Estamos a menos de dos meses de las elecciones presidenciales y parlamentarias y, como ya es notorio, la campaña ha agitado las redes sociales y ha elevado la polarización a niveles preocupantes. Aunque la pandemia ha llevado gran parte de la oferta de los candidatos al campo virtual, lo cierto es que los políticos se alimentan de un contacto más cercano con la gente… al menos durante la campaña. En distintos lugares del mundo, son muchas las figuras famosas que han pensado salir de su zona de confort y entrar en política. Algunos lo hacen apoyando alguna causa o a algún candidato, pero otros se atrevieron a mucho más.
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En los últimos tiempos, por ejemplo, el rapero Kanye West anunció su lanzamiento como candidato a la presidencia de los Estado Unidos, con Elon Musk como asesor y basando su gobierno en la filosofía de Wakanda, el reino imaginario de Black Panther. Si, leyó bien. Aunque muchos no saben si tomar en serio declaraciones como esas, los norteamericanos ya tienen experiencia con estrellas poderosas: Ronald Reagan, presidente entre 1981 y 1989, era un conocido actor de Hollywood antes de entrar en política.
West no es el único rapero en expresar intereses políticos. Wyclef Jean, ex integrante de The Fugees, anunció el 2010 sus intenciones de ser presidente de Haití, su país de origen. Por otro lado, músicos como Gilberto Gil, Susana Baca y Youssou N’dour fueron ministros de cultura en Brasil, Perú y Senegal, respectivamente. Cerca de allí, en Liberia, ubicada en el África Occidental, George Weah, Balón de Oro 1995 y ex jugador de equipos como el A. C. Milan, se convirtió en presidente desde el 2018. En Latinoamérica, son recordados también los casos del recientemente fallecido cineasta argentino Pino Solanas (senador y diputado), su compatriota Palito Ortega (gobernador y senador) o el músico panameño Rubén Blades, que postuló a la presidencia de su país y años más tarde fue nombrado Ministro de Turismo. Por supuesto, son solo algunos ejemplos. Recordemos, a continuación, casos llamativos.
“Vamos, alégrame el día”: Clint Eastwood
No iba a caballo usando poncho ni con cigarrillo de tabaco recién armadito. Tampoco agitaba una Smith & Wesson con cartuchos .44 Magnum que amedrentarían a cualquier adversario. Sin embargo, en abril de 1986, supo convencer a sus vecinos de Carmel by the Sea, el pequeño poblado californiano –no más de 25 km2 de extensión y menos de 4 mil habitantes estables- donde entonces tenía fijada su residencia, para que lo eligieran alcalde, sin disparar un solo tiro. Clint Eastwood, recordado protagonista de “El bueno, el malo y el feo” y director de films como “Los imperdonables” o “Gran Torino”, obtuvo 2 mil 166 votos, un 72% del total. Charlotte Townsend, alcaldesa que iba por la reelección, solo logró 799. Ella vivía en Carmel desde los años de la Gran Depresión y era una dama muy respetada por la comunidad, pero, curiosamente, una disputa directa con Eastwood fue lo que hizo que perdiera la alcaldía.
Es cierto. La incursión en la política del hoy ganador de 4 premios Oscar no se dio para vencer al sheriff malo del pueblo o derrotar a los desadaptados que acosaban a sus pobladores, sino para solucionar la ampliación de su restaurante, The Hog’s Breatt Inn, cuyo permiso fue rechazado varias veces por Townsend. Entonces, a la manera de los Western que protagonizó, el actor decidió enfrentar la situación directamente y convertirse él mismo, a los 55 años, en el nuevo alcalde. Duró en el puesto entre 1986 y 1988, cobrando solo 200 dólares mensuales por su trabajo, dejándolo justo a tiempo para dirigir Bird, su biopic sobre Charlie Parker que fue uno de sus primeros trabajos tras las cámaras realmente celebrados por la crítica.
Carmel –conocido como “Jardín de Dios”-, felizmente, era un poblado pequeño con problemas pequeños. Allí no se permiten números en las calles o casas, parquímetros o la invasión de grandes cadenas de restaurantes. Es un paraíso arquitectónico que parece salido de otro tiempo.
Eastwood no solo logró la añorada ampliación de su restaurante, sino que dio normas que beneficiaron a los pequeños negocios y reactivaron la economía de un lugar que tiene al turismo como uno de sus principales ingresos. Además, amplió la biblioteca pública, construyó escaleras hacia la playa, mejoró los malecones y revocó una norma “indignante”: la que prohibía vender o comer helado en la calle (¿?). Hoy, a sus 91 años, pasa aún parte de su tiempo en la localidad, pues sigue viajando y pasando mucho tiempo fuera por sus filmes. “Creo que nuestra mayor contribución fue que hicimos las cosas; volvimos a poner las cosas en marcha”, dijo hace unos años a LA Times. ¿Cuál fue el lema de su campaña? “Victory for the People”.
Norman Mailer: Ni desnudo ni muerto
Entre 1968 y 1969, en plena efervescencia hippie y con el movimiento por los derechos civiles tomando fuerza en las principales ciudades de Estados Unidos, Norman Mailer, autor de libros como Los desnudos y los muertos o Un sueño americano y estrella del panorama literario desde los 25 años, llevó un poco más allá la cercanía con la política que ya había tenido como activista o como periodista.
Decidido a convertir a la ciudad de Nueva York en un estado por sí misma y a conquistar a sus votantes barrio por barrio, hizo gala de su carácter desafiante, lenguaraz y ególatra en una campaña por la alcaldía en la que llegaría a decir frases como esta: “¿Hay alguien aquí que no esté familiarizado con nuestro programa? ¿Nadie? Muy bien. Les prevengo que sufrirán una tremenda hora de horror, pánico y vómitos en cuanto empiecen a trabajar seriamente, porque saben que no soy el único casi loco del país, y algunos de ustedes pueden salir malparados”, según una cita del escritor y periodista argentino Alberto Borrini. Autodefinido como un “conservador de izquierdas”, se opuso tenazmente a la Guerra de Vietnam –fue arrestado en una manifestación antibélica- y criticó al gobierno, los sindicatos, los medios de comunicación y a sus rivales políticos, con el mismo vigor con que se enfrentaba a sus adversarios literarios.
Los ejércitos de la noche, libro ganador del Pulitzer, es testimonio de su cercanía y observación de la sociedad y la política de su tiempo. Está inspirado en la célebre “Marcha sobre el Pentágono”, realizada el 21 de octubre de 1967 y aún hoy permanece como el colorido fresco social de toda una generación.
Para su postulación como candidato a alcalde de la ciudad de Nueva York contó con el apoyo de un colega suyo, Jimmy Breslin, también ganador del Pulitzer, quien postularía a su lado como presidente del Consejo Municipal en las elecciones primarias del Partido Demócrata. Uno de sus lemas sería “¡Poder para los barrios!”. Entre las propuestas que enarbolaron en una campaña que se extendió por siete semanas, estuvo construir un monorriel para un tren que rodearía la ciudad, con el objetivo de librar Manhattan del tráfico de autos. Además, un domingo al mes sin tráfico –llamado “domingo feliz”-, bicicletas públicas gratuitas, más guarderías y metadona suficiente para el tratamiento de los heroinómanos. Era quizás, un programa demasiado progresista para la Norteamérica de fines de los 60. Mailer solo obtuvo 41 mil votos, un 5% del total.
Mucho antes, en 1956, había propuesto a otro escritor como candidato a la presidencia de Estados Unidos por el Partido Demócrata con argumentos que no se sabía si eran serios o pura ironía: “Para mí, Ernest Hemingway parece la mejor posibilidad práctica a la vista, porque a pesar de todas sus vanidades tristes y tontas, y algunas de sus cobardías intelectuales, sospecho que sigue siendo más real que la mayoría, ¿saben?”, aseguró entonces.
Hunter S. Thompson: Pánico y locura en el condado
“3:00 PM – Despertar; 3:05 – Chivas Regal con los periódicos de la mañana, y un cigarro Dunhill; 3:45 – Cocaína; 3:50 – Otro vaso de Chivas, Dunhill; 4:05 – Primera taza de café, Dunhill; 4:15 – Cocaína; 4:16 – Jugo de naranja, Dunhill”, contó sobre el consumo diario de Hunter S. Thompson la periodista E. Jean Carroll Hunter en la biografía que escribió sobre él. Y siguió: “4:30 – Cocaína; 4:54 – Cocaína; 5:05 – Cocaína; 5:11 – Café, Dunhills; 5:30 – Más hielo en el Chivas; 5:45 – Cocaína; 6:00 – Marihuana”. Solo entonces, el creador del periodismo “Gonzo” se acercaba al bar Woody Creek Tavern, cerca de su casa, consumía más bebidas, además de más cocaína, un poco de ácido y más marihuana. Y esta fue una rutina que mantuvo por varios años.
¿Cómo la toleraba? La ciencia no ha podido explicarlo. ¿Por qué lo toleraban? Porque era una de las mejores plumas periodísticas de su generación, capaz de escribir intensos textos o de realizar espectaculares coberturas sobre eventos tan disímiles como el Derby de Kentucky, la vida privada de los Hell Angels o la campaña demócrata de 1972. Se hizo conocido, temido y respetado en el ambiente político. Llegó a calificar a Nixon como un “canalla” y otros políticos le huían a su mordacidad.
Para entonces, sin embargo, ya acumulaba la experiencia de un proceso electoral. Fue en noviembre de 1970 cuando se lanzó a las elecciones para ocupar el puesto de sheriff del condado de Pirkin, uno de los 64 que integran el estado de Colorado y que tiene a Aspen como centro principal. Su partido se llamó Freak Power y su símbolo era un puño rojo con dos pulgares que sostenía una planta de peyote.
Una de las primeras cosas que atacó en su campaña fue el boom inmobiliario. “Codicia” y “violación de la tierra” fueron dos palabras muy usadas por él. Además, se rapó la cabeza, habló de legalizar el consumo de marihuana y prometió, solo si ganaba, dejar la mescalina. También habló de castigar públicamente a los traficantes de drogas si accedía al cargo. De ganar las elecciones, ofreció convertir las pistas en grandes extensiones de pasto exclusivas para los peatones, prohibiría los edificios muy altos que taparan el paisaje y promovería la caza y pesca responsable. Su idea clave era darles el poder a los marginados.
Rivalizaba contra un candidato republicano y otro demócrata desde un partido independiente e ingresó a la campaña pensando que no tenía una sola oportunidad de ganar. Sin embargo, quedó a solo 31 votos de su cometido. Sacó 173 frente a los 204 de Carroll Whitmire, el candidato demócrata que fue reelegido para el cargo que ya tenía y en el que permanecería hasta 1976. Es decir, Thompson ofreció cambiar todo, pero la mayoría de sus vecinos votaron por no cambiar nada.
El autor contó posteriormente su experiencia en la revista Rolling Stone con el título de Freak Power in the Rockies. Cuando le preguntaron si lo intentaría de nuevo o si postularía a algún otro cargo público, Hunter S. Thompson mostró una lucidez poco asociada con sus niveles de consumo: “Si no podemos ganar en Aspen, no podemos ganar en ningún lado”. Todo ha sido registrado en un documental estrenado el año pasado, Freak Power: The Ballot or the Bomb.
Frank Zappa: Padre de la invención
No le bastó ser apestado entre los hippies, no sonar en las radios, ser atacado por parte de la prensa y no ser valorado en la magnitud que su vanguardismo musical ameritaba. Frank Zappa, factótum de The Mothers of Invention, quiso ser presidente de los Estados Unidos. Desde su juventud fue muy crítico con el sistema. El éxito y la fama no hicieron más que reforzar su posición hacia la cultura, la política y el sistema educativo: todos estaban podridos. Al régimen de Reagan, por ejemplo, lo llamó “teocracia fascista”.
“Yo solo estuve con él al principio de su carrera y ya entonces hablaba de ser presidente de Estados Unidos. Creo que si no hubiese muerto hubiese acabado presentándose. Tenía ese tipo de ego. Pero, por otro lado, no tenía la prensa de su lado”, aseguró Pauline Butcher, su exsecretaria, en el libro “¡Alucina! Mi vida con Frank Zappa”, donde lo deja como un ególatra, machista y antisocial.
En septiembre de 1985, Zappa haría probablemente su primera aparición política –si las letras de sus temas no parecían aún suficiente-, cuando se presentó en el Congreso norteamericano para manifestarse contra de las etiquetas que advierten sobre los contenidos de las letras en las portadas de algunos discos, exigidas por asociaciones de padres conservadores. Con las entrevistas y la exposición mediática posteriores, Zappa se hizo más internacionalmente famoso que nunca.
“En Washington están los peores payasos que el dinero puede comprar. Odio todas las corrientes políticas”, dijo el músico en algún momento. En 1991, ya aparecía en portadas de revista con titulares del tipo “Zappa for President”, con disfraz que remitía al “Tío Sam”. El año anterior, Vaclav Havel, recién elegido como presidente de Checoslovaquia tras la Revolución de Terciopelo que derrocó al régimen comunista, invitó a Zappa a visitar el país. Havel, quien había sido uno de los líderes de la disidencia, encontró inspiración en un grupo underground checo, perseguido por el régimen, The Plastic People of the Universe (PPU), cuyo espíritu y música se habían inspirado, a su vez, en la música de Frank Zappa. De hecho, el nombre de este grupo emblemático se origina en la canción Plastic People de su álbum Absolute Free (1967).
Cuando el músico llegó a Praga fue recibido como mucho más que un rockstar, pues gracias a PPU su música y sus letras representaban la libertad de pensamiento que tanto se extrañaba entonces en Checoslovaquia. Inmediatamente después de su visita aceptó el puesto de embajador de ese país ante Occidente en Comercio, Cultura y Turismo que Havel le ofreció. Sin embargo, pocas semanas después, James Baker, secretario de Estado de Bush, instó al político checo a terminar ese vínculo. No les parecía correcto que un ciudadano norteamericano trabajara para un gobierno extranjero. “Havel puede hacer negocios con Estados Unidos o puede hacer negocios con Frank Zappa”, llegó a decir Baker.
En una entrevista posterior, cuando le consultaron a Zappa sobre la política y la situación de Estados Unidos, respondió: “Casi he perdido la esperanza, y por eso voy a actuar. Me he decidido definitivamente por la candidatura.” Y agregó: “En primer lugar quiero aumentar la conciencia política de la gente. Según mi opinión, los hombres que tenían el poder durante los últimos años en América han fallado, son todos unos corruptos y traidores de la propia idea de la Constitución americana. Mi proyecto es el siguiente: aparecer como candidato independiente, es decir, sin ayuda de demócratas ni republicanos”.
Lamentablemente, la vida no le dio tiempo para mucho más. En 1992, con el cáncer a la próstata que lo aquejaba en estado muy avanzado, tuvo que declinar: “Mi estado de salud me descalifica para el cargo”, llegó a decir. Fallecería poco después, el 4 de diciembre de 1993, dos semanas antes de cumplir 53 años. En su caso, no perdió frente a ningún oponente. Fue el tiempo quien le ganó. En enero de ese año, Bill Clinton comenzó a ejercer su presidencia.
Arnold Schwarzenegger: Ven conmigo si quieres vivir
Para ciertos hombres no es suficiente ser solo héroes de acción. Deben también enfrentarla en la vida real. Eso se propuso Arnold Schwarzenegger al presentarse para gobernador de California. La primera vez que el público conoció de cerca su filiación en el Partido Republicano fue en 1988, cuando apoyó a George H. W. Bush. A pesar de ello, el actor confesó más tarde que se hizo republicano tras escuchar un discurso de Nixon, en 1968, cuando recién había llegado a Estados Unidos desde Austria.
Entre 1990 a 1993, Bush lo nombró “Conan, El republicano”, luego lo hizo presidente del Consejo de Salud, Física y Deportes. 10 años después, en una entrevista en vivo con Jay Leno, anunció que postularía para gobernador de California. Aunque solo participó en un debate para exponer sus ideas políticas, venció con el 48,6% de los votos. El 2006 fue reelegido con el 55,9%.
De acuerdo a la tendencia conservadora de los republicanos, en un principio se opuso al matrimonio de personas del mismo sexo, pero luego cambió de opinión y apoyó la derogación de la enmienda constitucional que lo prohibía. Además, fue un pionero en aprobar el estudio de células madre y una ley ecológica que promovería la reducción en la emisión de gases de efecto invernadero en las fábricas de su estado. Se mantendría al frente del cargo hasta el 2011.
Poco después, participaría en The Expendables 2, al lado de Sylvester Stallone, su rival de taquilla durante los años 90, pero su amigo en la vida real. Ese sería, prácticamente, el momento en el que le diría al cine “I`ll be back”, tras la experiencia política que dejó grata recordación en los estadounidenses. Eso, a pesar de no conmutarle la pena de muerte el 2005 a Stanley “Tookie” Williams, un afroamericano acusado de robo y asesinato que, en prisión, se había convertido en un activista que escribía libros para jóvenes advirtiendo los peligros de unirse a las bandas. Williams fue, además, propuesto para el Nobel de la Paz. En su calidad de gobernador, Schwarzenegger pudo haberle dado la clemencia y cambiar su pena de muerte por cadena perpetua, pero la reinserción social del reo no lo convenció.
Durante su periodo fue bautizado como “Governator”, en referencia a su icónico personaje cinematográfico. Su esposa, entonces, era Maria Shriver, parte del clan Kennedy. Aunque la sangre política corría en casa, ella era demócrata y él republicano. Se separaron el 2011, mientras Arnold aún era gobernador, tras 15 años de matrimonio.
Larry Flynt: El candidato del escándalo
El fundador de imperio porno Hustler, Larry Flynt, también quiso ser presidente. Admiraba a Obama y a Kennedy, se consideraba progresista y tenía, como es de suponer, ideas liberales. El 2003 postuló al cargo de gobernador de California pero no era esa la primera vez que se esmeraba en mostrar la frivolidad del sistema político de su país. Antes, durante el impeachment contra Bill Clinton, llegó a ofrecer un millón de dólares a quien revelara los secretos picantes de algún puritano congresista republicano. El 2017 elevó esa oferta a 10 millones de dólares para quien tuviera información comprometedora sobre Donald Trump que pudiera servir para destituirlo. “Dicen que la persona que tiene un nombre conocido tiene mejores posibilidades, así que ¿por qué no presentarse? (…) Creo que puedo hacer un mejor trabajo arreglando las cuentas fiscales que esos burócratas en Sacramento” le dijo en una entrevista sobre su candidatura al San Francisco Chronicle. Su idea era solucionar el déficit presupuestario de California sin elevar impuestos o recortar programas sociales financiados por el Estado. Uno de sus rivales sería Arnold Schwarzenegger, quien finalmente ganaría la elección.
Flynt era un comprometido con la libertad de expresión y la primera enmienda. No era para menos, pues en ellas apoyaba el funcionamiento e impunidad de un negocio en el que no solo desnudaba mujeres, sino que difamaba usualmente a conservadores, como el predicador Jerry Falwell, con quien terminaría teniendo una relación extensa, de mutuo respeto. Sin embargo, esa libertad le costó a Flynt sufrir un atentado que lo paralizó para siempre de la cintura para abajo en 1978. El intento de asesinato tuvo lugar a la salida de un tribunal donde Flynt estaba siendo juzgado por escándalo público. Esta historia y la vida de Flynt fueron contados en The People vs Larry Flynt, película protagonizada por Woody Harrelson.
Pero no todo era negativo o polémico en Flynt. Aunque no ganó la elección en California, abogó por otras causas progresistas a las que contribuyo de diversos modos. Se mostró a favor del matrimonio gay y la abolición de la pena de muerte, y financió proyectos para la prevención del abuso infantil. Una muestra de que, muchas veces, sin entrar en política puede hacerse mucho más por el prójimo.
¿Cómo nos fue en el Perú?
Luis Alberto Sánchez: Cuando importan LAS formas
Luis Alberto Sánchez formó parte de la vida intelectual peruana desde que, a los 16 años, colaborara en revistas como Lux o Ariel, en las que se haría amigo de Abraham Valdelomar o José Carlos Mariátegui. Era 1916, pues el hombre también conocido como LAS por sus iniciales, nació con el siglo. A los 19, ya como alumno de San Marcos, se volvería animador del Conversatorio universitario al lado de coetáneos como Jorge Basadre, Raúl Porras Barrenechea o Víctor Raúl Haya de la Torre, quien apenas 5 años más tarde, en Ciudad de México, fundaría el Partido Aprista Peruano.
Durante la década del 20, como profesor del Colegio Alemán, Sánchez tuvo como alumnos a futuros intelectuales y poetas como Estuardo Núñez, Martín Adán o Emilio Adolfo Westphalen. En 1928 ya había sido nombrado subdirector de la Biblioteca Nacional del Perú, lo que puede hablarnos de la precocidad de su genio.
Recién en 1931 se afilió al partido de su amigo Haya de la Torre y llegó a convertirse en uno de sus principales líderes. No fue esta, por supuesto, la participación ocasional de una celebridad artista o intelectual en el quehacer político, sino el producto de varios años de carrera y padecimientos como la cárcel o el exilio. Tras varios años fuera del país, postuló como diputado en 1945 y ganó una curul. Su racha positiva continuó, pues en abril de 1946 fue elegido decano de la Facultad de Letras de la UNMSM y, poco tiempo después, rector de la Universidad hasta 1951.
Sin embargo, en 1948 Bustamante y Rivero declara ilegal al Apra y LAS parte nuevamente al exilio, solo para volver tiempo después y ser elegido como senador. En 1966 llegó a ser, incluso, presidente del senado. Su rectorado en San Marcos, sin embargo, no estuvo exento de denuncias por autoritarismo y corrupción. De todos modos, en 1979 tuvo un papel decisivo en la Asamblea Constituyente. El 80 fue elegido nuevamente senador y en 1985 acompañó a Alan García como primer vicepresidente. Posteriormente, sería también primer ministro de su gobierno. En 1990, con 90 años, fue elegido senador por última vez hasta el autogolpe fujimorista del 92. Su labor intelectual fue prolífica. Fue un protagonista político del siglo XX en el Perú, pero además tuvo tiempo para publicar crítica literaria e histórica, historia, ensayo, novela, biografía novelada o poesía en más de un centenar de libros.
El voto es ancho y ajeno
A los 32 años, en 1941, Ciro Alegría había ya publicado tres de sus obras maestras, La serpiente de oro (1935), Los perros hambrientos (1939) y El mundo es ancho y ajeno (1941), que lo convirtieron en uno de los principales representantes de la narrativa indigenista de nuestro país. Antes de ello, en 1931, se había afiliado al Apra. Aunque nacido en Huamachuco, Alegría hizo sus estudios y vivió varios años en Trujillo, que pronto se convirtió en un importante bastión del partido fundado por Haya. Tras la revolución aprista de julio del 32, fue perseguido, torturado –atado de pies y manos boca abajo-, encarcelado y, finalmente, deportado a Chile.
Más tarde, con el reconocimiento literario ya ganado, estuvo en EE.UU., Cuba y Puerto Rico. Se dedicó al periodismo, la traducción y la enseñanza universitaria hasta que volvió al Perú en 1960, conoció a Belaunde Terry y se afilió a Acción Popular, partido con el cual logró ser elegido senador en 1963. Había abandonado el Apra en 1948, argumentando que Haya lo hacía todo como un dictador. “Como no podía cambiar de ideas, cambié de partido. He ingresado a Acción Popular, sencilla y netamente, porque creo que es el partido que puede trabajar mejor en bien del Perú”, dijo.
Aunque ese periodo culminaría con el fin del mandato del primer gobierno de Belaunde, al final terminó abruptamente, con el golpe de Estado del general Juan Velasco Alvarado. Pero Ciro Alegría ya no vería nada de eso. Él había fallecido de un infarto mientras aún ejercía el cargo de senador, el 17 de febrero 1967, con solo 57 años. Quizás, esto fue consecuencia de los varios males que lo aquejaron desde joven, como malaria o tuberculosis y una embolia que le causó una parálisis temporal que lo dejó sin poder escribir momentáneamente. Se recuperó pronto, pero tenía otra costumbre perjudicial: era muy aficionado al tabaco. Luego, para colmo, sufrió una úlcera duodenal.
Alegría no fue el único disidente aprista en el mundo de las letras. Manuel Scorza, también aprista desde muy joven, renunció con una famosa carta titulada “Goodbye, Mr. Haya”.
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