El punto de partida era sin duda atractivo. Tres jóvenes escritores se ponen de acuerdo para visitar Obrajillo, un pequeño pueblo de la provincia de Canta, y trabajar juntos en un libro acerca de la influencia que su paisaje y su gente tuvieron en dos autores centrales en nuestra tradición: José María Arguedas y Julio Ramón Ribeyro.
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De esos jóvenes escritores, un par tienen una carrera estimable a sus espaldas: Félix Terrones (Lima, 1980) y Paul Baudry (St. Germain-en-Laye, 1986). El otro, Luis Hernán Castañeda (Lima, 1982) es ya un narrador consolidado con algunas novelas de plena madurez. Su meta fue asentarse en ese poblado y recrear, a través de diversos registros –el diario, la crónica y el cuento–, la estancia de Arguedas y Ribeyro con la ayuda de sus testimonios, distintos en esencia, pero aunados por la necesidad de hallar un espacio propicio para dar rienda a su urgencia creativa.
Ninguno de los textos que componen estos “Cuadernos de Obrajillo” indica quién es su autor, quizá con la intención de subrayar la naturaleza colectiva del proyecto e insuflarle un cariz más unitario y cohesionado. A pesar de ello, si por algo se caracteriza este libro es por su irregularidad.
El primer capítulo asume el riesgo de ficcionar el diario de Arguedas durante los días que pasó en Obrajillo, tomando como base el tono y los motivos de los diarios de “El zorro de arriba y el zorro de abajo”. Por tramos lo consigue y hay algunos aciertos parciales en este acercamiento. Pienso en los episodios en los que se bosquejan las epifanías de Arguedas con la fauna y los animales del entorno, cuya emotividad refleja convincentemente el ánimo depresivo y autodestructivo de esas jornadas aciagas. Pero ese encanto se rompe cuando se interponen párrafos innecesariamente explicativos sobre su biografía, como aquel acerca de su incursión en la España rural. Se nota también escasa convicción en los pasajes en los que se relatan sus intenciones suicidas, en un punto ya demasiado dependiente de los diarios de los zorros, sin que se agregue nada relevante a lo ya dicho y sabido por sus lectores.
El cuento sobre la estadía de Ribeyro es, y por largo, lo más logrado del volumen. El escritor de “La palabra del mudo” estuvo en Obrajillo durante unas pocas horas a principios de 1983, pero los pocos hechos registrados sobre aquel viaje son muy bien aprovechados e ilustrados con humor, frescura y la parca emoción que el proverbial 'Flaco' imprimió en su vida y en sus libros.
No solo el retrato de Ribeyro es delineado de manera creíble, con las actitudes inconfundibles que definían su personalidad, sino que las estampas de sus compañeros de aventuras transpiran la espontaneidad y la exaltación desencadenadas por los deslumbramientos propios de las breves travesías que creíamos ordinarias. Puede haber por ahí alguna ocurrencia gruesa y caricatural que desentona (como esos 'gags' basados en el 'slapstick' entre Elsa y Colette), pero todo se redime con la escena climática del relato en la que Ribeyro se halla frente al fantasma del suicidio frustrado de Arguedas en el mismo cuarto donde este se hospedó: ese instante en que su escepticismo tambalea es tan delicado en su descripción como sobrecogedor en su intensidad.
Lo más flojo de estos cuadernos es la crónica de viaje que les sirve como conclusión. Los hechos narrados no revisten mayor interés, su lectura se hace pesada por monótona y las referencias literarias que se insertan tampoco consiguen que este discurso sobre el Obrajillo moderno levante vuelo. “Cuadernos de Obrajillo” no cumple con todos los objetivos que se propone, pero lega algunos momentos atendibles que nos recuerdan el talento y la valía de sus autores.
DATO2.5/5Autores: Paul Baudry, Luis Hernán Castañeda, Félix Terrones. Editorial: Peisa. Año: 2019. Páginas: 106. Relación con los autores: Baudry y Terrones, conocidos. Castañeda, cordial.