El requisito principal para odiar a Mario Vargas Llosa es no haberlo leído. O no haberlo leído bien. Podemos discrepar de él en varios aspectos, incluso de manera rotunda, posición que se ha exacerbado entre sus compatriotas durante la presente coyuntura. No será la primera vez ni la última. Pero despreciar a quien ha forjado una obra extraordinaria que nos entrega una mirada generosa, compleja e insoslayable de las circunstancias que definen a esa “herida incurable” que es el Perú -así lo denominó en su artículo “El país de las mil caras”-, solo puede entenderse como una deprimente exhibición de mezquindad y desconocimiento.
Y como suele ocurrir, ante las diatribas, Vargas Llosa responde con libros. Acaban de aparecer dos títulos suyos que, por diferentes razones, solo era posible hallar con dificultad en librerías de viejo: Diálogo sobre la novela en América Latina (1968), rebautizado Dos soledades en esta edición definitiva, y el monumental ensayo García Márquez: historia de un deicidio (1971). Ambos mantienen evidentes relaciones: fueron publicados en el auge del Boom latinoamericano e indagan en los mecanismos creativos del autor de Cien años de soledad. Sin embargo, también lo hacen, de distintos modos, en la obra del mismo Vargas Llosa y en los motivos de su fe literaria.
Dos soledades nació del diálogo que sostuvieron el peruano y el colombiano en septiembre de 1967, gracias a una invitación de la Universidad Nacional de Ingeniería. Aunque el intercambio se reprodujo al año siguiente en una edición oficial, esta se agotó pronto y durante medio siglo quienes accedimos a esa conversación ya mítica solo pudimos hacerlo mediante feos ejemplares piratas y precarias fotocopias. Este relanzamiento, pulcro y revisado, recupera el prólogo que José Miguel Oviedo preparó para la edición príncipe, además de selectos paratextos de Abelardo Oquendo, Abelardo Sánchez León y Ricardo González Vigil.
Se suponía que Vargas Llosa haría las veces de entrevistador y García Márquez de interrogado; no obstante, las acrobacias verbales del segundo produjeron que los roles se trastocaran en más de una oportunidad. Mejor así: el lector constata como, entre respuestas y acotaciones, una cálida complicidad contribuye al debate de las dudas y certezas acerca de uno de los temas más acuciantes para un escritor de aquel entonces: el compromiso con su realidad y su tiempo. Si bien era natural que Vargas Llosa, convencido sartreano en esos días, priorizara esa cuestión, García Márquez no se mostraba menos inquieto por el asunto: la preocupación sobre el peligro de hacer de la novela un ejercicio reaccionario o evasivo, aflora una y otra vez en sus intervenciones. Y también emergen de él las ideas centrales en cuanto a la teoría vargasllosiana de los demonios, desarrollada ampliamente en Historia de un deicidio.
El libro sobre García Márquez -que Vargas Llosa ordenó no reeditar durante casi medio siglo debido a la violenta ruptura de su amistad, que parecía indestructible- es una de las empresas más totalizadoras y fértiles de la crítica literaria contemporánea en español, enjundioso y meticuloso proyecto que pretende revelar las claves del universo del narrador de Aracataca y que, semejante a un espejo, devela las de Vargas Llosa y su génesis: “una reedificación de la realidad y un testimonio de desacuerdo con el mundo”. A partir de esa convicción emplaza su tesis que, a decir de Oviedo, es una “coherente moral del escritor”, a la que ha regresado, retocándola y matizándola, en posteriores trabajos críticos, como La utopía arcaica (1996) o el estudio dedicado a Onetti, El viaje a la ficción (2008).
En la polémica que Historia de un deicidio ocasionó en el momento de su publicación, protagonizada por Vargas Llosa y el crítico uruguayo Ángel Rama, se delataron los hallazgos y límites de la teoría de los demonios, perfectamente extrapolable al caso de su autor o al de García Márquez, pero que difícilmente puede aplicarse a otras experiencias particulares. A pesar de ello, este ensayo resulta el macizo y personalísimo alegato de una labor fabuladora que se nutre de esa realidad que aspira abolir, y que asume el acto de escribir del deicida “como beber para el alcohólico e inyectarse para el narcómano, su manera de vivir”. No cabe duda de que ese entusiasmo, cincuenta años después, continúa fecundo e invicto.
Más datos
Mario Vargas Llosa. Dos soledades. Diálogo sobre la novela en América Latina. Alfaguara, 2021 151 pp.
García Márquez: historia de un deicidio. Alfaguara, 2021, 664 pp.
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