrió Europa haciendo reír con sus rutinas de payaso. A los 22, cuando llegó a Estados Unidos, podría decirse que era un veterano en ese arte. Pero el music hall hacia 1914 era un arte que moría. Su pase al cine fue una decisión lógica. “Chaplin es un artista de la transición del arte del clown. El primero saca al payaso de circo y lo mete al teatro, y de ahí lo lleva al cine, que era un formato novedoso”, comenta el actor Gonzalo Torres, “Gonzalete” en la serie Pataclaun.
Para Torres hubo algo mágico en la historia de la creación de Charlot. “Es como si él hubiera entrado a esa guardarropía y los objetos lo hubieran escogido a él”. Se dice que una de las diferencias entre el clown y el actor es que el personaje del actor debe nacer desde adentro, de su yo íntimo. “En el caso del payaso es más común que pase lo contrario, que nazca de afuera, del vestuario, y es como si te poseyera el personaje. Los claun tenemos la bola roja que es como una máscara que activa al personaje, en el caso de Chaplin, no dudo que el bigote y el sombrero cumplieron esa función”.
(Partes de este artículo aparecieron originalmente en Somos el 1 de febrero del 2014)