Aunque fue el primer acercamiento entre las dos fuerzas de la guerra por la independencia, sus líderes no se encontraron cara a cara. Ni José de San Martín y el virrey Joaquín de la Pezuela estuvieron presentes en las llamadas Conferencias de Miraflores, que hoy cumplen 200 años. Las protagonizaron, en cambio, sus emisarios: San Martín envió a Tomás Guido y a Juan García del Río, mientras Pezuela hizo lo propio con el español Dionisio Capaz y los peruanos José Villar de la Fuente y, cosa curiosa, Hipólito Unanue, precursor de la independencia que por entonces colaboraba con el Virreinato.
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Para conmemorar el bicentenario de este encuentro, la Municipalidad de Miraflores ha preparado una recreación del mismo, tomándose la licencia histórica de incluir a San Martín y a Pezuela como participantes. Más allá de ese detalle ficcional, la puesta en escena ha contado con la asesoría de la historiadora Cecilia Bákula, por lo que se tratará de un acercamiento de mucha fidelidad a ese episodio clave. Uno que marcaría la pauta del complejo proceso que acontecería en los años siguientes.
¿Cuál es la trascendencia de las Conferencias de Miraflores en la empresa independentista peruana? El historiador Víctor Arrambide opina que, aunque no se pudo llegar a ningún acuerdo, importan por ser el primer intento de conciliación. “Tanto San Martín como Pezuela sabían que era difícil alcanzar un acuerdo pacífico. La correspondencia de varios generales de la época da cuenta de ello, y finalmente tuvieron razón”, afirma el estudioso. Sin embargo, señala también que organizar la reunión permitió que las fuerzas de San Martín, que por entonces eran aún escasas, tuvieran tiempo de asentarse. “En eso San Martín se manejó muy bien, y mostró una gran habilidad para dilatar el enfrentamiento”, agrega Arrambide.
TIEMPOS VOLÁTILES
En aquella primavera de 1820, la situación era tensa. Si bien los oficiales realistas se mostraban seguros de poder derrotar a las tropas independentistas, la mayor parte de la población ya no estaba tan a favor del Virreinato: el fermento de la causa patriota crecía cada vez más. “Había una red que ya estaba moviendo los ánimos de la gente, lo que podríamos llamar una guerra de opinión, que resultaba muy importante”, explica Arrambide.
Fue esa inestabilidad la que llevó a Pezuela a cambiar el recinto original de las reuniones: aunque en un inicio se iban a realizar en Lima, el virrey ordenó casi a última hora que se trasladen a Miraflores, por entonces un balneario fuera de la centralidad. Una vez allí, la dinámica de los participantes comenzó a jugarse como en un ajedrez. Para empezar, desde las simples formalidades, como bien señala Arrambide: “Aunque los realistas consideraban al ejército libertador como meros invasores, tuvieron que llegar a acuerdo en el tema del tratamiento. Entonces convinieron en que los miembros de ambas partes sean denominados diputados”.
Y la otra cuestión a discutirse fue, desde luego, el armisticio. Para Pezuela era urgente no extender más la guerra, que llevaba ya una década, y había representado un desgaste enorme para su dominio. El virreinato comenzaba a perder su poder hegemónico y, aunque el diálogo no llegó a buen puerto, pues no hubo una definición pública, la postura de San Martín dejó una marca clara: en diciembre de 1820, dos meses después de la reunión, Pezuela le escribiría al rey de España para informarle que la independencia del Perú era inevitable.
El lugar de la reunión
Aunque hay quienes afirman que el lugar donde se llevaron a cabo las Conferencias de Miraflores es una incógnita, en realidad sí es posible determinar su ubicación. Según Víctor Arrambide, el historiador Germán Leguía y Martínez (1861-1928) menciona que el encuentro tuvo lugar en una gran casa convento que pertenecía a la congregación de La Merced, en el límite con las tierras de la hacienda de Surquillo.
Posteriormente, Luis Alayza y Paz Soldán contaría en su libro “Historia y romance del viejo Miraflores” que su familia habitó en dicha casa y que fue allí donde murió su madre. Al constatarlo con la partida de defunción de la mujer, se puede confirmar que el lugar se ubicaba en la antigua Avenida de la Alameda, donde ahora se ubica el Saga Falabella de la Av. Pardo. De hecho, dicha propiedad también fue habitada por el militar argentino Mariano Necochea (1792-1849), y hasta hoy se puede apreciar una placa a su nombre, peculiarmente colocada en una pared cercana a la tienda comercial. Un pequeño y perdido rezago de tiempos fundamentales.
El dato
La recreación será transmitida este miércoles 30 de setiembre, desde el mediodía, por las redes sociales de la Municipalidad de Miraflores. Y a las 7 p.m., por la misma vía, habrá una conferencia sobre el tema con Carmen McEvoy, José de la Puente y Víctor Arrambide.
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