Personajes de cuerpos pútridos y en resignada agonía; ciudades sumidas en la más absoluta oscuridad, con apenas una pantalla que se enciende durante dos minutos cada nueve días para recordar lo que fue la luz; reescrituras bíblicas en las que campean la sordidez y el horror.
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Eso y mucho más es lo que tienen los once cuentos de “Su seguro servidor” (Seix Barral, 2021), el más reciente libro del escritor limeño Cristhian Briceño. Una obra que aturde y cautiva a partes iguales, gracias a una prosa detallista y siempre proclive al delirio. Sobre ese particular universo literario, charlamos con el autor.
La muerte y la enfermedad circundan los cuentos, pero casi con naturalidad, como mera transacción. Quería preguntarte, primero, por el origen de esa fijación; y también si lo has comparado con nuestra situación actual, de condolencias diarias y conteos de muertes.
Sí, los temas de la enfermedad, la muerte y la pérdida en general vienen de mi libro anterior. Tiene mucho que ver con esta época que pasamos, pero, más que por la pandemia y esta sensación de vacío o de vulnerabilidad, por la etapa de cambios acelerados que vivimos. Yo comparo estos tiempos la época en que se salía de la Edad Media y el principio del Renacimiento. Esa etapa también fue muy veloz respecto a los cambios tecnológicos, artísticos, culturales, políticos. Eso nos toca vivir ahora también. El asombro y la desolación. A veces me pregunto, por ejemplo, qué habrán sentido las personas en aquella época al ver un desnudo que ya no era alegórico; o cómo se percibía la muerte de una forma distinta que ahora. Hoy estamos muy en contacto con la tecnología y eso también nos llega a chocar. Son esos cambios acelerados los que nos dejan en el aire, nos provocan fascinación, desolación, desconcierto. Y nos hace cuestionarnos muchas cosas, desde las bases de nuestras vidas.
La sexualidad también está bastante presente, pero de una forma grotesca, sórdida, casi repulsiva. ¿Te interesa más esa faceta que la sensual o erótica?
En realidad son elementos que planteo dentro del relato como algo circunstancial. Porque lo que subyace y prevalece es el empleo del lenguaje para plantear una escena, una situación. Lo otro es más bien una anécdota, algo que sirve para que fluya el lenguaje, el ritmo del lenguaje. Eso es algo que tengo muy presente porque empecé escribiendo poesía. Entonces el personaje principal para mí siempre va a ser el lenguaje, incluso por encima del argumento.
Ese cuidado especial en el lenguaje, que efectivamente se siente en cada cuento, ¿conecta de alguna forma tu poesía con tu narrativa?
Creo que, en cuanto a temática, no llegan a encontrarse los dos géneros. Pero en la elección de las palabras siempre trato que el vocabulario sea variado, que beba de distintas fuentes. En algunos casos poder usar términos médicos, en otros más ligados a la física, etc. Y a partir de eso trato de construir la historia, pero sobre todo intento que la frase sea consistente y revele qué es lo que quieren los personajes. Es algo un poco difícil de explicar, porque el proceso de creación en mi caso es bastante inconsciente. Pero es porque el lenguaje mismo toma posesión, más que la historia que voy contando.
Salvo algunos casos particulares, me parece que no trabajas con referencias geográficas o temporales precisas. Los escenarios de tus cuentos son más bien indefinidos y extraños…
Sí, eso me ayuda bastante para no ligarme con alguna referencia histórica o geográfica, y para que así los personajes puedan hablar de una manera, digamos, neutral, sin ningún tipo de traba. Además, me parece que ayuda a que el lector entre a la historia sin prejuicios, sin ninguna ligazón con algo que pueda estar viviendo en ese momento, para que pueda imaginar lo que le plazca.
Quería seguirle un rastro a las referencias literarias que incluyes en el libro. Para empezar, quería preguntarte por las citas bíblicas. ¿De qué manera te sirven o te resultan sugerentes?
Para mí la Biblia es un libro fundacional, más que cualquier otro libro de nuestra tradición. Fue escrito en otra época, en otro idioma, y es un libro bastante conflictivo, anacrónico por momentos, y controversial. También creo que es una prueba de que la originalidad no existe, porque es un libro que ha bebido de muchas tradiciones. Y sí, a mí la Biblia me interesa más como un artefacto estético. Yo no soy católico, pero creo en Dios y en Jesús; o, más que en ellos, creo en el mensaje que puedan aportar para mi vida. No tomo la Biblia con ortodoxia, sino como algo que está allí para leerse, no para practicarse. En ese sentido, muchos de los cuentos tienen referencias a historias bíblicas, y también se da a veces de forma inconsciente, como algo que me ayuda a avanzar en algunas partes o cuando le doy forma a un cuento.
Y también son varias las alusiones a otros libros. De hecho, hay un relato en el que un personaje dice que prefiere “una novelita pornográfica” en estos tiempos en que “abunda la buena literatura”…
Sí, eso es en el cuento “Es el futuro”, el más extenso del libro. En realidad es el único que tiene algún tipo de referencia explícita a lo literario. Las otras son más bien encubiertas o no tienen directamente que ver con los personajes. Es verdad que una de las características que puede tener lo que yo escribo, sobre todo en mi primer libro, son las referencias literarias constantes; pero las considero más bien como un lastre, como algo que definitivamente quiero ir dejando. De hecho, te diría que en este libro se nota mucho menos. Además, son referencias que no tienen mucho que ver con las referencias que realmente me han llevado a escribir los cuentos. En ese cuento que tú citas hablo de una literatura más clásica, de Balzac o Stendhal. Pero si hablamos de autores más presentes en la estética del libro, tendría que mencionar a Mark Leyner, George Saunders o Jonathan Lethem.
Pero también hay alusiones a Brodsky, Zweig, Bernhard... ¿Son escritores que te interesan por algún rasgo en común o no necesariamente?
No necesariamente. Me han interesado en algún momento, pero en el libro están como simples referencias, como juegos. Incluso quedaron fuera del libro algunos cuentos en que quedaba más patente este recurso de insertar citas o reiterar argumentos de otros libros. Eran cuentos que sí tenían este lastre de las referencias literarias, y que ahora me doy cuenta de que no ayudan mucho a mejorar a alguien que escribe.
Se suele señalar al absurdo como el adjetivo que más se ajusta a tu trabajo. Yo no estoy tan de acuerdo con eso, pero, en todo caso, ¿qué tan lejos crees que están esas situaciones de nuestra realidad?
Claro, no son cuentos que traten del absurdo, o cuentos de ciencia ficción, como en algunas ocasiones se ha dicho. A lo que yo aspiro es que sean simple y llanamente cuentos. Porque no tienen mucho que ver con el absurdo un poco institucionalizado del teatro de Ionesco o de Beckett, o de novelas como “El lector” de Pascal Quignard. Quizá tendrían más que ver con el absurdo de películas como las de Abbot y Costello, un absurdo un poco cómico, que ya está implantado en la sociedad. Yo imagino que cuando el hombre estaba evolucionando, en algún momento comenzó a tener una noción de lo que es el tiempo y la muerte, ¿no? Pero debe haber habido una fisura en la que el hombre no se daba cuenta de eso, y al ver una muerte podría haberse reído o simplemente quedado en silencio sin entender lo que estaba viendo. Creo que ese es el absurdo: el no entender lo que está pasando en su entorno y a pesar de eso seguir viviendo, seguir respirando automáticamente.
El dato
“Su seguro servidor” se presentará el martes 2 de marzo a las 7 p.m., con los comentarios de Ricardo sumalavia y María José Caro. La transmisión se realizará a través del Facebook Live de Planeta.
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